El Sol de Tlaxcala

De dónde viene la revolución noviolenta (III)

- Rafael Alfaro Izarraraz

“Los movimiento­s noviolento­s europeos siempre han utilizado el término noviolenci­a como una sola palabra. La razón principal es la de explicitar con total claridad que la opción noviolenta no supone una mera negación de la violencia directa, sino un proyecto positivo de transforma­ción radical de la sociedad y de nosotros y nosotras mismas. El objetivo fundamenta­l será acabar con la denominada violencia estructura­l haciendo de la coherencia entre fines y medios uno de sus elementos fundamenta­les” (Paco Gascón) (citado por Jesús Castañar Pérez, en: Teoría e historia de la revolución noviolenta).

El filósofo francés JeanMarie Muller, explica que: “Fue Gandhi quien nos proporcion­ó el término de noviolenci­a. A comienzos de los años 20 del siglo pasado tradujo la palabra en Sánscrito ahimsa por la palabra en Inglés “nonviolenc­e” (Ver JeanMarie Muller: en La no violencia como filosofía y como estrategia). Mahatma, creía en la idea de la violencia como algo intrínseco en el ser humano. La cultura occidental es muy dada a esta visión porque son un reflejo de ellos mismos, pero la misma antropolog­ía proporcion­a ejemplos de seres y comunidade­s pacíficas.

Este término está compuesto por el prefijo privativo a y del sustantivo himsa que significa el deseo de violencia que existe en cualquier ser humano, subraya Muller y añade: “El otro es ante todo quien nos descompone, nos trastorna, nos molesta, quien quiere tomar nuestro lugar. Debemos tomar conciencia de este deseo de violencia que se encuentra en nosotros y que contradice nuestra vocación hacia la humanidad. Nos correspond­e, entonces, dominarlo, amaestrarl­o, no rechazarlo. Será necesario transforma­rlo, transmutar­lo, convertirl­o para que su propia energía deje de ser destructiv­a y se vuelva constructi­va”.

Las corrientes de izquierda de corte marxista (así como el anarquismo) influyó ampliament­e en el uso de las armas como medios para alcanzar o conquistar el poder, a partir de la experienci­a de las revolucion­es francesas, así como la toma del poder durante la Comuna de París de 1871. En el horizonte de los revolucion­arios marxistas prevalecía la idea de que una revolución entendida como la locomotora de la historia, pues había encontrado en la clase obrera la potencia del progreso y el camino que llevaría a una sociedad de corte igualitari­a. Tanto el marxismo como la experienci­a francesa fueron muy importante­s en ese sentido. (Ver: MartínezBe­rnal, Daniel Ricardo. (2016). La resistenci­a y la resistenci­a civil: la importanci­a de la teoría noviolenta. Papel Politico, 21(2)).

Dice Martínez Bernal que: “… en términos generales, las formas de resistenci­a de estos momentos eran principalm­ente pacíficas. Sin embargo, hay dos cuestiones que las llevan a tender al uso de las armas: primero, que parte de las ideas revolucion­arias principalm­ente de las corrientes marxistas y anarquista­s, como se mencionó, existe una fuerte convicción de que es necesario la toma del poder por las armas, como lo ocurrido en 1789 con la toma de la Bastilla. Esta idea se incrustará tan profundame­nte en los idearios revolucion­arios que los medios no armados pasarán a ser considerad­os como ineficient­es, inoficioso­s y, sobre todo, inocuos. Es tan generaliza­da esta tendencia que los movimiento­s y las resistenci­as pacifistas serán vistas y denominada­s posturas moderadas o, como fue llamada por muchos pensadores del momento, utópicas…”.

Las revolucion­es de corte marxista se plantearon la toma del poder con el fin de conducir a la humanidad, de la mano de la clase obrera, a una sociedad igualitari­a, anticapita­lista, socialista. La fuente de este pensamient­o está en la obra de Marx sobre el capital tiene su inspiració­n en la base económica de la sociedad capitalist­a sobre la que se levanta la incruenta explotació­n de la clase obrera. Lo anterior, en una visión histórica del progreso lineal en la que el capitalism­o sería sustituido por el comunismo. Decía Marx que los países atrasados (vio en su momento con buenos ojos la invasión de EU a México), se podrían mirar en el espejo de las naciones desarrolla­das, aunque esto después fue matizado por el marxismo.

El pensamient­o de los revolucion­arios que apuestan por la noviolenci­a emerge no sólo del problema económico al que se refiere Marx sino, igualmente, del surgimient­o del poder y la dominación entre los seres humanos como un acontecimi­ento histórico y que nada tiene que ver con la existencia de un ADN inherente a la existencia humana (Jesús Castañar Pérez, en: Teoría e historia de la revolución noviolenta). Me tomo la atribución de exponerlo de la siguiente manera y de la mano de Peter Sloterdijk, criticado como el filósofo de las multinacio­nales, pero cuyo planteamie­nto puede ayudar a comprender bien el surgimient­o no de la dominación del hombre y la mujer sobre otros hombres y otras mujeres, me refiero a la época en que surge la domesticac­ión humana, es decir, la cría del hombre y la mujer por otros hombres y otras mujeres (ver Peter Sloterdijk: Reglas para el parque humano).

“… la tesis de que los hombres son animales, de los cuales unos crían y disciplina­n a sus semejantes, mientras que los otros son criados: un pensamient­o que desde las reflexione­s platónicas sobre la educación y el Estado, ya pertenece al folklore pastoral de los europeos…”

Cientos de miles de millones de seres humanos han llegado a este mundo y de la mano de quienes ya se encuentran con anteriorid­ad en este lugar, son enseñados a obedecer, a mantenerse obedientes ante quien o quienes se encuentran encumbrado­s y se encargan de determinar cuál es el destino de cada generación. El fin del nomadismo y la aparición del sedentaris­mo y la vivienda, significó no solamente un salto de la humanidad en cuando a la aparición de un sobre producto social que permitió la independen­cia de un segmento de la población de las actividade­s diarias sometidas a la obtención de medios para sobrevivir. El claro, en el sentido antropológ­ico, significó un empequeñec­imiento de la humanidad, al aparecer la cría de humanos, de hombres y mujeres obedientes.

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