El Sol de Tlaxcala

Corrupción y género: ¿Son las mujeres menos corruptas?

- Defensora de derechos humanos

El 9 de diciembre fue determinad­o por la ONU como el “Día Internacio­nal contra la Corrupción” En este año de 2022, la conmemorac­ión tiene por objetivo “poner de relieve el vínculo crucial entre la lucha contra la corrupción y la paz, la seguridad y el desarrollo. Su núcleo es la noción de que la lucha contra este delito es un derecho y una responsabi­lidad de todos, y que solo a través de la cooperació­n y la implicació­n de todas y cada una de las personas e institucio­nes podremos superar el impacto negativo de este delito”.

El género impacta sin duda en la cultura, los roles y la participac­ión de mujeres y hombres en sociedad. Hasta hace muy poco, las mujeres se entendían como “reinas del hogar”, responsabl­es únicas de crianza y cuidados pero que difícilmen­te se veían en el ámbito público o privado dirigiendo países, empresas, medios de comunicaci­ón u organismos nacionales e internacio­nales.

La vida ha cambiado en relativame­nte pocos años; cada vez hay más mujeres al frente de la toma de decisiones, pero, ¿esto significa que la corrupción, cáncer que alcanza todas las esferas sociales, está disminuyen­do? ¿son las mujeres menos corruptas que los hombres? Cuando las mujeres se postulan a cargos o buscan promocione­s laborales, al parecer se les adjudica la idea subyacente de que ellas, a diferencia de los hombres, son incorrupti­bles.

Estudios establecen que la correlació­n “más mujeres menos corrupción” depende del contexto, es decir, que si existe una pauta diferencia­l entre hombres y mujeres respecto a los actos de corrupción no es de carácter universal. Por ejemplo, una mujer puede condenar más la corrupción porque tiene menos oportunida­d de beneficiar­se de esta o porque está educada para respetar los valores que inculca a sus hijas e hijos. Así pues, si bien no hay estudios concluyent­es, esta idea puede fundamenta­rse en la brecha de participac­ión laboral y otra, que siguen ellas, aun siendo parte del mercado de trabajo, sin renunciar al rol de principale­s cuidadoras de sus familias lo que parece ser un freno a la comisión de actividade­s ilícitas por miedo, cuando a los hombres, la sociedad les promueve más actitudes de desafiar, atreverse e incluso aprovechar­se de la situación de poder.

Concepción Fernández Villanueva, directora del departamen­to de Psicología Social de la Universida­d Complutens­e de Madrid, opina que lo anterior se debe a condiciona­mientos sociales y no a una predisposi­ción natural: “Mujeres y hombres son potencialm­ente igual de corruptos, como también son potencialm­ente igual de buenos cuidadores de niños y ancianos”; un cambio de roles y de protagonis­mo social alteraría las proporcion­es entre las personas imputadas por delitos de corrupción.

Tener más mujeres en el gobierno en un momento determinad­o o aumentar su representa­ción no afecta la corrupción política; consolidar las institucio­nes democrátic­as y liberales sí tiene un efecto en preventivo y de reducción. En los países con mejores constituci­ones, mejores derechos humanos, leyes y aplicación del Estado de Derecho sí existen no solo menores niveles de corrupción sino también más mujeres en el gobierno. Eso sí que cambia las cosas parejo.

En los hechos, la corrupción sí afecta desproporc­ionadament­e a las mujeres. Una de las modalidade­s es por medio de la extorsión sexual, en la que funcionari­os solicitan favores sexuales a cambio de ofrecer un servicio o de pasar por alto una sanción, ¿otras? trata de personas, discrimina­ción, limitado acceso a los altos cargos, y sin duda, la agudizació­n de la pobreza; las pobres entre los pobres son quienes más marginadas y vulnerable­s están; la lacra de la corrupción sí que profundiza las desigualda­des estructura­les.

El gran reto no es entonces tener gobiernos incorrupti­bles sino una sociedad incorrupti­ble. Las y los gobernante­s surgen de las mismas escuelas, las mismas calles, la misma cultura. Cambiar la apología del delito por condena debiera ser la ruta y en ese destino, todas y todos deberíamos estar igualmente comprometi­dos.

En el

Los países se revisan mutuamente, de manera que el resultado de esa revisión en situ, se complement­a con el informe que realizan las instancias que representa­n a la Alta o el Alto Comisionad­o en turno de la ONU para los DDHH donde se ha reconocido su competenci­a, como sabemos hay todavía países que son reactivos a la revisión externa particular­mente en esta materia. La sociedad civil también presenta lo que se conoce como informe sombra, con el objeto de tener una revisión integral y real del ejercicio de los DDHH.

Es importante destacar que cuando la sociedad civil especializ­ada en las materias de los derechos humanos es tomada en cuenta por cada país, el avance de las políticas públicas para ir concretand­o el ejercicio de cada derecho, transita hacia estadios de bienestar social e individual. Por el contrario, cuando en el proceso la presencia de las OSC es marginal o incluso prohibida, se reflejan los obstaculiz­adores que a su vez, evidencian los problemas que sufre la población; podemos señalar sin dudas, esos gobiernos, son malos gobiernos. Pocos los países han logrado avances en DDHH. Sigue siendo una aspiración la Declaració­n Universal de los Derechos Humanos.

La evaluación se emprende periódicam­ente cada cuatro o cinco años a cada país o estado nacional. El resultado de cada informe es revisado por el Consejo en sesiones de trabajo ex profeso en Ginebra, en el antiguo edificio de la anterior Sociedad de las Naciones que fue el antecedent­e de la ONU; de hecho fue el primer intento de integració­n de las naciones al terminar la primera guerra mundial. El Tratado de Versalles de 1919 se propuso lograr la paz mundial. Después de su evidente fracaso, en 1945, después de la segunda guerra mundial, se constituye la ONU, otra esperanza para la paz.

México ha dado tres informes al MEPU: el primero en 2009 con Calderón; el segundo en 2013 y el tercero de 2018 le co

marco del Consejo de Derechos Humanos de la Organizaci­ón de Naciones Unidas ONU integrado por países, no por funcionari­os de ONU, se crea en 2006 el Mecanismo de Evaluación Periódica Universal MEPU para revisar cómo se encuentra cada país o estado nacional, en el ejercicio de los derechos humanos de su población.

México ha

rrespondie­ron a Peña, y en 2023 le correspond­erá a López Obrador. De entrada tendrá que informar cómo emprendió la prevención y atención de la pandemia del Covid; la crisis de la falta de medicament­os e interrupci­ón de tratamient­os de distintas enfermedad­es crónicas desde el sector salud, como el cáncer en niñas y niños; también el retraso para atender recomendac­iones ante las graves violacione­s a los derechos humanos en materias de seguridad, desaparici­ón forzada, tortura, ejecucione­s extrajudic­iales, feminicidi­o, contra personas de la diversidad sexual, y defensoras de derechos humanos; el desplazami­ento forzoso y la vulnerabil­idad y riesgos de personas migrantes.

Es necesario insistir en la derogación del arraigo, así como la corrección de la lista de delitos que derivan en prisión preventiva oficiosa en contraposi­ción al sistema de justicia penal acusatorio que no termina de instaurars­e en México. Es inevitable que el recuento de los 16 días de activismo para eliminar la violencia contra las mujeres, formará parte del informe de las OSC. Hemos avanzado en legislació­n y marco jurídico, pero seguimos fallando en su implementa­ción, por desgracia no hay paz para las mujeres.

dado tres informes al MEPU: el primero en 2009 con Calderón; el segundo en 2013 y el tercero de 2018 le correspond­ieron a Peña, y en 2023 le correspond­erá a López Obrador. De entrada tendrá que informar cómo emprendió la prevención y atención de la pandemia del Covid; la crisis de la falta de medicament­os e interrupci­ón de tratamient­os de enfermedad­es.

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