¡A la hoguera, brujas! (O antiguo feminicidio)
México está viviendo una de las tradiciones mas lindas del planeta: la celebración de Día de Muertos. Ofrendas de papel picado, fruta, pan, catrinas, nostalgia, alegría, oraciones, comidas en los panteones, cempasúchil amarillo y morado que colorean los recuerdos, todo ello manifiesta la irrevocable vocación festiva de la mexicanidad…pero hay otra historia, la de la tortura, la de la agonía de la quema pública y la lapidación a muerte…la de la muerte que seguía a un tembloroso dedo que señalando precedía el grito de ¡Bruja!
Entre los años 900 y 1400, las autoridades cristianas no admitían la existencia y mucho menos juzgaban, la brujería. Así pues, al entrar la era de la superchería, el fanatismo venció a la ciencia y la gran caza comenzó. Se estima que entre 80,000 y 100,000 personas fueron llevadas a juicio por brujería entre los años 1400 y 1750. De ellas, el 80% fueron mujeres. ¿Por qué ellas?
La mañana del 29 de octubre de 1486, el inquisidor Henry Institoris, y otros dignatarios eclesiásticos, se reunían en el Ayuntamiento de Innsbruck, Austria. Acusaban a Helena Scheuberin junto con otras 13 personas, de practicar brujería y tener una vida sexual inmoral (conceptos siempre inseparables). Helena era insurrecta e independiente. Bramaba el inquisidor que merecía la muerte por tener muchos amantes y matarlos con sus poderes. Ella le increpó y públicamente le acusó de ser malvado. Al final, Helena fue absuelta y, como aquella de Troya, con su personal victoria selló el fatal futuro de cientos de miles de mujeres.
Institoris escribió en venganza por la humillación sufrida por una mujer, uno de los textos mas infames, conocidos y citados, que se convirtió en un método para los inquisidores: “El Martillo de las Brujas, Malleus Maleficarum”, publicado en 1487, uno de los primeros libros que compendia criminología, código penal y procesal. Tipifica la brujería como delito, porqué lo es y la forma de perseguirla. El texto fue utilizado por jueces en todos los procesos, apuntalados también por la Bula Summis Desiderantes Affectibus del Papa Inocencio VIII de 1484 que permitía la violencia contra las brujas.
Pero “El Martillo” iba más allá. Juzgaba no por el hacer sino por el ser. Explicita que la persecución está dirigida a las mujeres, dedica un capítulo a explicar “que las mujeres son seres inferiores y por eso al demonio le es más fácil lidiar con ellas, especialmente si son pobres”. Las notas manuscritas de las sesiones de tortura describen el perfil: mujeres, pobres y generalmente solteras o viudas; es decir, sin la “protección” y dominio de un hombre (pavorosamente parecido a las discriminadas en este “modernísimo” Siglo XXI). Casi todas ellas tenían un oficio, eran perfumistas, curanderas, consejeras, parteras…especialmente a estas últimas, se les señalaba por levantar a los nacidos para ofrecerlos al diablo. Así, a punta de superstición, tortura y muerte, hasta lo relativo al cuidado de embarazo y parto, fue “justificadamente” asignado a hombres.
En sus páginas, se decía claro: “hay brujas que hieren y curan, otras hieren pero no pueden curar y otras solo curan, pero a causa del juramento prestado al diablo, todas las obras de las brujas, incluso las buenas, deben ser consideradas como malas”. Para destilar remedios, el caldero era indispensable; a la fecha cuando se personifica una bruja, está con ella el caldero de las pociones. Así también la escoba. Esto porque se suponía que al no tener alma, las brujas no pesaban y podían volar. Miles peregrinaban a la “Balanza de las Brujas” en el pueblo holandés de Oudewater para probar que pesaban mas que el aire. Esa era la condición necesaria para obtener el certificado que descartaba su condición sobrenatural y salvarse de morir en la hoguera de los llamados “juicios de Dios”.
América fue igual. En julio de 1944 a Clara Fonseca se le moriría en los brazos un niño enfermo de meningitis, hijo de una influyente familia de Puebla. Si alguna vez tuvo poderes curativos, no lo sabremos. Los palos, piedras y cuchillos terminaron con su vida. Al final, la cacería de brujas solo fue la legalización y legitimación social de la violencia mas extrema contra las mujeres; feminicidios de la época mas oscura de la humanidad.
Hoy se sigue torturando y matando a las transgresoras, a quienes se alejan del rol de domesticidad, pasividad y cuidado maternal que de las mujeres se espera, exactamente como en la edad media…y eso que ahora somos modernos. ¡cacle, cacle!