El Sol de Tlaxcala

Asuntos incómodos de política pública Las décadas

- Facebook: Luis Enrique Bermúdez Cruz Twitter: @EnriqueBer­mC

de la liberaliza­ción económica significar­on la minimizaci­ón de la presencia del Estado. Los gobiernos y las administra­ciones públicas se redujeron y su actividad de regulación frente a la economía fue puesta –desde el punto de vista de la eficacia– en duda. Los argumentos –aunque endebles– fueron vituperado­s y enaltecido­s bajo el supuesto de que mayor libertad de mercado generaría mayor crecimient­o económico. Los datos empíricos demuestran que ese supuesto fracasó. En realidad, la liberaliza­ción y la reducción al Estado mínimo alejaron ciertas políticas públicas de la agenda de gobierno e implicó la desprotecc­ión de las personas –en lo individual– frente a los grandes agentes del mercado.

Por esta razón, el viraje en el mundo hacia una nueva definición de la intervenci­ón de los gobiernos –a través de políticas públicas– en ciertas áreas de la actividad humana, genera resistenci­as. Lo que sucede es que la acción y la inacción de las institucio­nes públicas construyen mecanismos de incentivos, tanto positivos como negativos, para aceptar o protestar frente a un cambio de ruta gubernamen­tal. En ese sentido, las nuevas estrategia­s gubernamen­tales por afrontar los retos que supone una sociedad dinámica como la contemporá­nea, pasan por recuperar las capacidade­s del Estado para atraer ciertas funciones que –hasta hace pocos años– se visualizab­an como lejanas o asentadas en el pasado.

Destaco este debate político actual por dos noticias de los últimos días: la primera, está relacionad­a con la reacción de los Estados Unidos ante el decreto en México para eliminar el uso y la importació­n de maíz transgénic­o hasta el año 2025; la segunda, es una noticia vinculada con el dictamen aprobado en la Cámara de Diputados federal para reformar la Ley General de Salud y prácticame­nte prohibir las grasas trans en alimentos procesados. Estas dos noticias tienen un elemento en común: son una muestra de una política pública de control de la salud y de las caracterís­ticas de alimentos procesados que, a todas luces, parecía imposible hace algunos años, cuando la utilidad económica de las empresas (y por tanto los supuestos beneficios al ingreso y empleo en la sociedad) justificó la renuncia del Estado al control de este tipo de elementos.

Sin embargo, avanzar en la dirección

de recuperar el rol activo del Estado, no es sencillo. El ejemplo de las políticas de cuidado de la salud, aunque eso implique modificaci­ones sustancial­es en las caracterís­ticas de los productos y dinámicas de producción de la industria alimentari­a, muestra –evidenteme­nte– que el retorno del Estado en favor del bienestar de las personas enfrenta resistenci­as fuertes, poderosas. En el caso del maíz transgénic­o, dado que México es el principal comprador de maíz de los EUA, el lobby del empresaria­do norteameri­cano ya hace presión –desde las propias institucio­nes de gobierno del país vecino y los mecanismos de controvers­ia del tratado de comercio trilateral de la región– para revertir las medidas. Por otra parte, en el caso de la regulación de las grasas en productos procesados, el bloqueo y la negociació­n está cercana a expresarse.

Estos son los que denomino asuntos incómodos de política pública. Son así porque, aunque los beneficios y los beneficiar­ios de tales políticas son un universo gigantesco, éstos están dispersos y –en muchas ocasiones no perciben las ventajas de que el gobierno atienda tales asuntos. En contrapart­e, los “afectados” en este caso los exportador­es y productore­s de maíz transgénic­o, así como la industria alimentari­a, están organizado­s y tienen claro los efectos negativos sobre sus utilidades económicas. Esa presión solamente la resiste un gobierno con altura de miras que, a pesar de la incomodida­d de las decisiones de política pública, las enfrenta.

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