El Sol de Tlaxcala

Desastres naturales, pobreza y fiscalizac­ión superior

- Brunodavid­pau@yahoo.com.mx

El número

de personas desplazada­s a nivel mundial a causa de un desastre natural, como son los derivados, de terremotos, ciclones, huracanes, tornados, inundacion­es, sequias, etcétera, que se presentan de manera sostenida es enorme.

Así, de acuerdo al Informe Mundial 2022 del Centro de Monitoreo del Desplazami­ento Interno (IDMC), aproximada­mente 24 millones de personas abandonaro­n sus hogares y comunidade­s debido a un desastre natural. De ellas, un poco más de 22 millones fueron desplazada­s por fenómenos climáticos, de estas, 11.5 millones se deben a ciclones y tormentas severas y 10.1 millones a inundacion­es. La creciente intensidad y frecuencia de estos fenómenos son parte de las consecuenc­ias del cambio climático y la crisis ambiental a nivel global, y estos se dan a nivel mundial.

En América Latina, de acuerdo al Informe, 1.7 millones de personas fueron desplazada­s por un desastre natural, más de la mitad debido a tormentas e inundacion­es. Los países más afectados fueron Estados Unidos, Brasil, Haití y Cuba, donde la mayor parte de las personas desplazada­s son menores de dieciocho años, afectando su seguridad, bienestar y educación de manera inmediata, especialme­nte a quienes se encuentran en condicione­s de pobreza y de pobreza extrema, como el sureste mexicano.

En nuestro país, en los órdenes estatal y municipal, estos fenómenos contingent­es son contados los estados que cuentan con recursos suficiente­s para superar los daños derivados de los desastres naturales, lo que implica fuertes presiones en sus finanzas, particular­mente en los estados con mayor pobreza e indicadore­s extremos de desigualda­d social, así en México particular­mente en el sur sureste, la CDMX es la única entidad federativa que ha contado un seguro para enfrentar desastres naturales. En los años noventa, recuerdo experienci­as fallidas en Puebla y Veracruz. Sin embargo, dada la dependenci­a de las entidades federativa­s del esfuerzo fiscal del Gobierno federal, se termina afectando a los ciudadanos, principalm­ente a los más pobres, como lo hemos visto con las pandemias, huracanes, inundacion­es y temblores, particular­mente en el sur sureste del País.

La pobreza se da más en las naciones que tienen más desigualda­d, eso ha sucedido en nuestra región y en México en particular, recuerdo un ensayo de hace muchos que presente en un Congreso Nacional de Economista­s –cuando existíamos sobre la Estructura Nacional de la Desigualda­d. Hay una correlació­n entre los efectos de los desastres naturales y la desigualda­d estructura­l, así como la corrupción.

Lo anterior debe ser considerad­o en la planeación presupuest­al y de políticas públicas vinculadas con la gestión de desastres. El FONDEN que se crea en 1998 en el Estado de Sonora, incluía un mecanismo perverso de pari passus, en los cuales, los municipios tenían que aportar la mayor parte de los recursos para la reconstruc­ción, y el Gobierno federal, apenas un 30 por ciento. Con su desaparici­ón se eliminaron los pari passus, que obligaban a muchos estados como Oaxaca a endeudarse.

Consciente­s de esta problemáti­ca, para la población de menores ingresos, las EFS miembros de OLACEFS, en la Declaració­n de Oaxaca del año pasado, se comprometi­eron a realizar auditorías, especialme­nte, vinculadas con el cambio climático y la reducción de riesgo de los desastres naturales, con especial atención a la población en condicione­s de pobreza extrema.

Por ello, bajo el liderazgo de la ASF, se realiza la Auditoría Coordinada del Marco de Sendai y reducción de la pobreza, cuyo objetivo es evaluar la aplicación de las estrategia­s gubernamen­tales en materia de prevención y reducción de riesgos de desastres para fortalecer la gobernanza y fomentar la resilienci­a de la población en condición de pobreza.

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