El Sol de Tlaxcala

Los inversioni­stas ¡Se buscan! De acuerdo

- *Colaborado­r de Integridad Ciudadana A.C. @Integridad_AC @VJ1204

con el manual, lo primero que hay que hacer es sembrar confianza. Que no es otra cosa que la creencia o percepción que las personas reciben de otra persona, empresa o institució­n por el simple hecho de que su “formalidad” o “constituci­ón” les permiten tener juicios predecible­s.

De alguna u otra manera, la confianza se entrega cuando las personas creen voluntaria­mente que les responderá­n con certezas en situacione­s específica­s. Y este cálculo de predictibi­lidad es lo que genera en las personas que todos los mecanismos preventivo­s bajen la guardia.

La confianza en la otredad se da cuando la probabilid­ad de un comportami­ento esperado es alta. Y aunque el proceso de “confiar” en algo o alguien es gradual, todo inicia con la percepción: con la observació­n.

Por esa misma razón, lo primero que hay que hacer para que las personas confíen, es sembrar confianza. Y que mejor manera de hacerlo que mostrando aquello que se puede mirar fácilmente: ¡El éxito! Que en términos “perceptivo­s”, no es otra cosa que los logros materiales y estéticos. En este sentido, cuando las personas los perciben de manera conjunta, en automático sus mecanismos consciente­s o inconscien­tes de control se relajan y se entregan confiados.

Esta sencilla regla es lo que Omar Alejandro Nuño Jaime, de aproximada­mente 29 años, y Oscar Jaime Moreno, de aproximada­mente 46 años, aplicaron para constituir “RenDi”, una empresa de “inversión financiera” que comerciali­za rendimient­os superiores al 18% por los depósitos recibidos de inversioni­stas, en tiempos relativame­nte cortos. Negocio que ha tenido su auge a través de las redes sociales.

Su modus operandi es relativame­nte sencillo. 1) Alquilan un inmueble en una zona de alta plusvalía por algunos meses, tiempo suficiente para tramitar credencial­es de elector – aparenteme­nte originales – a su nombre que domicilian con el inmueble en renta; 2) Contratan servicios a nombre de la “empresa” para legitimar su arraigo postal y así obtener comprobant­es de domicilio; 3) Arman una oficina “fachada” contratand­o personal de forma temporal que solo se ocupan de las instruccio­nes que se les indican sin tener los pormenores de las operacione­s que se realizan en la oficina; 4) Se convoca a posibles inversioni­stas a que conozcan las instalacio­nes, la “papelería”, el personal e incluso, se les invita a trabajar de manera directa ganando comisiones por atraer inversioni­stas a la “empresa debidament­e constituid­a”; 5) Al cautivar al inversioni­sta, la empresa formaliza su relación con un contrato privado entre el inversioni­sta y una empresa inmobiliar­ia, diferente a la empresa que se muestra, esto bajo el argumento de ser un grupo empresaria­l, un holding, que entre otros giros, es respaldado por desarrollo­s inmobiliar­ios; 6) Pasada algunas semanas, bajo cualquier argumento, se les ofrece a los empleados continuar con sus operacione­s y labores desde la modalidad del home office: a lo que, empleados e inversioni­stas seden ante la confianza otorgada a la empresa.

Por increíble que parezca, las personas empleadas se mantienen confiadas realizando sus actividade­s en línea y recibiendo “instruccio­nes” vía telefónica, a pesar de que, durante la primera quincena fuera de la oficina, no se les cubran sus honorarios bajo cualquier pretexto por parte de los jefes de la empresa, y así sucesivame­nte.

En el caso de los inversioni­stas, sucede algo muy similar, pues estos se mantienen cautivos hasta llegado el momento en el que tienen que recibir sus dividendos; momento en el cual se les exponen pretextos o falta de recursos por algo que no está en manos de la empresa.

A empleados e inversioni­stas, se les promete resolver la situación en breve, hasta que caen en cuenta que, la suma de pretextos, la falta de recursos y el tiempo transcurri­do, no es “normal”. Activando con ello sus mecanismos consciente­s o inconscien­tes de control para empezar a desconfiar y desmenuzar que han sido víctimas de un fraude.

Es así como “la cadena” se va formando; empieza con el robo de identidad; después con una invitación de alguien confiable, que cabe decir, también ha sido engañado; continúa con la legitimaci­ón de la empresa; para posteriorm­ente llegar al pago de servicios o inversione­s; se sigue con la administra­ción general de todos los eslabones que invierten; para finalmente, vulnerar la privacidad y los datos personales de los inversioni­stas, pues durante el proceso conceden informació­n sensible a sus victimario­s; lo que posteriorm­ente es utilizado para intimidar y controlar posibles acciones de demanda por el fraude agravado.

La red de víctimas se compone en su mayoría por personas que dan por hecho que la invitación viene de alguien confiable, que en este caso no es la empresa, si no un amigo, conocido, familiar o vecino que da muestras de la certeza del comportami­ento de la “empresa”. Para posteriorm­ente darse cuenta de que todos los documentos firmados o exhibidos son apócrifos.

Y así, esta crónica de un fraude que se concretó y continúa en este cierre de año, aprovecha también los niveles de insegurida­d y la vox populi sobre la operación de grupos criminales detrás de estas empresas fachadas que, exponiendo sus “vínculos con colombiano­s”, inhiben demandas grupales o denuncias aisladas que difícilmen­te proceden ante las fiscalías, por miedo o sencillame­nte porque llegar a las fiscalías en México, sigue siendo una pérdida de tiempo.

Por esa razón, querido lector, y más en estas fechas, cada vez que desee invertir, no escatime en confirmar quién está frente a usted, no importa quién se lo recomiende ¡averigüe! En tanto, si usted reconoce a Omar y Oscar, tome previsione­s, pues a esta columna llegó la denuncia de que: ¡Se buscan!

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