¡Evento extraordinario!
En el sindicalismo magisterial de Oaxaca está sucediendo lo extraordinario. Yeny Araceli Pérez, hasta hace unos días maestra de primaria en activo, ahora es, por elección libre y democrática, lideresa de la sección veintidós, que agrupa a decenas de miles. Originaria de Tamazulapam del Espíritu Santo, en la sierra Mixe, es una luchadora social a quien el gobernador Ulises Ruiz encarceló, y ahora con sus primeros actos encabeza una marcha contra el nuevo gobernador. Lo que asombra es que esta elección suceda en la circunstancia actual. Por décadas, en nuestro país todo sindicalismo era sinónimo de libertad “castrada”. Políticamente sometido.
Democráticamente imposibilitado. Que los profesores democráticos se estén sacudiendo a los caciques del SNTE ha costado décadas, sangre y movilizaciones. El sindicalismo oficial en México, porque no había de otra ha sido la expresión de un “amasiato” entre caciques y gobierno.
Después de la Revolución, los sindicatos han sido organizaciones para el control. Fue la praxis de aquella idea de Plutarco Elías Calles, de que las fuerzas sociales que violentamente habían participado en la Revolución había que encausarlas en el redil gubernamental e irlas oficializando castigando o convidando, para que se olvidaran de levantamientos y asonadas.
Para ello, la columna central fue el PNR, abuelo del PRI. Tres grandes componentes se idearon para ello, donde militarían obreros, campesinos, y sectores medios. En este último se ideó el espacio de control para los trabajadores de la educación. En el México de los años treinta como hoy, los maestros son la clase pensante del país. Pero la inteligencia es rebelde por su propia naturaleza. Había que “domesticarlos” y para ello nada mejor que los sindicatos controladores y gansteriles, que solapaban premiaban o perseguían hasta el asesinato, si era necesario.
Muestra de lo que digo, es el edificio en el D.F. del SNTE que es un verdadero bunker. Igual sucede en la ciudad de Tlaxcala. El poder se expresa en la fuerza y viceversa. Se trataba de un sindicalismo “porril” como todos los demás en México. Líderes que parten o que reparten los beneficios o los castigos. Hay profesores con dos o tres plazas “comisionados” y los hay en zonas rurales, en condiciones precarias.
Los cacicazgos de Olivares Santa Ana, o Elba Esther Gordillo o Jonguitud Barrios, fueron poderosos en el ámbito nacional. Poco importaba la educación; muchos sus objetivos políticos y económicos. Amasaron descomunales fortunas, vivían como sultanes turcos y repartían prebendas. Pero reitero que en las filas del profesorado abunda la inteligencia y el talento. Aunque también es una humana aspiración, la de jubilarse en las mejores condiciones y para eso, había que adoptar la docilidad sindical. Muchos otros engrosaron las filas del porrismo matraquero y golpeador. Pero esa forma, cumplió su finalidad histórica y debe desaparecer. No entiendo porque, hace unos días, miles en el D.F marcharon, “defendiendo” la democracia del INE y supuestamente la electoral. Pero se olvidaron de defender la democracia sindical. Siendo que una y otra son prácticas democráticas.
El papel transformador de la educación no se discute, pero que esta sea democrática es una exigencia ineludible. Solo podrá haber elecciones libres entre los mentores, si libres son de la conciencia. En los años treinta en México, el régimen posrevolucionario, utilizó al sindicalismo para controlar el voto de profesores y convertirlos en difusores del voto rural. Pero esa época fue superada. La politización de la conciencia ciudadana rebaso el esquema y exige democratizar ese sector y esto reclama elecciones libres y reconocimiento de sus resultados.
La lucha histórica por la democracia sindical en la educación ha sido muy fuerte. Se cansaron del pastoreo gubernamental, por eso junto a un SNTE oficialista, nació la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación CNTE, que desecho a los “mandones” tradicionales.
Los nuevos tiempos exigen cambios estructurales. Por eso es más que risueña la señal de que en la tierra de Juárez, los docentes hayan elegido libre y democráticamente a una maestra de primaria, de origen campesino y luchadora social de toda la vida, que pretende “servir y no servirse”, que practica los valores familiares y comunales; que promete ser aliada de quienes la eligieron. En el país, está eclosionando un nuevo sindicalismo que de inicio declaró “que no marchaban festejando al nuevo gobernador, sino protestando”. Estamos frente a un parte aguas que permite avizorar una etapa de conmoción para el sindicalismo de la educación en México.