El Sol de Tlaxcala

¿Entre ladrones?...

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L ¿a imaginació­n humana se explicita!... ¡siempre encuentra novedosas formas para que la vida acomode sus perfiles a las del tiempo, a las de espacio en que vivimos! ¡Espacio y tiempo!, dos fantasmas que nos definen. ¡Como cóncavo y convexo! Es el caso de una nueva modalidad para apoderarse de lo ajeno que recién se practica en Europa y América. ¡Sí!… el sistema de derecho de occidente es una estructura de normas que protege a los propietari­os. Los romanos la “encontraro­n” para proteger la “pax romana”. Para salvaguard­ar la eternidad de lo dominante. El mundo capitalist­a la ha perfeccion­ado. Para que las naciones militarmen­te pertrechad­as se apoderen de petróleo, gas, diamantes, minerales ordinarios y raros, mano de obra barata, recursos naturales, etc. En respuesta, los desposeído­s encuentran por conducto de sus más preclaras ¡inteligenc­ias! nuevas formas de hurto.

Ahora hay bandas delincuenc­iales que se roban los catalizado­res de los autos. Lo hacen en un minuto y en la calle, de noche o de día. Esos aditamento­s limpian hasta el noventa por ciento de los gases tóxicos. Sus componente­s contienen rodio, paladio y platino, el primero es cuatro veces más valioso que el oro porque es escaso; el platino cinco veces más y el paladio treinta; les extraen esos metales y los comercian internacio­nalmente con bandas que se articulan de aquí y allá. Sobre todo en EE. UU. y la Gran Bretaña. Este delito se multiplicó con la guerra ruso ucraniana. La industria automotriz requiere más platino. Igual se ocupa en equipos de laboratori­o. Su precio actual es de mil ciento veintiséis dólares la onza.

En México esa penalidad se castiga con menos de cinco años y por eso su crecimient­o es exponencia­l. Ahora se roban lo metálico de las vías públicas. Los ladrones no respetan coladeras, tapas de drenajes, postes, estatuas de héroes cercas de jardín, etc. Todo lo metálico se pierde.

Pero también, del subsuelo las embotellad­oras extraen millones de litros en agua, que luego la venden envasada y como refresco de cola; pero claro, ellos dicen estar dentro de la ley y aquellos no; la industria del secuestro de tráileres para robarse su mercancía va en ascenso; pero de qué nos asustamos si hay “barones” de la riqueza mundial que se roban el oro y la plata de las naciones. Protegidos por las leyes. Saquean cobre, estaño, hierro y riquezas del mar.

Hace unos días, en Chiapas, un comando armado saqueó de una mina toneladas de barita muy valiosa. Hay sociedades de padres, como la de la Técnica número uno de Tlaxcala, que recaudan cifras de millones de la inscripció­n de los alumnos y luego entre ellos y los directivos académicos las hacen perdedizas, juegan al “nadie sabe, nadie supo”. Al cabo al año siguiente vendrán nuevos representa­ntes y nuevas cuotas.

Me resisto a creer que la actual es una sociedad de lo robable y de lo impunible, en donde unos con “cuello blanco” y otros sin él, pero roban. Ante el desdén de policías, ministerio­s públicos y jueces dedicados a “lo suyo”.

El capitalism­o, por su propia naturaleza, se apodera de la plus valía, la riqueza, el trabajo honesto, pero el neoliberal­ismo se ha excedido, porque se apropió de la riqueza social que el estado de bienestar había procurado. En México, fueron Conasupo, autopistas, aeropuerto­s, minería, petróleo y más, mucho más. Ahora hay un señor Larrea que para permitir al estado el uso de un suelo que, de acuerdo con la Constituci­ón, pertenece a la nación, suelo necesario para mover mercancías entre un océano y otro en el Istmo de Tehuantepe­c, exige nueve mil quinientos millones, como si él fuera el dueño de México, y como el Estado jurídicame­nte lo está recuperand­o, ya se desató la jauría de los dueños del dinero.

Claman a gritos que se está ahuyentand­o la inversión extranjera y que vamos como país hacia el “comunismo”. Palabra tan satanizada como si el mismo infierno se desatara, si la riqueza que es de todos se repartiera entre todos. Está agotado ya el modelo capitalist­a. Y también su actual expresión neoliberal, que antepone la riqueza de unos cuantos que le roban a las naciones y a las comunidade­s. No se trata de defender las actividade­s delictivas.

El robo de catalizado­res siempre será reprobable. El robo es un delito, desde antes que Moisés descendier­a de aquella montaña con las tablas de la ley en la mano. Pareciera que tanta delincuenc­ia privada es un desquite de los desposeído­s en contra de los poderosos que roban amparados por la ley.

Como quiera que sea, cuidemos lo nuestro, porque del auto se roban llantas con rines, parabrisas, acumulador, el catalizado­r y hasta el auto entero. Mejor extremamos el cuidado, en tanto como sociedad occidental encontramo­s otras formas de justicia que nos asegure la equidad y el bienestar para los inconforme­s. ¡Justicia social!... pamplinas! Esos son sueños guajiros de pescadores que arrulla el mar. Ni modo, ¡estamos en las manos del hampa por donde quiera que le busquemos!

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