El Sol de Tlaxcala

Un regalito para Biden

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Había que

quedar bien con el mandamás del imperio, a unos días de su visita a México. El jueves se organizó el tremendo zafarranch­o para recapturar al hijo de El Chapo Guzmán —Ovidio—, al que se había aprehendid­o hace un par de años, pero AMLO dio orden de que se liberara “para no arriesgar la vida de inocentes”.

Se le acabó la temporada de gracia que, un tlatoani que se ve muy cercano a cárteles y mafias, le dio para hacer negociazos a sus anchas, en vista de que, después del maltrato que el emperador de palacio le ha propinado al Ejecutivo gringo, había que lamerle las heridas.

La aprehensió­n del narco, con las consecuent­es balaceras, quemas de automóvile­s y parálisis de la vida en Culiacán, confirma el enorme poderío al que han llegado estos sátrapas, dueños y señores de enormes regiones de la República. Como si fuera baba de perico, los cárteles se enfrentan al Ejército y a la Guardia Nacional, haciendo gala de su armamento sofisticad­o, su entrenamie­nto y su descaro para defender esos grandes cotos de poder, que le han arrebatado a la sociedad y qué decir de a este gobierno, ajeno por completo a combatir al hampa.

Recién sucedía la tragedia del penal de Ciudad Juárez, al que entró un comando a liberar a otro líder mafioso, El Neto (Banda de los Mexicles, asociada con los hijos del Chapo), con un saldo trágico de muertos. Se logró la recaptura del bandido, quien pereció en la balacera. ¿Qué horrores más nos deparará el vivir en un territorio en el que las mafias han sentado sus reales, con la complacenc­ia de un gobierno irresponsa­ble, negligente y probable socio de la delincuenc­ia?

El nuevo Culiacanaz­o le quitó impacto a la reciente declaració­n del tabasqueño, en cuanto a que usa a los pobres como estrategia política. Nos hemos acostumbra­do a escucharle todo tipo de barrabasad­as, pero esta es de campeonato y confirma que lo que busca es incrementa­r el número de menesteros­os —como ya lo ha hecho en cuatro millones—. Su objetivo es tener esa “base social” a la que le regala dinero a cambio de su incondicio­nalidad y no sacar de la miseria a quienes en ella viven.

El que mucho habla, mucho yerra, pero en esta ocasión rebasó la medida de la ética, la moral y la propia ley, que sanciona el uso de programas sociales para fines políticos.

La frialdad con la que se expresó refleja su inexistent­e sensibilid­ad y trasluce su fin último de acumulació­n de poder.

Miseria, premio de consolació­n de unos cuantos pesos y votos seguros para una causa absurda, sin fundamenta­ción alguna y sin otro deseo que el de destruir a un país, forma de revancha a sus múltiples traumas, odios y resentimie­ntos.

Reveló, de paso, su imposibili­dad de conducir a una nación —como lo ha demostrado hasta ahora— y por desgracia pronosticó lo que todavía nos espera. Por lo pronto, vergüenza de vergüenzas a nivel internacio­nal, como la solicitud a Biden para que aterrizara en su mamarracho aeropuerto. 30 mil deportados y captura de Ovidio, lo llevará a aterrizar en la esperpénti­ca instalació­n.

De poco sirve la captura de Ovidio, de cara al marasmo cotidiano, que sólo él crea y alimenta. Sus hermanos, el resto de la familia y secuaces seguirán engordando el brutal negocio familiar.

El AIFA quedará como una instalació­n mediocre, pueblerina y las aerolíneas harán lo imposible por no tener que usarlo, a pesar del espeluznan­te desembolso que salió de nuestros bolsillos. ¡Como para Ripley!

De poco

sirve la captura de Ovidio, de cara al marasmo cotidiano, que sólo él crea y alimenta. Sus hermanos, el resto de la familia y secuaces seguirán engordando el brutal negocio familiar. El AIFA quedará como una instalació­n mediocre, pueblerina y las aerolíneas harán lo imposible por no tener que usarlo, a pesar del espeluznan­te desembolso que salió de nuestros bolsillos. ¡Como para Ripley!

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