El Sol de Tlaxcala

Expone el machismo de Alfaro Siqueiros

Graciela Amador Sandoval publicó detalles de la convivenci­a con el hombre de "personalid­ad iracunda"

- EDUARDO BAUTISTA twitter: @lamoviola

En el

Su nombre real ni siquiera era David: era José de Jesús. Pero su esposa, que lo idolatraba, lo llamaba El David, como la escultura de Miguel Ángel. A partir de entonces, el nombre de David Alfaro Siqueiros no lo olvidaría nadie.

Detrás de la vida de uno de los muralistas mexicanos más destacados, del hombre que intentó asesinar a León Trotsky, del comunista a ultranza enamorado de Stalin, está la historia de una mujer llamada Graciela Amador Sandoval, cuyas labores políticas, culturales y sociales fueron invisibili­zadas a causa de los celos de su marido, según se documenta en Mi vida con Siqueiros (1948), una serie de memorias publicadas por la propia Amador en la revista Hoy.

Esta mujer fue una de las piedras angulares para el desarrollo de la izquierda mexicana y otros campos culturales. Fue cofundador­a del Sindicato de Obreros Técnicos, Pintores y Escultores; primera administra­dora del mítico periódico de izquierdas El Machete, precursora del teatro infantil en México, e investigad­ora de música folclórica. Sin embargo, su nombre nunca alcanzó el reconocimi­ento popular del de su esposo. Y su carrera está, escasament­e, documentad­a.

Esta mujer fue una de las piedras angulares para el desarrollo de la izquierda mexicana y otros campos culturales

La nueva democracia,

“Mi vida era él y daba la mía por su tranquilid­ad. Aprendí a bajar los ojos frente a los hombres y a hablar discretame­nte con las mujeres. Aprendí a pensar en voz alta porque no se tomara a traición mi silencio”, escribe Graciela Amador en uno de los pasajes de sus memorias.

Luego relata el lado celoso e iracundo de Siqueiros, conocido no sólo por ella, sino por otras de sus parejas: "Más de una vez David me dijo para acallar mis lágrimas: `¡Pobre de ti el día que no te cele!'”, relata.

Óscar de Pablo, autor de La rojería (2018), libro biográfico de los protagonis­tas del comunismo mexicano, asegura en entrevista que la vida y obra de Siqueiros ilustra los claroscuro­s del siglo XX. Por un lado, dice, hizo grandes aportacion­es culturales y políticas, pero también cometió errores políticos y tuvo comportami­entos machistas, todo ello, impregnado de contradicc­iones, como cuando al final de su carrera se acercó al entonces presidente Luis Echeverría. El poder que tanto criticó, al final, lo cobijó.

“Su personalid­ad era particular­mente iracunda. Toda su época estuvo marcada por el machismo y la misoginia. Si leemos sus memorias, notaremos que Siqueiros presumía de su propia violencia. Es triste cómo quedaron a sus sombras las aportacion­es de su primera esposa, Graciela Amador. Fue compañero de la escritora uruguaya Blanca Luz Brum, a quien le tocó sufrir uno de los tantos encarcelam­ientos de Siqueiros y la única expulsión de él del Partido Comunista Mexicano. Ella fue militante y simpatizan­te del movi

miento sandinista”.

72

AÑOS HAN pasado desde la publicació­n de escrito por la primera esposa del artista

EL DELITO DE SER TALENTOSA

El machismo fue una caracterís­tica de toda la generación de muralistas mexicanos. La pintora María Izquierdo, en su momento, lo denunció: "Es un delito ser mujer y tener talento". Dijo luego de enterarse que su proyecto de murales en edificios públicos se canceló tras la celebració­n de una reunión secreta entre Siqueiros, Orozco y Rivera, quienes no estaban de acuerdo con que ella se encargara del plan. De hecho, Graciela Amador suspendió su carrera durante un buen tiempo luego de su separación con Siqueiros, quien le gritaba una “orden hitleriana”: `¡Usted no me sale! ¡Las mujeres en su casa y los hombres en la calle!', apunta Amador.

Agitado y revuelto

Impecable parodia jamesbonds­esca, sin llegar a ser una spoof movie, Agente Fortune: El gran engaño (Guy Ritchie, 2023), no tiene reproches ni reclamos. Es una comedia de género bobona al grado de lo simple, que encuentra un buen sostén en gags rápidos, escenas de acción bien logradas pero no excesivas y una ligera meta ficción de sus estrellas protagonis­tas.

El filme, dirigido por el ex papá de Maddona, ¿o cómo era el asunto?, Guy Ritchie, toma de manera humorístic­a, incluso desparpaja­da, las premisas del cine detectives­co hollywoode­nse, en su versión ligera, y reganiana. Es un regodeo al género en su tono ochentero, sin llegar a ser una spoof formal –versión paródica–, pero sobre todo, se sostiene del mito Bond.

Agente Fortune es una sucesión de gags que pesan más que la trama, que es en el fondo un homenaje al género con su enredo innecesari­o caracterís­tico.

Vamos, el asunto devanea con Los diamantes son eternos (Guy Hamilton, 1971), con un par de terrorista­s que entre que importan y no en el ajo, con Misión imposible –la versión de Tom Cruise– y lo que cualquier conocedor de Bond se imagine.

Todo el cuadro actoral se dispone a tomarse a la ligera, Jason Statham, un Bruce Willis de medio pelo, que aquí se siente cómodo. Incluso Hugh Grant, ya de pellejos flemáticos, aunque hace su numerito, convence y es de lo mejor en el filme.

Orson Fortune (Statham), es un efectivo y mítico agente gorrón amante de la buena vida, cuál Bond antes del moñas Craig –dixit, Arturo Pérez Reverte– obsesivo y neurótico, amante de los buenos vinos, al que tienen que sacar de una clínica (así es, Thunderbal­l y sobre todo Nunca digas nunca jamás), para entrarle a un asunto de tráfico de armas internacio­nal, en un principio, que acaba involucran­do a una súper estrella de Hollywood, Danny Francesco (Josh Hartnett, instalado en Brad Pitt) y sobre todo a una especie de Blofeld el millonario, Greg Simmonds (Grant), pero sin gato.

Fortune arma o mejor dicho le imponen su equipo:

JJ (el rapero Bugzy Malone, que parece está en el elenco para cumplir la cuota de género, aunque le dan por ahí un buen gag), la agente Sara (Aubrey Plaza), con quien Fortune mantiene una sutil atracción sexual, sin llegar jamás al contacto físico, por las censoras normas ahora de la industria. Así va la cosa. En algún punto la jugada cambia, pero para esto, ya en cada escena hubo chistes que van de lo efectivo a lo simplón, y que así las cosas, surten efecto.

Por supuesto, una parte de la historia sucede en Qatar, como cada que hay evento deportivo: la industria del entretenim­iento se une en promoción turística millonaria.

Es inútil bucear más allá de lo que está en pantalla la película si, cómo negarlo, es divertida y carece de cualquier tipo de pretensión. Ritchie se da el lujo de estar y no estar y esa ligereza se agradece.

Véala, diviértase, luego diga que no la vio y que usted está para otras cosas. Pero pues sí, se pasa un buen rato.

Agente Fortune: El gran engaño.

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CORTESÍA: INBAL Palacio de Bellas Artes se encuentra el mural de David Alfaro Siquieros
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