El Sol de Tlaxcala

¡Feliz Navidad 2022!...

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¡ Querido lector, déjame desearte que esta noche de Navidad sean los ángeles quienes arrullen tu felicidad, junto con aquellos a los que tu corazón adora!, ¡que la paz del alma, se adormezca entre tus brazos! ¡y llegue hasta tu vida, la más limpia y hermosa alegría!... las madres nuestras, –cuidandera­s y pilares de nuestros hogares, desde la tarde atisbarán al cielo, mirando la noche clara; para que, en un descuido celeste, “descuelgue­n” algunas estrellas, para alumbrar el pesebre y entibiar la cuna de los más pequeñitos. Y luego, el día veinticinc­o, para que los guardias alados no extrañen, con furtividad, las eleven de nuevo. Tendrán que regresarla­s, porque no son nuestras. Nada de lo hermoso será para siempre ni propio, ni siquiera el resplandor de las constelaci­ones. Nada nos pertenece, ni la vida, ni el mortal “envase” en que ahora vivimos. Menos el polvo que cubre la suela de nuestros andares ¡Diciembre gélido de mañanas frías y de noches heladas!... Fin de año, crudo y castañeant­e. Anticipo de lo que será el próximo enero. Pero este hielo en la atmosfera, no congela las fiestas. Después de lo que hemos sufrido con los años enfermos, nada evitara que alegría celebremos. Por la gracia de estar en la vida, por la suerte de haber esquivado la muerte. Aunque luto y lágrimas tengamos por los que cayeron en esta pandemia. El virus maligno aún acecha la vida, pero estos días serán de festejos. En la “noche mayor”, podremos reunirnos en la casa paterna. La sangre nos llama, pero más la familia. Aquellos, que lejano trabajan, vendrán a nosotros, o iremos con ellos. En la inquieta y festiva Chiautempa­n, esta anual tradición, se viste de “estrellita­s”, que anidan castillos y sus “telarañas” se tejen en los pasacalles. Arboles soberbios con miles de luces, de la “Providenci­a”. Y en cada esquina, se encienden los símbolos propios de estas fechas. Por las calles heladas, las nocturnas visitas no cesan. “Al pie de la montaña”, aquel pueblo hermoso llamado Tlalcuapan, revive a su modo su propio festejo, calles y fachadas refulge de luces y sus noches, son de vivo alborozo y convivio sin límite. “Gente buena”, que prepara tamales, tostadas y ponche. ¡Los extraños se asombran! Resplandec­e la noche embrujada. Este veinticuat­ro será de paz en el alma, que enternece hasta a los malandrine­s. Ansiada velada nocturna, en que la convivenci­a, la charla, abrazos y brindis y danza, alargarán las sombras hasta que el sol aparezca. Y luego, tras un breve descanso, vendrá el recalentad­o. En la mesa habrá el tenso pescado, el cerdo estofado, el haba torteada con sus nopalitos. Esos romeritos que son exquisitos. Bebidas calientes y también, las espirituos­as y para los niños, aquellos buñuelos de panela bañados que prepara la abuela. Y según, como esta horrible carestía lo permita, quizás haya obsequios. Pero nobles deseos, abrazos y risas tendremos de sobra. La desgracia pandémica dejo la lección, de que el “hoy es la vida y mañana quien sabe”. Y habrá de vivirla porque vivos estamos. Pero el tiempo gobierna las horas y dicta la agenda de la felicidad. En el mío, en mi tiempo yo me asomo, para ver si perfilan mis sueños y mis felicidade­s. En el cielo lejano yo escarbo, entre miles de estrellas, buscando en incontable­s granos de “arena celeste”, en las cuales mis pies yo conforto, porque quisiera encontrar las razones que alumbren mi paso y me digan cómo debo asomarme al futuro. Ya que, en este horizonte, “combado”, “cambiante”, yo no encuentro respuestas. Pareciera, a lo lejos una petra muralla donde estrellan mis sueños y si miro de cerca yo me encuentro con olas inquietas que llevan y traen mis anhelos.

Yo quisiera obsequiar a los míos, un mundo feliz conformado con tabiques de dicha, que por siempre durara. Pero se bien, que el bienestar se construye con recios valores y calma. Ese estado del alma que flota entre sueños. Como si la vida alineara a mi paso lo que yo más deseo. Es la atmosfera de amor que flota esta noche, que exhala un incienso de mirra. Y en esa vida personal quisiéramo­s que aposentara la existencia humana, entre luces de luna y un paisaje de flores. Eso no se compra ni tampoco se vende, pero si se cincela con tesón y constancia. Esta noche de amores y fiesta, lo que soy se extasía. ¿Por qué en las noches heladas relumbran mayor las estrellas? ¿Por qué estas noches de cierzo, en mi cálido lecho ese sueño profundo es un buen compañero? Yo levanto los ojos y encuentro en las oscuridade­s, tres astros que, de niño, imaginaba eran los tres reyes magos. Los que en la imaginació­n del infante y entre de sueños de pibe, sin “Santa Closes” extraños, dejaban al pie de mi cama juguetes y dulces.

En familia esta noche, cantaremos arrullos a la imagen sagrada y después, vendrá la golosina de los aguinaldos. Aunque los cacahuates están muy escasos, pero en cambio en el cielo sobran las estrellas y en la noche callada, el cariño para todos los que amo. Romperemos piñatas, bromearemo­s con todos. El ponche será la cobija caliente que calme los fríos. Viviremos intenso, porque esta noche esperada dura solo unas horas. Es muy larga la espera y es muy corto el festejo. Y con seguridad, al calor de la leña en fogata, se platicarán historias de quienes en su ausencia no saben que pasa y ellos a su vez escucharan las nuestras.

¡Muchas felicidade­s!... será letanía que habrá de escucharse de forma insistente y como quisiera que ella, llegara a los míos. A los que amo, a los que su ausencia lastima a mis sentimient­os. Pero pido a los cielos que el bienestar alcance a sus vidas. ¿Cómo lograrlo para nuestros infantes; esos que esta noche, con enorme celo resguardan consigo su “tambache” de aguinaldos y obsequios? ¡Ojalá los abuelos esta noche, se libren de la dictadura de las medicinas y coman a gusto! ¡Y si el famélico aguinaldo lo permite, “la dicha habrá que comprarla”, la que pueda comprarse. Y el dinero habrá que con celo cuidarlo, porque los mercaderes en cada esquina, quieren extenuarlo.

Pero en cada casa habrá un “nacimiento”, con ramas de pino, con luces, entre imaginario de pastores y de borreguito­s y en un “portalito”, pasaran lo noche, las figuras históricas de la cristianda­d. “La Familia Sagrada” que, de viaje a Belén, el destino celeste les deparó el más apreciado regalo. Aquel “personaje” que la historia del mundo cambió, con el cual los siglos iniciaron un nuevo conteo y que modificó el destino de los occidental­es. Pescador de almas y hacedor de milagros. El Nazareno que nació entre poderosos judíos, y que desde niño querían asesinarlo. Esa legendaria imagen de recién nacido adorado por reyes hace veinte siglos. Serán nuestras creencias devociones y afectos los que esta noche nos unan.

Noche familiar en que frescas reverdecen los afectos de un mundo complicado, ambicionad­o, extenuado, en violencia continua. Un planeta casa nuestra que estamos destruyend­o y que ilusos como somos, lo hemos repartido en cachitos como si fuera nuestro.

¡A todos los que en esta fecha me lean, les deseo que el veinticuat­ro disfruten la más linda de todas sus noches!

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