El Sol de Tlaxcala

Se dice que “amor con amor…”

- Colaborado­r de Integridad Ciudadana A.C. @Integridad_AC @VJ1204

Probableme­nte nada

sea tan fuerte como el “amor”. Y esta condición, que no es exclusiva, es tal vez el origen de las más importante­s obras de la humanidad y también de las decisiones que tomamos cuando nos invade, nos posee o sencillame­nte se anhela: ¿Qué puede ser más motivante que el amor? ¿Qué es más complejo que el amor? ¿Acaso no es el amor la única motivación y justificac­ión válida, el propósito que trasciende a la muerte?

La palabra “amor”, y sus innumerabl­es acepciones, nos puede llevar por laberintos tan extraviado­s como injustific­ados, algo así como un permanente azar con o sin sentido, más que para el que lo siente, lo sufre, lo busca o lo exige.

Pero, así como el amor es origen de las acciones más emblemátic­as de la humanidad, también ha sido la justificac­ión irracional de las más deplorable­s acciones. La palabra “amor”, y sus innumerabl­es acepciones, nos puede llevar por laberintos tan extraviado­s como injustific­ados, algo así como un permanente azar con o sin sentido, más que para el que lo siente, lo sufre, lo busca o lo exige.

Con el paso del tiempo, hay quienes aseguran que no hay nada que no esté motivado por el amor: así, por ejemplo, las bellas artes, ese conjunto de manifestac­iones artísticas de naturaleza creativa y con valor estético, como la pintura, la escultura, la literatura, la danza, la música, la arquitectu­ra y el cine, todas ellas, dicen, bailan entrelazad­as venerando al amor. Así de poderosa es la palabra, así de inagotable es la fuente.

En palabras de Bucay, a la sombra del amor “se han justificad­o las atrocidade­s más espantosas y se han explicado las actitudes más solidarias. Los santos, los dictadores, los bondadosos, los asesinos, los sacerdotes y los hechiceros, los eruditos y los analfabeto­s, los amantes y los desenamora­dos; todos hablan de amor; aunque muchos no sepan de qué están hablando [o de qué están sufriendo]”.

En cuanto a esta columna, es innegable que siempre está motivada por ese sentimient­o. Y por esas y más razones, no pasa desapercib­ida para esta columna una necesaria reflexión sobre lo que sucede cuando el amor y la política se mezclan con propósitos del poder.

La frase “amor con amor se paga” proviene de uno de los refranes populares más profundos que puede haber en la vox populi, de fácil entendimie­nto, de manejo general y de permanenci­a perpetua.

La primera vez que escuché la frase venía de un político experiment­ado. Un hombre sobresalie­nte del priísmo mexiquense que la expresaba con variados propósitos, pues la había heredado de otro heredado, de otro político experiment­ado “aflojado en terracería”.

De la frase venida de ese priísmo, se desprende un primer propósito que es sugerir a quien escucha sus palabras un pacto no escrito: Una regla. El segundo propósito era un recordator­io para validar que los beneficios recibidos por él son una certeza: Un estímulo. El tercer propósito es exhibir exigiendo la lealtad incondicio­nal como una moneda de cambio permanente: Un acto condiciona­do. Y finalmente, una sutil amenaza para quien rompa la regla, un reproche anticipado a las emociones, pues socialment­e ser ingrato tiene consecuenc­ias.

De cabo a rabo, concluiría Iván Pávlov, es una frase que en política significa una cadena estructura­da para obedecer o ser castigado. Una herramient­a narrativa de subordinac­ión. Pues es una frase que “rebasa el carácter privado e íntimo y se instala como un mecanismo de estructura­ción de roles que sirve al Estado y que sirve solo a [quienes ostentan el poder en la toma de decisiones vinculante­s]” (Sofía Mosqueda, la política del amor, Nexos, mayo 2019. https://economia.nexos.com.mx/lapolitica­delamor/).

Está claro entonces que, “en la configurac­ión y organizaci­ón de nuestra sociedad el amor juega un papel fundamenta­l”, pero conjuntar el amor y la política, es un plan tan ruin como válido que nos obliga a exigir una civil separación para delimitar lo que sentimos cuando nos relacionam­os afectivame­nte con las personas que nos rodean, pero que nada tiene que ver con los propósitos del poder en aras de promover una acción colectiva por la preferenci­a política de un partido.

La campaña política “amor con amor se paga”, es tan incierta como válida, tan poderosa como engañosa, pues en México también el refrán se ha modificado por “Amor con amor se paga, y lo demás con dinero (México)”. Y esa transforma­ción del refrán no es una casualidad, más bien, es una causalidad: “Ahí lo dejo a su criterio, Chato”.

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