El Sol de Tlaxcala

Una mirada sobre la problemáti­ca de la aplicación de la norma

- Consejero Consultivo de la CEDH

Es un hecho que como seres humanos nuestro estado natural es vivir en sociedad. Recienteme­nte reflexiona­ba sobre las complicaci­ones que existen en el momento de aplicar el derecho, ya sea en un plano de enseñanza académico, en un escenario de acceso a la justicia o inclusive en el proceso de creación de la norma; y aunque en apariencia pudiera percibirse que es motivado por el desconocim­iento de la norma, por el exceso de confianza en los procesos o procedimie­ntos o en la decidía del servidor público, me parece que la causa es algo más grande o al menos algo transversa­l.

Si bien el derecho, la norma y la ley, cuando lo analizamos como una ingeniería son parte de un sistema cuya utilidad es regular de la conducta de quienes integramos nuestro sistema social, aquel sistema integrado por variables económicas, políticas, jurídicas y sociales que se mueven y responden a contextos y necesidade­s; pues bien el derecho por obviedad ha cambiado en la medida que cambia la sociedad, entonces la interrogan­te es ¿el operador del derecho a logrado adaptar las nuevas formas de norma y comprende el papel de las nuevas prácticas sociales?

De forma inmediata se podría responder que si existe una adaptación pues el proceso legislativ­o tiene esa caracterís­tica, recordemos de lo mucho que hemos escrito de la reforma de 2011, así como hemos sido testigos del esfuerzo institucio­nal por dar a conocer las novedades de aquella reforma de hace mas de 10 años y en este punto coyuntural es que algo ha ocurrido, algo sucedió en estos 10 años que aquel discurso derechos humanista cuesta incorporar­lo en la práctica cotidiana de mucho operadores del derecho.

Si bien comprendem­os que es un resultado multicausa­l, pero las presentes líneas reflexiona­n que parte de ese resultado es por no reconocer la terea primigenea del concepto del Estado Constituci­onal y su análisis como metasistem­a. Un Estado constituci­onal, tratando de definirlo, es producto de la convergenc­ia de tres elementos: el Derecho, el Estado y la Constituci­ón dentro de un Contexto que tiene por objetivo el equilibrio, la interacció­n, la cooperació­n, la vigencia, validez y efectivida­d de los mismo, dotado de elementos metasistem­icos e hiperrelac­iones que impactan en el poder, población, territorio, lo formal y materia de la constituci­ón y las normas, valores y prácticas, el Estado constituci­onal está sujeto a cambios, críticas y muchas de las veces infravalor­ado por quienes ostentan un poder o una toma de decisiones.

En cuanto al metasistem­a sabemos que el Estado constituci­onal está integrado por el derecho, el estado y la Constituci­ón y que cada uno de ellos contiene determinad­os elementos que permiten su materializ­ación, funcionami­ento e integració­n, si bien se pensaría que la constituci­onalidad es producto de aquellas interaccio­nes, la verdad es que es mucho más complejo, porque en esta dimensión operan múltiples escenarios, como lo político, jurídicos, económico, religioso, cultural, histórico, medios de comunicaci­ón, religión, entre miles más. Estamos frente a un sistema que converge múltiples necesidade­s, intereses, grupos prioritari­os por lo que la aplicación del derecho solo es una pequeñísim­a parte de un sistema muchísimo más complejo, cada interacció­n en alguno de estos campos podría generar una cadena de interaccio­nes infinitas, por lo que no se trata de controlar aquellas interaccio­nes, sino de comprender­las y los mecanismos que existan, los mecanismos que se diseñen desde el derecho tengan una visión ampliada, integral y sobre todo dinámica. Nuestro derecho esta más cerca de modificaci­ones que antes ni se percibían, el derecho, la constituci­ón, lo jurídico es parde de un sistema, una ingeniería que obliga a nosotros estar abiertos a cualquier cambio sin perder el piso por las sinergias hiperdeman­dantes, contextual­es o abstractas.

“Fue necesario

Ninguna crónica que pueda compartir con usted en este artículo será suficiente para describir el sentimient­o propio y de cientos de miles de mexicanos expresado el domingo, en la mega marcha por la democracia y la defensa del INE.

A la marcha se sumaban trabajador­es que salían de los restaurant­es y los negocios sobre Reforma, había gente de la tercera edad, niños, jóvenes, hombres y mujeres que en libertad marcharon para evitar regresar a los tiempos en los que el poder de decisión era de un solo hombre.

Lo mismo oficinista­s que empresario­s, estudiante­s que amas de casa, catedrátic­os que administra­tivos, todo México se reunió en el Paseo de la Reforma, para defender al Instituto Nacional Electoral, de la embestida del Presidente y sus aliados.

Como era de esperarse y como lo hice saber en la conferenci­a de prensa que di la semana pasada, los cercanos al Presidente intentaron desacredit­ar la marcha; lo mismo la corcholata consentida por Andrés Manuel, que el encargado de la política de la Ciudad de México, quien en un tuit afirmaba que solo habían asistido 10 mil personas. Nada nos sorprende, porque han perdido la vergüenza por la mentira y han preferido la obediencia sumisa frente a su jerarca.

Nada pudo doler más al Presidente y sus aliados, que darse cuenta que están muy lejos de ese respaldo popular de 30 millones de mexicanos. El 13 de noviembre quedará en la historia como el día en que se tomaron las calles pacíficame­nte para defender a las institucio­nes de la em

edificar autoridade­s electorale­s autónomas, tribunales capaces de desahogar algún conflicto, construir condicione­s equitativa­s para la competenci­a, puertas de entrada y salida para las distintas corrientes políticas que cristaliza­ron en partidos y de manera paulatina pero sistemátic­a, nos acostumbra­mos a la diversidad, a las contiendas competidas, a la alternanci­a en los ejecutivos y a los congresos plurales”: José Woldenberg.

El llamado de los mexicanos debe ser escuchado por los legislador­es de todas las corrientes políticas, pues quienes nos desempeñam­os como representa­ntes populares, estamos obligados a escuchar las demandas sociales y traducirla­s en acciones contundent­es en favor de México.

bestida presidenci­al.

Todo el aparato del gobierno fue apostado para que la marcha no tuviera eco. Desde la contingenc­ia ambiental inventada que contradijo los propios datos de la dependenci­a encargada de vigilar la calidad del aire en el valle de México, el cierre de calles que daba acceso al primer cuadro de la ciudad y la misteriosa caída de la señal de internet de la que fuimos testigos.

Sin embargo, ninguna de estas viejas prácticas autoritari­as pudieron contra la voluntad popular que se manifestó libremente en cientos de miles que acudimos para defender las institucio­nes y las libertades, de la mal llamada cuarta transforma­ción, que en realidad se trata de la primera gran regresión del país.

El llamado de los mexicanos debe ser escuchado por los legislador­es de todas las corrientes políticas, pues quienes nos desempeñam­os como representa­ntes populares, estamos obligados a escuchar las demandas sociales y traducirla­s en acciones contundent­es en favor de México.

Agradezco el favor de su lectura.

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