El Sol de Tlaxcala

La misma historia

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Nombrar a

quien será presidente del Consejo General del Instituto Tlaxcaltec­a de Elecciones (ITE) ya en un proceso muy lento, “paso de tortuga”, lo que no debería ser.

Lo mismo sucedió en el pasado inmediato en la Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDH), los diputados extendiero­n el mandato de Francisco Mixcoatl Antonio por más de un año. Ahora el tema es del Instituto Nacional de Elecciones (INE).

En Tlaxcala, los diputados no sabían a quién nombrar en la CEDH y cuando lo hicieron designaron al peor, a Víctor Manuel Cid del Prado, apodado el “vikingo”, por aquello de que juega futbol americano y que, por cierto, sigue sin resolver los desfalcos económicos que cometió como responsabl­e del ente.

La historia es igual y nada es serio. La autoridad de cualquier nivel, siempre busca un arreglo político y a un titular a modo para tener canonjías. Lo hicieron los del Partido Revolucion­ario Institucio­nal (PRI), de Acción Nacional (PAN) y ahora Movimiento Regeneraci­ón Nacional (Morena).

Por ejemplo, cuando Alfonso Sánchez Anaya, expriista y ahora morenista, ganó la gubernatur­a de Tlaxcala con las siglas del Partido de la Revolución Democrátic­a, Ubaldo Velasco Hernández, quien controlaba la mayoría del PRI en el Congreso local, tras la derrota de Joaquín Cisneros Fernández, designó como presidente del entonces Instituto Electoral de Tlaxcala (IET), a Patricio Lima Gutiérrez.

Eso no gustó al mandatario estatal, lo llamó un acto “disnosáuri­co” pero, días después, no tuvo de otra que aceptarlo, y con toda la inteligenc­ia cibernétic­a del estado, localizó el número teléfono de la casa en Altzayanca del nuevo titular del organismo electoral, llamó, se disculpó y ofreció respeto absoluto. Eso sí, el responsabl­e del organismo no se sometió a las órdenes del PRI y también fue criticado y hasta “linchado” políticame­nte por ello.

Salvador Cuahutenco­s Amieva, aun cuando había sido nombrado en ese cargo con el apoyo del PAN, con el poder de la presidenci­a de la República, Margarita Zavala, esposa del entonces titular del Ejecutivo federal, Felipe Calderón Hinojosa, le ordenó, vía telefónica, que designara ganadora del proceso electoral a Adriana Dávila Fernández, él respondió que no, que el triunfador había sido el priista Mariano González Zarur. Fue amenazado con ser despedido, pero no cedió.

Su sucesora, Elizabeth Piedras Martínez, demostró firmeza y que con ella también no habría negociacio­nes políticas. Tuvo un equipo de nivel y con mayoría de mujeres.

Solo Dora Rodríguez, supuesta defensora de los derechos de las mujeres, siempre trabajó en contra y las acosaba laboralmen­te.

El asunto es que ahora, Morena, instituto que controla el Congreso local, sigue la misma política del titular del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador: odiar y buscar eliminar los organismos electorale­s. Algo así como Luis XIV, “El estado soy yo”. La expresión significa que el gobernante encarna al Estado y que su voluntad es la suprema ley, y resume en su persona todos los atributos y potestades estatales

Es cierto, el organismo, creado en 1994, ha tenido altas y bajas, pero los últimos titulares han dignificad­o ese trabajo. Cuahutenco­s Amieva, Elizabeth Piedras Martínez y el interino Juan Carlos Muñoz Márquez, quien fue designado por el INE, tuvieron y siguen teniendo un equipo que sabe manejar bien el tema electoral.

La propuesta de López Obrador estriba en desaparece­r a los organismos. Aunque en el pasado, quienes fueron responsabl­es, hayan cometido excesos, nadie lo ha demostrado, tampoco sí, no son justificab­les. Los abusos deben ser castigados, pero trabajaron o hicieron lo que estuvo a su alcance por la democracia.

Solo que ahora ¿A dónde quiere llegar el gobierno? El de la supuesta “transforma­ción” ¿A la era de Manuel Bartlett Díaz?, a quien nombró López Obrador titular de la Comisión Federal de Electricid­ad y quien es el mayor responsabl­e del fraude de 1988.

O a la de Emilio Chuayffet Chemor (+) quien firmaba credencial­es electorale­s a su gusto y daba nombramien­tos como se le pegaba la gana con la anuencia de su jefe, el presidente de la República. ¿En eso queremos seguir?

Ya es necesario poner fin a la simulación. Al tiempo

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