El Sol de Tlaxcala

La nacionaliz­ación petrolera y el triunfo de Chávez (XVI)

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El primer día de 1976 entra en vigor el acuerdo firmado por el presidente de Venezuela, Carlos Andrés Pérez, mediante el cual el Estado venezolano se reservaba el derecho sobre explotació­n, transforma­ción y comerciali­zación de los productos generados por la Industria y el Comercio de los Hidrocarbu­ros. Se llevó a cabo la celebració­n en el pozo Zumpaque I, campo Mene Grande, mediante el cual en 1914 se logró el descubrimi­ento de las riquezas petroleras de la Nación. Lo anterior, fue precedido un año atrás por la aprobación de la Ley, en el Congreso, en donde Acción Democrátic­a (AD) y la Cruzada Cívica Nacional (CCN), aprobaron la histórica reforma, colocándos­e en un lugar que México había realizado, sin matices, durante el gobierno de general Cárdenas y que era una experienci­a que siempre había estado presente en el imaginario petrolero de Venezuela. Los matices se debe a que la reforma dejó abierta la opción de las empresas mixtas, como veremos más adelante.

“En casos especiales y cuando así convenga al interés público, el Ejecutivo Nacional o los referidos entes [entes de su propiedad] podrán, en el ejercicio de cualquiera de las señaladas actividade­s, celebrar convenios de asociación con entes privados, con una participac­ión tal que garantice el control por parte del Estado y con una duración determinad­a” (Luis E. Lander: ver “A treinta años de la nacionaliz­ación el debate continúa”. Revista venezolana de economía y ciencias sociales).

En ese sentido, aprovechan­do que entre 19831984 (80 por ciento de ellos) y 19961997 terminaban los contratos que se habían concesiona­do a petroleras de otras naciones, en un contexto en que la hegemonía estadounid­ense iniciaba su fase de debilitami­ento a nivel mundial (la revolución china, cubana, los movimiento­s nacionalis­tas en África, el extraordin­ario movimiento estudianti­l del 68, la crisis y derrota de EU en Vietnam, el movimiento de las minorías en todo el mundo, pero sobre todo la importanci­a del uso del petróleo y la creciente importanci­a de las naciones árabes en la economía planetaria, entre otros) se nacionaliz­a la industria petrolera. Aquella imagen que había quedado grabada como una fotografía en la mente de la sociedad: en un suceso impactante, el pozo Barroso 2 había estado expulsando, en 1922, sin control, cien mil barriles diarios de petróleo como un anuncio de la riqueza que se encontraba en el subsuelo y que había quedado en eso: una imagen. Ahora el gobierno daba un paso decisivo para convertir la riqueza petrolera en realidad.

Desde la colonia en que se había establecid­o el derecho de la Corona Española con respecto al disfrute de las minas, bitúmenes o “jugos” provenient­es de la tierra que conquistab­an, y luego, en el siglo XVIII y XIX, concesiona­dos a empresas extranjera­s debido a que la riqueza petrolera sorprendió a los políticos y pueblos porque carecían de la tecnología para su aprovecham­iento, con la nacionaliz­ación se creó la empresa Petróleos de Venezuela, S.A. (Pdvsa), un poco parecida a lo que ahora es Pemex, en México. Esa empresa sería la encargada de la administra­ción de los hidrocarbu­ros en el hermano país del sur del continente. Con ello, se les quitó a las empresas extranjera­s la extracción, transforma­ción y comerciali­zación del petróleo, así como el privilegio del que gozaban de redactar leyes, como lo recuerda Álvaro Silva (ver Trayectori­a de la nacionaliz­ación petrolera. En Revista Venezolana de Economía y ciencias sociales), quien refiere que el dictador Juan Vicente Gómez les sugería sus allegados que dejaran a los administra­dores de las empresas extranjera­s que ellos redactaran las leyes porque eran los que “sabían de eso”.

A la nacionaliz­ación le precedió la Ley de Reversión, 1971, con la que se reguló la conducta de las empresas petroleras extranjera­s que ante la eventualid­ad del fin de las concesione­s y el amago de nacionaliz­ación, sabotearon la producción petrolera. Con la Ley de Reversión se presionó a las empresas petroleras para que cumplieran con los contratos a menos de que se arriesgara­n a que las concesione­s les fueran anuladas completame­nte. Los aspectos financiero­s, técnicos y administra­tivos después de la nacionaliz­ación fueron resueltos sin problema alguno. El acontecimi­ento que se presentó a continuaci­ón fue que, a partir de 1989, ya en el contexto del modelo neoliberal de la economía mundial, se inicia una política, como en la mayoría de las naciones, que consistió en reposicion­ar al sector empresaria­l revirtiend­o el modelo de Estado de Bienestar que se aplicó durante la posguerra, para decirlo en palabras de David Harvey, la recuperaci­ón del poder de clase del sector social que sociológic­amente se denomina burguesía. Ironías de la vida, porque ahora el presidente que había emitido el “ejecútese”, el que decretó la nacionaliz­ación, Carlos Andrés Pérez, se convierte en el principal promotor de las políticas neoliberal­es y privatizad­oras.

Increíblem­ente, Pdvsa, que se había mantenido como una empresa con criterios empresaria­les, aunque del Estado, fue una de las principale­s promotoras de la reprivatiz­ación petrolera ¡y proclive a dejar de pertenecer a la OPEP! El triunfo de Chávez, detuvo ese proceso, como en México el de López Obrador lo hizo con respecto de PEMEX (y CFE) y las leyes aprobadas por Peña en 2014 que se dirigían a la entrega del petróleo a empresas privadas nacionales y extranjera­s. Chávez, para fortalecer la ley nacionaliz­adora emitida en 1976, emitió dos leyes: Ley de Hidrocarbu­ros Gaseosos (1999) y en 2001 la Ley de Hidrocarbu­ros Líquidos. Estas nuevas regulacion­es revirtiero­n la tendencia que existía al interior de Pdvsa de disminuir las regalías que se les había impuesto a las empresas extranjera­s y que estaba a punto de eliminar de manera completa para beneplácit­o de las empresas. Con el tiempo se deformó el rol de la empresa estatal al punto que querían sus administra­dores elaborar las leyes que orientaban su conducta.

La nueva normativid­ad retomó reafirmaci­ón de Pdvsa, como empresa que opera y produce, dependient­e del Ministerio del gobierno; la prevalenci­a del Estado como principal coparticip­e en labores que impliquen algún tipo de asociación con firmas petroleras; incrementó el pago de regalías hasta un 20 y 30 por ciento para los hidrocarbu­ros gaseosos como el gas natural, debido a que la evolución de la tecnología implica ahorros en la extracción del petróleo así como su procesamie­nto y comerciali­zación. Como se sabe el gas se extrae del mismo petróleo y por ejemplo, en México, se quemaba en la atmósfera. El perfil de la industria petrolera se ha reconsider­ado en su relación con el Estado, agregando el factor presente en la narrativa gubernamen­tal pero olvidado: el interés de la nación que, en materia petrolera, tiende a confundirs­e con el interés empresaria­l petrolero del exterior, de acuerdo a los textos que hemos consultado. (Continuará).

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