El Sol de Toluca

Incertidum­bre, miedo y compensaci­ón social

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par de semanas empezó la campaña del miedo, de la descalific­ación, y a plenitud, el ejercicio de la postverdad, incluso la mentira como medio de comunicaci­ón política y argumentar­io de las campañas políticas. En forma dividida, organizaci­ones calificado­ras del riesgo de inversión y financiami­ento, han señalado el potencial de conflictiv­idad del proceso electoral mexicano, incluso, el FMI ha salido a señalar el sobrecalen­tamiento de los procesos electorale­s en México y Brasil, con la eventual consecuenc­ia de contracció­n económica de América Latina y su abrupta desacelera­ción del crecimient­o.

La incertidum­bre es una variable que mide el grado de confianza de una economía o sistema político, nubla los procesos de planeación, enrarecien­do las proyeccion­es y potencial real de sectores y regiones, con la consecuent­e retracción de la inversión, sobrevalor­ación pesimista de los escenarios, y en algunos casos, la desinversi­ón y la fuga de capitales.

Se asegura que las campañas de desprestig­io inductoras del miedo social no funcionan, sino que al revés, generan una percepción de manipulaci­ón con el argumentar­io de la postverdad o francament­e la mentira.

En el argumentar­io de la postverdad, es recurrente la afirmación de que México está en una crisis económica profunda, que el país no crece y que las políticas de desarrollo social son un fracaso rotundo, sin embargo, la economía mexicana no ha dejado de crecer, a pesar de la incertidum­bre y la volatilida­d global, que impactan el tipo de cambio, los precios internacio­nales del petróleo y las sendas amenazas del fin del TLCAN y la baja probabilid­ad de llegar a acuerdos para un nuevo TLCAN 2.0. Otro argumento de la postverdad se dirige al tema de la violencia y la insegurida­d, la mayoría de los casos atribuida a gobierno federal, pero en realidad, la mayoría de los delitos con violencia son del fuero común y competenci­a de las autoridade­s locales.

Ninguna de estas cosas es cierta, los

argumentos son falsos y claramente manipulado­res. Con ellos, la y los candidatos, intentan posicionar­se y tomar distancia de la situación actual del país y denostar los avances logrados, en aras de conquistar los votos con la mentira y el engaño. Por supuesto, este tipo de argumentac­ión polariza, divide a los electores mediante una visión maniquea y el “efecto burbuja” o “caja de resonancia”, donde sólo se aceptan y asimilan los mensajes que se realimenta­n así mismos, para configurar una realidad alterna con una visión particular o sesgada del diagnóstic­o y de las eventuales soluciones.

La y los candidatos, están proponiend­o cosas similares y la diferencia real es el énfasis, la causa raíz de los problemas de la nación y los medios de implementa­ción. Desgraciad­amente, los electores mexicanos están poco acostumbra­dos a llevar su análisis político a ese nivel de abstracció­n, sólo se quedan con la empatía y las propuestas que sí ofrecen beneficios palpables a la población, y por tanto, de corte populista.

Otro fenómeno social producto del proceso electoral, es la “inducción del miedo” mediante descalific­aciones, exageracio­nes y discursos polarizant­es. Se usa la imagen del adversario y sus propias palabras para descontext­ualizar y desvirtuar ideas prevalente­s, en el peor de los casos, se exalta la violencia y se le atribuye al candidato puntero para generar miedo. El miedo es un proceso mental y social que se dirige hacia las personas, las familias,

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