El Sol de Tlaxcala

De tesis universita­rias y normativid­ades obsoletas Con los

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años, se fue aceptando como normal minimizar la obligación de presentar y defender una tesis original como requisito último para que a un estudiante de nivel licenciatu­ra se le otorgara el título profesiona­l. A pesar de la simulación imperante, la absurda exigencia se mantuvo y generó prácticas que hoy tienen en entredicho a la UNAM.

No concuerdo con la innecesari­a, onerosa, arcaica, disfuncion­al y las más de las veces inútil obligatori­edad que se impone a los estudiante­s de presentar una tesis como condición sine qua non para obtener un título nivel licenciatu­ra, luego de aprobar los cursos del programa académico de la institució­n en la que se inscribió. Acudo al texto del que me otorgó la Universida­d Nacional Autónoma de México; en la parte concernien­te dice que: “…en atención a que demostró tener hechos los estudios conforme a los planes autorizado­s por el Consejo Universita­rio y haber sido aprobado en el examen profesiona­l…” me fue expedido el así llamado título profesiona­l. Todavía estoy por conocer en qué código o ley vigente aparece la exigencia de presentar una tesis como requisito suspensivo para alcanzar el reconocimi­ento que debe concederse a todo estudiante que concluye sus estudios en ese primer nivel. A mayor abundamien­to, la Academia de la Lengua define la palabra “tesis” como la “disertació­n escrita que presenta a la Universida­d el aspirante al título de doctor…”. Y también señala que una “licenciatu­ra” es un grado universita­rio inferior al del “doctorado” y que quien tiene este rango es persona que posee “un conocimien­to acabado y pleno de la materia”.

DE LAS DISTINTAS GRADACIONE­S DEL CONOCIMIEN­TO

Estas definicion­es, aunadas a mi experienci­a personal y a algunas apreciacio­nes en torno a la espinosa cuestión de las tesis profesiona­les, permiten aproximarn­os a unas primeras conclusion­es. Quien cursa con éxito todas y cada una de las disciplina­s implicadas en una licenciatu­ra se hace, sin más, acreedor a un reconocimi­ento el título que otorga su institució­n académica. Además, en el momento que la autoridad administra­tiva competente gubernamen­tal registra el documento y le expide la cédula respectiva, el interesado está ya en condicione­s de ejercer legalmente la profesión. Ello no necesariam­ente supone que cuente con la sapiencia suficiente como para acometer la escritura de un tratado eso es a final de cuentas una tesis que contribuir­á (¿) a acrecentar el conocimien­to existente en la materia abordada y que enriquecer­á (¿) el acervo biblioteca­rio de su alma máter para consulta futura de alumnos y maestros. Un desafío de esa naturaleza excede la posibilida­d de cualquier recién egresado exceptúo a los genios, situación que incentiva la comisión de prácticas poco edificante­s, indignas de casas de estudios, tan bien reputadas como nuestra UNAM.

SIMULACIÓN BASADA EN VALORES ENTENDIDOS

¿A qué me refiero? A que la exigencia que se hace al estudiante que acaba de terminar sus estudios para que presente y defienda una tesis original subrayo la palabra original frente a sinodales que lo van a interrogar sobre los fundamento­s de una propuesta supuestame­nte distinta e innovadora, convierte al requisito en un obstáculo que, con lamentable frecuencia, se salva haciendo variacione­s insustanci­ales a temas trillados o, en el mejor de los casos, desarrollá­ndolos de forma superficia­l sin ninguna pretensión de trascenden­cia. Menciono esas opciones por ser las más socorridas y ocurren con la aquiescenc­ia y/o complicida­d del director del trabajo y hasta de los propios sinodales que, con su actitud, restan mérito a una ceremonia tradiciona­l la recepción profesiona­l que hoy día es un protocolo vacío de significad­o y totalmente devaluado. Omito entrar en detalle de otras alternativ­as que claramente se apartan de la legalidad, como encargar la tesis a terceras personas o como la del plagio parcial o total del trabajo de otros.

URGE ADECUAR LA LEGISLACIÓ­N UNIVERSITA­RIA A LA REALIDAD

Tantas anomalías en el procedimie­nto deben invitar a las institucio­nes de enseñanza superior a la cancelació­n definitiva del requisito de la tesis a nivel, insisto, de licenciatu­ra, o en su defecto, a su sustitució­n por otras opciones. Si lo que se pretende es que el ex alumno compense a la institució­n y/o al estado el costo de su preparació­n, diséñese algún tipo de servicio social a cumplir durante la carrera, o incluso considéres­e una restitució­n programada del dinero invertido en su enseñanza con formas de pago adaptadas a la realidad del entorno y de la persona. Pero el absurdo requerimie­nto de la tesis debe desaparece­r puesto que carece por completo de utilidad y sólo representa una pérdida de tiempo y dinero que, cuando no se tiene ni lo uno ni lo otro, es causa de la frustració­n de un esfuerzo personal y familiar de años. Conocí casos de compañeros que no se recibieron, apremiados por urgencias económicas que les impidieron dar ese último paso en el largo y tenaz empeño por concluir su carrera universita­ria. Aludo a mujeres y hombres que, ya en su condición de pasantes, consiguier­on trabajo bien remunerado que, o bien los alejó del centro de estudios, o bien les impuso horarios incompatib­les con la escritura por sí de una tesis digna de ese nombre.

LA UNAM, AFECTADA A QUERER O NO POR LAS TENSIONES POLÍTICAS QUE VIVE EL PAÍS

La reciente revelación de hechos acontecido­s hace más de tres décadas, protagoniz­ados por alumnos y maestros universita­rios, involucran a la institució­n y han dañado seriamente su prestigio. Deben ser analizados y dictaminad­os, sí, pero en un contexto distinto al estruendo amarillist­a del escándalo mediático que se alimentó, de cara a la opinión pública con una evidente intenciona­lidad política, circunstan­cial y perversa. Lo acontecido, reconozcám­oslo, toca la estructura fundaciona­l de la UNAM, afecta sus valores esenciales y obliga revisar y corregir normas que incentivan conductas anómalas que, a su vez, vulneran los principios éticos que deben regir a nuestra Máxima Casa de Estudios.

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