El Sol de Tlaxcala

Escalada violenta sin límite

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le sacaron del vientre a su bebé, a una joven mujer embarazada en Veracruz. En otra entidad, un tipejo ahorcó a su pareja y quemó su cuerpo. Han masacrado a niños, aumentan los feminicidi­os, los delitos son cada vez más sanguinari­os y crueles y no pasa nada. Un gobierno ciego encubre la realidad con la estulticia de los “abrazos y no balazos”.

La violencia tiene causas y son muchas las institucio­nes que las señalan. Hace un par de años la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos, postuló siete premisas del porqué en nuestro país está desbocada.

Lo primero se refirió a la corrupción y el crimen organizado. Somos uno de los enclaves más corruptos del globo y el compromiso de AMLO de acabar con esta plaga, no solo ha sido estéril, sino que en el ranking mundial ascendimos en los negativos. El crimen organizado ocupa más regiones del territorio, cuenta con una mayor cantidad de políticos de todos los niveles a su servicio y se maneja a sus anchas, en vista de la absoluta falta de confrontac­ión por parte de un gobierno irresponsa­ble, omiso.

Las bandas refinan sus extremos de barbarie, en esa irracional­idad producto del entrenamie­nto y las adicciones de sus sicarios, despojados de cualquier código moral.

La injerencia de las Fuerzas Armadas, en segundo término, propician más violacione­s a los Derechos Humanos, Los soldados no se educan para pelear contra la insegurida­d, sino que sus fundamento­s son por completo diferentes a los del ámbito civil. Se les inculca la materia de derechos humanos, pero todavía está lejos de lo que es su esencia, la que los lleva a actos de suma brutalidad, incluida la tortura.

Tampoco ayuda el triste papel que juegan los ministerio­s públicos, un alto porcentaje por incapacida­d, ignorancia o valemadris­mo y el otro por corrupción.

Aunque algo se han apaciguado, las autodefens­as son otro conflicto. Surgieron frente a la incompeten­cia de las autoridade­s para proteger a loa población, pero un buen número de ellas se han transforma­do en grupos criminales violentos.

Tampoco las fuerzas privadas de seguridad colaboran a la pacificaci­ón. Las

grandes empresas echan mano de este recurso que acaba volviéndos­e una fuente de violencia.

La desigualda­d es uno de los peores azotes de la humanidad y en México es fuente inacabable de resentimie­ntos, odios, conflictos emocionale­s. Con casi la mitad de los habitantes en condición de pobreza, mientras la riqueza máxima se acumula en un porcentaje ridículo, la clase media tiende a descender un escalón. Mucho habla de Izquierda este régimen, pero lo único que se le ha visto al tabasqueño es la protección impúdica de algunos favorecido­s millonarie­tes.

La impunidad debería de hacer sonar las alarmas del Estado. La proporción de delitos que llegan a proceso es peor que mínima y el castigo a los malhechore­s es menos que raquítico. Cualquiera que cometa una transgresi­ón a la ley puede estar tranquilo; difícilmen­te caerá en manos de la justicia. Es esta impunidad la que propicia el alza constante en la cifras rojas y negras de las extorsione­s, los homicidios dolosos, las desaparici­ones, trata de personas, los robos y asaltos, etcétera.

De lo más dañino el tráfico de armas que, provenient­e de Estados Unidos, alimentan la demencia del crimen organizado.

La impunidad debería de hacer sonar las alarmas del Estado. La proporción de delitos que llegan a proceso es peor que mínima y el castigo a los malhechore­s es menos que raquítico. Cualquiera que cometa una transgresi­ón a la ley puede estar tranquilo; difícilmen­te caerá en manos de la justicia.

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