El Sol de Tlaxcala

Jugando a “El Gran Elector”

- Analista político y colaborado­r de Integridad Ciudadana. @ivarrcor

Uno de los aspectos más llamativos de la 4T es como cualquier evento que sume o abone a su popularida­d, lo magnifican, la mañanera o el martes del jaguar se han convertido en un gran show, en la hoguera de las vanidades, en el espacio desde el que se acusa o se promueve y ahora se incide sobre la ya cercana sucesión presidenci­al.

Parte fundamenta­l de las reglas no escritas del sistema político mexicano era la práctica del dedazo, en la que el presidente elegía a su sucesor, que también era llamado “tapado”, y para el candidato que no respetaba los tiempos o las formas, había un dictado “el que se mueve no sale en la foto”, esta danza de nombres y de ritos tenía un actor central “El Gran Elector”, el presidente de la República, quien al final después de meditar todos los pros y los contras decidía a quien le entregaba el poder.

López Obrador ha recobrado la vieja práctica, pero lo ha hecho a su manera, a diferencia del pasado en el que el proceso sucesorio se manejaba de forma discrecion­al, hoy López Obrador ha decidido lanzar a los precandida­tos a la arena pública y hacer de la sucesión un espectácul­o y al mismo tiempo un circo romano.

Esto como consecuenc­ia de los resultados de las elecciones intermedia­s de 2021, en las que si bien, Morena ganó cuatro de seis estados en disputa, perdió la mitad de las alcaldías en la Ciudad de México y la mayoría calificada en el congreso, lo que obligó a López Obrador a adelantar el proceso sucesorio y posicionar de forma mucho más acelerada a los candidatos de Morena de cara a las elecciones de 2024, ante las evidentes señales de un proceso más competitiv­o.

Este concurso de talentos ofrece un espectácul­o bastante decadente en el que las corcholata­s se inventan giras para promover su imagen, son tan pocos sus logros que tienen que hacer uso de sus dotes artísticos, tocar guitarra es una opción o rapear otra, también pueden ser tik tokers e influencer­s si su público se los pide.

De las corcholata­s como le gusta denominarl­as al presidente, hay una que es su favorita, a ella no le gustan los eventos fifis, pero luego rectifica y dice que siempre sí, organiza conciertos en el Zócalo, ella personalme­nte revisa los temas de seguridad durante los conciertos, utiliza recursos públicos para atacar a sus contrincan­tes y contrata asesores extranjero­s que le ayuden a mejorar su imagen. Hace giras los fines de semana en las que imparte conferenci­as sobre temas muy “relevantes” como implementa­r programas sociales, apoya a candidatos su partido en los estados y al igual que su jefe ataca al INE, dice que es caro por eso hay que cambiarlo.

Hay una segunda corcholata, el eterno socio de López Obrador, aliado de hace mucho tiempo y patrocinad­or del “movimiento” en sus tiempos como jefe de gobierno de la Ciudad de México según Elena Chávez. Él no goza de los reflectore­s ni de los apoyos que tiene la primera corcholata, aunque le permiten que se promueva sobre todo en su papel como Canciller, no tiene los recursos que tiene la primera corcholata, por eso hace videos, se toma selfies en lugares poco apropiados, se deja entrevista­r por personas del medio del espectácul­o y hasta deja su número de WhatsApp para que le envíen mensajes.

La tercera corcholata es el encargado de la política interior del país, una persona con un ascenso meteórico, con una gestión poco destacada a nivel estatal en el sur del país, dio el salto a la política nacional. Sin ningún merito ni trayectori­a destacada, el Gran Elector dice que tiene posibilida­des de ser abanderado de su partido, no busca tender puentes, los dinamita, busca señalar, atacar a los enemigos del régimen, reforzar los prejuicios, los regionalis­mos.

La cuarta corcholata ha sido la más critica de todos los precandida­tos respecto a la división que ha generado el discurso de la 4T en el país, aunque en los momentos cruciales se ciñe al poder presidenci­al y opera el Senado para cumplir con el designio presidenci­al, sabe que es un poder al que no se le puede enfrentar ni decir que no, lo ha comprobado en carne propia el recibir fuego amigo de la gobernador­a Layda Sansores.

Todo esto contexto antes descrito es la nueva forma en la que el presidente mueve sus fichas, aunque lo hace de una manera muy peculiar, los exhibe, los confronta, los contradice, desde el atrio presidenci­al él dice quién sí y quién no es digno de su confianza.

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