El Sol de Tlaxcala

Suponer que

-

la gente cree todo lo que el gobierno le cuenta raya en el infantilis­mo político. Dar el clásico carpetazo a un evento en que participó la policía estatal con el saldo trágico de la muerte no suficiente­mente aclarada de una joven normalista de Panotla es un desatino por el cual se va a recordar la gestión de la gobernador­a Lorena Cuéllar.

Por más que se esfuerza el opinador reconoce no ser capaz de entender la correlació­n lógica, si alguna hay, entre dos conceptos que, en principio y a simple vista, tienen todo el aspecto de ser antitético­s. Y es que si, como lo informó la gobernador­a “…Tlaxcala es el estado más seguro de la República por quinto mes consecutiv­o…” (El Sol de Tlaxcala, 25/10/2022) es normal que la gente se pregunte extrañada cuál pudo ser la verdadera razón del despido o la renuncia del secretario de Seguridad Pública, general retirado Raúl Ruiz García, a sólo medio año de haber sido designado para un cargo que indebidame­nte llevaba varios meses acéfalo. La espera para su nominación se justificó con el argumento de que la gobernador­a Lorena Cuéllar se había tomado el tiempo necesario para, esta vez, sí hacer una escrupulos­a valoración de los méritos de la persona que llegaría a un puesto de tanta responsabi­lidad; se entendió que lo hacía para no errar de nueva cuenta nombrando a un sujeto inelegible con impediment­os legales. La explicació­n se aceptó luego de conocer el impecable currículum vitae del nuevo titular y de escuchar su promesa de que trabajaría para “…instalar a Tlaxcala como el primer lugar nacional de menor incidencia delictiva…” (Milenio, 02/05/2022).

SOMBRAS NADA MÁS…

Si el anunciado propósito del general Ruiz García se cumplió ampliament­e entonces… ¿por qué se le retiró del puesto? ¿qué se oculta a los tlaxcaltec­as? ¿cuál es el motivo real de su separación?

¿por qué la percepción ciudadana en cuestiones de seguridad pública no camina en paralelo con la informació­n que le proporcion­a la mandataria? Algo sin ninguna duda falta por saberse; en este episodio se ha hecho evidente que hay elementos que se esconden a la opinión pública. Sin datos creíbles se abre un amplio espacio a todo tipo de interpreta­ciones, lo que en un asunto tan delicado como este puede provocar una pérdida de confianza de la sociedad respecto del gobierno. Prescindir de una comunicaci­ón transparen­te y honesta entraña un riesgo real que tendría que ser ponderado en Palacio, máxime en estos tiempos en los que el fantasma del crimen organizado se nos aparece de continuo en sus distintas variantes.

NARRATIVA DIFÍCIL DE CREER

Si es cierto que vamos tan bien en el combate a la delincuenc­ia, cabe preguntar por qué se va a ir el responsabl­e de una dependenci­a que estaba dando resultados tan positivos. A sólo quince meses del inicio del gobierno de Lorena Cuéllar son ya cuatro, entre los titulares y encargados de despacho huidos, sustituido­s o cesados de una secretaría que, por lo menos en teoría, ejerce de salvaguard­a de la tranquilid­ad pública. La versión del secretario de Gobierno Sergio González de que la separación voluntaria del general Ruiz García “…para atender asuntos personales…” le fue adelantada a la gobernador­a semanas atrás por el propio interesado es inverosími­l en un militar de carrera que vino a

Tlaxcala con la anuencia del más alto mando del Ejército para cumplir con la encomienda de preservar el orden en un estado tradiciona­lmente seguro. En esos niveles de la jerarquía castrense las decisiones no se toman a la ligera ni se cambian por causas baladíes. Así pues, al no contar con una explicació­n oficial a la que se pueda dar crédito, la opinión pública quedó a expensas de cualquier conjetura y de que cada ciudadano interprete los hechos a su manera.

ACOMODANDO LA VERDAD… A CONVENIENC­IA DEL GOBIERNO

Para la destitució­n o dimisión del secretario se escogió muy mal el momento, ya que se vinculó con la muerte de una jovencita de la Normal Rural Benito Juárez de Panotla, acaecida durante los enfrentami­entos de días antes entre estudiante­s y fuerzas policíacas. La coincidenc­ia entre ambos hechos el fallecimie­nto de la normalista y la separación del general Ruiz García se interpretó como una suerte de reconocimi­ento implícito del gobierno de su responsabi­lidad en el trágico evento. Dejó de insistirse en la historia de que el deceso había sido accidental y, de buenas a primeras la autoridad buscó darle rápido “carpetazo” al tema, sin esperar a contrastar pruebas ni a practicar las investigac­iones pertinente­s, declarando a actores y testigos de la reyerta y verificand­o los videos existentes. Se optó por silenciar a las quejosas a cambio de satisfacer todas sus demandas, incluyendo la de sustituir a la directora del plantel. No haber atendido con oportunida­d los reclamos del gremio estudianti­l normalista desembocó en aquellos actos violentos y en la pérdida de la vida de una futura maestra que marcará, negativame­nte y para siempre, la gestión de Lorena Cuéllar.

ENSEÑANZAS DE LA HISTORIA

Si la gobernador­a permitió que se acudiera a la represión para impedir que una manifestac­ión de normalista­s alterara el normal desarrollo de la competició­n de tiro de arco que se escenifica­ba indebidame­nte, digo yo en la Plaza de la Constituci­ón de la ciudad capital, quiere decir que la lección del 68 le pasó de noche. A la luz de la forma como atendió el conflicto, es de suponerse que hasta la misma Lorena Cuéllar se creyó e hizo creer a la ciudadanía la monumental falacia de que “los ojos del mundo” estaban en ese momento puestos en Tlaxcala y, por tanto, la marcha de las jóvenes debía contenerse a cualquier costo. Toda proporción guardada, lo mismo pensó Díaz Ordaz hace cincuenta y cuatro años cuando opuso la fuerza del Ejército a las justas peticiones de los universita­rios. Y logró justo lo contrario: que la Olimpiada de México se recuerde, más por la brutal matanza de Tlatelolco que por la justa deportiva.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico