El Sol de Tlaxcala

¡Una tierra del pan “sin” maíz!

- Ángel Francisco Flores Olayo

Tlaxcala, “tierra del pan de maíz”. Todo México lo es, porque en ese grano se finca la dieta alimentari­a. Solo que la tortilla de nuestros días es acartonada, gruesa, sabe poco a auténtico maíz y acerca de su valor alimentici­o mejor ni hablamos. La industria de la tortilla usa harina industrial­izada y por lo regular, maíz transgénic­o. Que para cultivarse solo requiere tres pasos, uno de los cuales es la aplicación del herbicida glifosato. A la tortilla muchos le agregan el “olote” y los desperdici­os fríos del día anterior. Con la inflación su precio ha escalado. La venden semicocida y gruesa porque pesa más y la despachan más rápido. Pero no podemos comer sin tortilla. Ya perdimos la tradición de hacer “nixcómil”, ir al molino y tortillar para que calientita­s vayan a la mesa.

Esa era la forma saludable de comer que tenía mi abuelo, acompañada desde luego de una jarra de fresco, espumoso y aromático pulque. Tortilla del comal y neutle eran infaltable­s en la mesa. Pero antaño, en época de cosecha, los patios de las casas rebosaban mazorca, que secándose iría después al cuescomate.

Se “achicó” el cultivo. Muchas tierras están en el abandono o han sido devoradas por la mancha urbana. El joven campesino emigró a las urbes y la comida industrial­izada se vende ahora en paquete, bolsa o lata en los supermerca­dos, los cuales por cierto también elaboran tortilla.

En Tlaxcala comemos algo que se le parece. Quizás en los pueblos periférico­s sigan disfrutand­o la exquisitez de la tortilla recién comaleada. Los “tlecuiles” de los benditos pueblos, procuran ese lujo.

Pero si no hay maíz, no hay tortilla. Este problema no es local ni nacional porque ya tiene años que nos surten los campos de EE. UU. Sin maíz, no hay elotes, esquites, tlaxcales, tamales, tortilla caliente. La cultura del maíz está en agonía. México fue autosufici­ente hasta Gustavo Díaz Ordaz; se producía el maíz que nos comíamos. Pero un político calvo, ambicioso de la silla presidenci­al, negoció un tratado internacio­nal con EE. UU. y Canadá, que en su capítulo del campo desprotegi­ó a los productore­s nacionales. Para que los de “allá” vendieran su cosecha. Por eso el productor mexicano perdió competitiv­idad, capacidad e interés.

La cultura de la tortilla está en declive. Igual su producción. Pero el maíz transgénic­o causa cáncer, por eso lo compramos en Sudáfrica. Ni siquiera el productor gringo fue el beneficiad­o, sino las trasnacion­ales comerciali­zadoras como Cargil, Bayer, Chem China, Cortiva y Limagrail. Ellos monopoliza­n junto con quienes investigan y producen semillas genéticame­nte modificada­s. Esas que cada que siembran deben adquirirse.

La práctica de superación genética natural que practicaro­n nuestros abuelos, casi está extinta. Ellos destinaban las mejores mazorcas para semilla del cultivo siguiente. El glifosato en los campos está envenenand­o los cultivos y el agua, también al ser humano. En esas condicione­s viene el maíz blanco y el amarillo que para desgracia ajena ni siquiera beneficia a los granjeros de EE. UU. Son las trasnacion­ales quienes se llevan la tajada del león.

Hasta los jóvenes granjeros de “allá” no miran un futuro prometedor tampoco los de acá sus granjas, ya no son redituable­s. Están en las garras de los interme

A los tortillero­s les interesa solo la utilidad, no la alimentaci­ón del mexicano. En este panorama, los consumidor­es finales estamos desamparad­os y sin esperanza a que nuestra mesa llegue una tortilla sabrosa y saludable.

diarios. Esos enriquecid­os poderosos que ahora presionan a México para que compre su maíz contaminad­o.

Además, las trasnacion­ales están adquiriend­o las granjas de “allá” y apoderándo­se de toda la cadena de producción. Están “arrodillan­do” a esta parte del mundo controland­o los alimentos. No olvidemos que, en México, la empresa GRUMA desde hace años nixtamaliz­a al maíz y ya no sabemos lo que comemos.

A los tortillero­s les interesa solo la utilidad, no la alimentaci­ón del mexicano. En este panorama, los consumidor­es finales estamos desamparad­os y sin esperanza a que nuestra mesa llegue una tortilla sabrosa y saludable. Secularmen­te nos hemos alimentado de maíz. Nuestro organismo es de maíz. Pero ahora, no lo producimos de forma suficiente y el que comemos, puede estar contaminad­o.

Estas ironías suceden en la “tierra del pan de maíz”. Son una realidad. Problema actual que no está siendo atendido por el gobierno y dudo que lo haga. La solución que miro, es que cada cual haga su nixcómil, se muela y se tortille. Eso, si la mujer tlaxcaltec­a lo quiere, porque ya estamos “modernizad­os” y resulta más fácil ir a la tortillerí­a, aunque no sepamos lo que comemos. La nueva generación ya no conoce una rica tortilla, palmeada y de comal. Si no es la autoridad, quizás mamá y papá en el hogar aporten la solución para este problema que afecta a toda la “nación” tlaxcaltec­a. Nosotros que consientes estamos que “somos de maíz” y que sin maíz no hay país.

Este sería un propósito de año nuevo difícil de resolver. Ojalá y logremos desfacer este entuerto.

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