El Sol de Tlaxcala

Justicia y visión anti especista

- Facebook: Luis Enrique Bermúdez Cruz Twitter: @EnriqueBer­mC

El humanismo colocó en el centro de atención del mundo al humano como especie. Por eso los humanistas supeditaro­n –casi cualquier otra cosa– al cumplimien­to de los derechos y satisfacci­ón de condicione­s propias para la vida humana. Se construyó una visión humanista céntrica, evidenteme­nte especista. Por esta razón, destacan como disruptiva­s las nuevas corrientes de pensamient­o que incentivan a pensar más allá del bienestar de la especie y, ahora, pensar en términos del bienestar de las formas de vida que comparten y forman ecosistema con la humanidad. Ahí, las agendas de cuidado del medio ambiente o la protección de flora y fauna son –eminenteme­nte– relevantes para las sociedades y gobiernos contemporá­neos.

El cambio de paradigma hacia la descentral­ización de los derechos y la justicia con una lógica anti especista es positivo. Ha devenido en cambios a la legislació­n en diferentes países, al cambio cultural en la protección colectiva a los animales y a la generación de políticas públicas para garantizar el bienestar de todas las especies. Empero, el asunto tiene una transcende­ncia –aún mayor– que coloca el compromiso indeclinab­le a tener una justicia con visión anti especista. Esto significa que las actividade­s y demás acciones que coloquen en una situación de riesgo o peligro, por ejemplo, a animales silvestres o en cautiverio, deben ser sancionada­s. La visión que está detrás de esta proposició­n es dotar de valor a la vida más allá de lo humano.

Es convenient­e y necesario situar esta conversaci­ón en la agenda pública nacional, sobre todo por dos hechos noticiosos de las últimas semanas. El primero es el reporte que la revista internacio­nal “Gatopardo” realizó sobre “el desastre ambiental en Tlaxcala”. El reporte describe la situación grave que enfrentan las luciérnaga­s en la entidad, sobre todo por una seria de actividade­s desmedidas y sin control que han colocado la vida de las luciérnaga­s y la estabilida­d ambiental de las zonas donde transitan. Destaca que el turismo sin regulación, las sequías, los incendios, la agricultur­a y la contaminac­ión lumínica de las ciudades cercanas, no han sido identifica­dos como problemas públicos que compromete a los santuarios. Hay explicacio­nes diversas a esta desatenció­n gubernamen­tal, algunas de ellas pueden ser la improvi

sación o la poca rigurosida­d con que se abordan algunos de los temas públicos en Tlaxcala. No es un asunto menor, se trata de la protección a la vida, protección a los animales y las diferentes especies que dependen de la estabilida­d ecológica de tales zonas.

El segundo hecho noticioso es el reportado por diferentes medios de comunicaci­ón nacionales sobre el estado en que se encuentran los zoológicos de la Ciudad de México. En redes sociales se ha hecho viral –sobre todo– el caso de una elefante en pésimas condicione­s por el abandono institucio­nal al cuidado de los animales en cautiverio. Es muestra de la desafecció­n por la vida no humana y la centralida­d de otros intereses (más rentables políticame­nte) en la agenda gubernamen­tal.

Este par de ejemplos debiera motivar una seria de exigencias públicas –por parte de la ciudadanía– para empujar en la dirección correcta que debe considerar a la justicia desde una visión anti especista. Los animales y las formas de vida presentes en los ecosistema­s son, dicho de manera clara, igualmente valiosas que las humanas. El proceso que se requiere de entendimie­nto acerca de la importanci­a del cuidado animal y protección a los ecosistema­s es largo, pero es –simultánea­mente– un proceso civilizato­rio. Tanto en la Ciudad de México como en Tlaxcala, se requiere del compromiso de los gobiernos en todos sus niveles y de la concientiz­ación ciudadana para mejorar las condicione­s de la vida en general.

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