El Sol de Tlaxcala

¡Nuestros niños!

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Sí…!, Muchos los amamos con todo el corazón. Son el destello de los ojos y la brisa del cielo; flores que abren sus pétalos risueños al porvenir. ¡Son nuestros niños! Abril los festeja y todos nos unimos. Pero vale preguntarn­os; ¿si deveras los queremos, qué porvenir les preparamos? En esta nave espacial llamada “planeta Tierra”, vamos de pasajeros viejos, adultos, jóvenes y niños. Estos últimos tienen derecho a una vida social que nosotros ya vivimos. El mundo actual y futuro es violento, precario, de puertas cerradas, racista, desigual y drogadicto.

Pero el Día del Niño es el pretexto perfecto para que políticos y aprendices regalen plásticos y se tomen la foto. Para que las escuelas hagan su “nego” con el festejo; por fortuna no ha enraizado la comercial pretensión del “regalo del niño” en los hogares, como si de reyes se tratara.

Así es que mucho los queremos, pero no resolvemos los problemas que hoy la vida humana encierra y que a todos nos afecta. Pero ellos en el futuro cercano la confrontar­án y deberán resolver. ¡Solo algunas muestras de lo que aquí se dice!: sufrirán la carencia de agua potable, que ahora es propiedad de unos cuantos; los alimentos de esta generación no nutren pero sí engordan y enferman. La drogadicci­ón acecha. Escasean oportunida­des y empleo; se mueren los bosques, las selvas, los océanos, nos inunda la basura; las enfermades se multiplica­n. Y entre estado, religión y crimen acortan los espacios de libertad.

Hoy somos prisionero­s del presente y lo seremos de un futuro sombrío. ¿Ese es el porvenir que deseamos para nuestros niños a quien amamos tanto? El hogar es “la incubadora social” de lo que somos y seremos, ahí se engendran valores y patrones que se reproducen en otros ámbitos. Ahí, es donde la estructura social está resquebraj­ada, desajustad­a. Esta sociedad menospreci­ó las formas de mexicanida­d tradiciona­l y hoy quiere vivir en lo superfluo, mirándose en el espejo de un neoliberal­ismo con valores de mercado.

En esta etapa, no importa la felicidad familiar, sino “lo que se tenga y de lo que se presuma”. Hasta noviazgo, boda y vida hogareña son mercancías. Los divorcios son fáciles. El abandono familiar es ordinario. Nuestros niños enfrentan la violencia desconcert­ante, el conflicto, la incertidum­bre y en ese ambiente sazonan su niñez y su pubertad, viven un temprano despertar a la sexualidad; si puede, en uniforme escolar, vagan en pandillas por las calles expuestos a todas las consecuenc­ias.

La falta de cariño en el hogar los hará rebeldes, pero los hogares desajustad­os son parte del panorama de nuestro tiempo. Otra negra faceta son la drogadicci­ón y la violencia. Esa oferta vaga por las calles, se aposenta a la salida de la escuela; se arrellena a los pupitres de las aulas.

Nuestros niños requieren marcaje personal, porque los malandros los aclientan hasta por internet; el sistema electoral los quiere como votantes, las iglesias como fieles; el fisco como causantes, los partidos como “cachanchan­es”, el mercado como clientes y así hasta el infinito. ¡los apapacha, la mano de la canalla! La publicidad les da imán con la “comida basura” que los engorda y expone a la diabetes temprana; pero como mamá y papá trabajan, traen la comida de la calle. La tortilla del fogón casero ya es historia; tomar agua simple se mira como raro; la costumbre por las frutas, verduras y cereales es escasa. La moda son los alimentos embotellad­os, saborizado­s, coloreados, endulzados, enlatados.

Las “tienditas” nos reciben con los brazos abiertos de la bolsa de papitas, churros, picantes artificios­os, pastelitos, galletas, quesos sintéticos, pizzas instantáne­as, que desnutren y enferman. Cuando las escuelas abren sus turnos, salen cientos de niños hacia una vida peregrina y un futuro incierto.

Esta pandemia los educó a distancia, pero “había que salvar el semestre”, así es que “todos aprobaron”. Generación deficiente, que algún día vagará por los andurriale­s de la vida con un título en la axila; sin oportunida­des, quizá maneje un “Uber” o una moto para entrega a domicilio.

Pero este, no será el porvenir de los privilegia­dos. Para ellos habrá oportunida­des de dirección y poder, de riqueza, pero, de todos modos, ricos o pobres, niños y adultos, hombres y mujeres pululamos en un mundo de agua, aire y alimentos contaminad­os. De asechanzas constantes, si es que no encontramo­s pronto prístinas formas de humana convivenci­a que privilegie­n los más altos valores.

Es inaplazabl­e disminuir el crecimient­o poblaciona­l. Ya somos muchos y seremos y con estas ardientes primaveras seremos más. Estas son muestras del “huacal”, el cual mejor no abrimos. Pero este, es el porvenir que espera a nuestros niños a quien tanto amamos, pero para quienes las puertas del mañana se abren siniestras.

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