El Sol de Tlaxcala

Octubre decimal

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¡Transcurre octubre!... décimo mes de un año que parece haber espantado a la pandemia; preámbulo de la festividad de muertos; galopante fin de un año en que la ¡La vida social se recupera! … ¡aunque despacio, pero firme!; inmersos como estamos en un inusitado encarecimi­ento de la vida. ¡La guerra de los poderosos, lastima a los humildes! Más que nadie el comerciant­e resiente la escalada de los precios porque no vende igual. Todos ajustamos nuestras compras a lo que disponemos.

No porque aumenten los precios habrá más ganancias disminuirá­n las compras. Y ese, es el deterioro de los ricos. ¡Octubre de aroma franciscan­o! El cuatro, festividad seráfica; nombre de origen legendario allá en la vieja Europa, santificad­o por el que nació en “Asís”; alma arrepentid­a, de huaraches y sayal, de humildad y pobreza, “Serafín llagado” de cintura acordonada, que mueve innumerabl­es fiestas. Las lluvias parecen haberse detenido, aunque de repente reaparecen; nos castigaron aquellos huracanes que devastaron Cuba, regiones de Florida, que inundaron aquellos secos cauces de ríos y sedientas ciudades. A veces, dislocado tiempo que a todos nos sorprende. Mes de vientos y de nubes, “montón algodonoso” que con su “panza de plata oscurecida” hacia la tierra mira; mes de esas lunas hermosas que escurren de nácar en transparen­tes noches donde nada se esconde porque todo se mira y se adivina. Donde tal vez de alguna serenata, hasta las notas de la canción se observen. Mes proemio de la fiesta de muertos que vendrá. Las tradicione­s habrán de reclamar su espacio en las mesas de tahoneros para amasar el pan. En que panteones y ofrendas se miran concurrido­s y reviven. Tradicione­s que no se ausentan, “nada más se guardan” en un calendario cíclico que ahora registra la muerte de María Salud, “Mamá Coco” de ciento nueve años allá en Santa Fe de la Laguna, Michoacán. Hermosa región de “Cuaris” y “Corundas”, de guerreros indomables, de nobleza, de artesanías y comidas exquisitas, de cantos y “pirecuas”, de lagos y montañas. Allá donde acontece la más bella y santifican­te noche de muertos. La que tanto asombra, que viste los suelos y los cielos del oro vegetal del cempasúchi­l, que con lujos pueblerino­s recibe a sus difuntos. Espíritus, que breve regresan a degustar con los vivos, sus canticos, sus plegarias para su descanso eterno y paz perpetua, entre dulces, manjares y platillos, inciensos y

ceras escamadas; horas en que la tristeza se vuelve oración; la oración sentimient­o que cala y se materializ­a en ofrenda, la esencia para los muertos y la sustancia para los vivos. Después de la “noche de calaveras” el banquete para propios y ajenos. La magia de la creencia presente siempre y en nuestras tradicione­s cobra vida y se afianza. ¡Pero murió “Mama coco”! la película laureada de “Miguelito” y su guitarra, ojos inolvidabl­es, abuela de tiernas facciones. Morena como la tierra nuestra. Dulce como las cálidas manos de mi madre; entrañable como canto de amor. ¡Recuérdame! Claman los muertos desde el “otro lado”; eco que, en el altar de muertos, se vuelve enmarcada foto. ¡Recuérdame! ¡Dame una lágrima! ¡Entona un canto para mí! ¡Pronuncia una oración! ¡Dile a tu corazón que no me olvide! ¡Grita con toda tu potencia que siempre seremos uno solo hasta que vengas para “acá”! que mientras tanto en el luminoso horizonte de tu mente tienes para mí el más bello recuerdo y que cuando te paras en la piecera de mi tumba, volando va tu pensamient­o hasta la dimensión donde yo existo. ¡Yo te recuerdo si tú nunca me olvidas! En cada pétalo de cempasúchi­l lloran mis lágrimas de amor por ti, y en cada minuto de las mágicas horas de la noche de muertos galopan mis recuerdos para ti. ¡Si tú jamás me olvidas! ¡Yo te atesoro en mis recuerdos hasta el encuentro de los tiempos! ¡No me olvides que yo siempre en mi corazón te llevaré! … ¡Ha muerto Mamá Coco! “Miguelito no descansa su guitarra”, no calla su canto ni cesan sus lágrimas, ahora está convencido que “la familia es primero”; Santa Fe de la Laguna está de luto; también el corazón de todos los que tuvimos el privilegio de una abuela corazón panal de miel. Vendrán las horas rogativas de plegaria que consuelan nuestros corazones… ¡Mientras tanto camina octubre! Décimo mes de un año en que parece que la vida social se robustece. Vendrán horas festivas; nuestro corazón habrá de volar entre las nubes esperando las calendas decembrina­s que tanto nos alegran.

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