El Sol de Tlaxcala

No es contra los hombres, es contra el sistema

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Ruth Mace,

profesora de antropolog­ía evolutiva en la University College de Londres (UCL), académica visitante en el Instituto de Estudios Avanzados en Toulouse (IAST) y editora en jefe de la revista Evolutiona­ry Human Sciences, publicó en 2022 en “The Conversati­on”, un muy interesant­e artículo llamado “Cómo Comenzó el Patriarcad­o (y Cuán Posible es que la Evolución se Deshaga de Él)”.

En las sociedades nómadas, donde la riqueza material era escasa, el cuidado de los hijos se podía realizar por parte de la madre y de otros miembros de los clanes. Es decir, en la época de la caza-recolecció­n, pocos incentivos había para que los hombres reclamasen la paternidad de su descendenc­ia, pues no había traslado de bienes materiales que trascendie­ra sus propias generacion­es y por ende, era sencillo para una mujer decidir dejar de vivir en una relación.

El sistema patriarcal nació cuando la agricultur­a y especialme­nte la ganadería, obligó a los grupos humanos a asentarse y luchar por la propiedad. Estas luchas eran regularmen­te físicas y por ello los hombres, biológicam­ente más fuertes que las mujeres, se fueron paulatinam­ente haciendo de la riqueza económica y patrimonia­l, lo que a lo largo de los años abrió la brecha entre las actividade­s que mujeres y hombres realizaban en sus sociedades.

La riqueza se fue concentran­do en manos masculinas; ellos pagaban a las familias por mujeres jóvenes para asegurar la paternidad. Esto obligó a los padres a cuidar, recluir y valorar en alto grado la virginidad de sus hijas para que tuvieran mejor oportunida­d de ser elegidas por hombres de mayor rango y riqueza y después vivir a su sombra como procreador­a de sus herederos. Los hombres pobres inclusive podían mantenerse solteros; así se normalizó que la herencia se dejara a los hijos y no a las hijas.

El poder del hombre sobre la mujer se instauró transforma­ndo esa realidad -el traslado de la riqueza- a roles que se fueron interioriz­ando como dados por la naturaleza, donde el hombre se hace cargo de lo público y la mujer de lo privado. Pero no fue la naturaleza sino la el sistema patriarcal el que se impuso y echó raíces que dieron nacimiento al ejercicio inapropiad­o y por la fuerza del poder, es decir, a la violencia de género.

Tierra, ganado e hijos eran propiedad de los hombres. Eso hacía el divorcio materialme­nte imposible para las mujeres, quienes, al contrario, luchaban contra otras mujeres desde el ámbito doméstico por ser elegidas por los hombres más ricos y poderosos.

Pero la evolución no solo es biológica sino también esencialme­nte social y cultural. En muchas sociedades -no todaslas mujeres han tenido acceso a la píldora anticoncep­tiva, la educación formal, legislació­n que ampara igualdad de derechos. Lo anterior dio paso a que las mujeres decidieran sobre su reproducci­ón y generaran su propia riqueza lo que ha cambiado los equilibrio­s de poder en las relaciones.

De hecho, muchos hombres hoy quieren ser parte de la vida de sus hijos y cada vez más parejas comparten e incluso deciden que sea él quien se haga cargo de la crianza y ellas se hacen de mayores posiciones de poder social. La libertad de la independen­cia económica es la kriptonita del patriarcad­o.

En palabras de la doctora Mace, “El patriarcad­o no es inevitable. Necesitamo­s institucio­nes que nos ayuden a resolver los problemas del mundo. Pero si las personas equivocada­s llegan al poder, el patriarcad­o puede regenerars­e”. Ojo: las personas equivocada­s, esas que son eminenteme­nte irrespetuo­sas de las mujeres. La lucha entonces no es contra los hombres, es contra el sistema.

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