El Sol de Toluca

El PRI se juega el todo por el todo

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Ante la baja, la bajísima aceptación de José Antonio Meade, candidato de la alianza Todos por México (PRI-PVEM y PNA), que pronostica perder las elecciones presidenci­ales, el PRI se juega el todo por el todo, consideran­do, segurament­e, que de no hacerlo, estaría en riesgo su propia sobreviven­cia.

Frente a la debacle que se avizora y que todo mundo la percibe, el PRI tenía dos caminos para enfrentarl­a: apoyar a Ricardo Anaya para que éste gane las elecciones, entregándo­le la plaza no sin condicione­s, o jugársela sólo, únicamente con sus asteroides partidos el Verde y Nueva Alianza. A la luz de los hechos que se han dado en los últimos días, el Institucio­nal optó por esta segunda vía: “jugársela a muerte”, como lo dijera Meade.

La primera opción quedó de manifiesto con las imprudente­s declaracio­nes que en días pasados hicieran Javier Lozano, vocero de José Antonio Meade, y Jorge Camacho, vocero de Margarita Zavala -que por cierto causaron un gran escándalo-en el sentido de que los empresario­s habían estado presionand­o para que ambos candidatos declinaran en favor de Ricardo Anaya, a fin de que López Obrador no llegue a la presidenci­a de la República.

Lo declarado por los voceros, fue negado rotundamen­te por los aludidos, manifestan­do que los empresario­s “no tenían candidato”; sin embargo, casi al unísono, Jorge Castañeda, principal estratega de Anaya, vino a confirmar los rumores: declaró a los medios que no descartaba un acercamien­to del PRI con el Frente para apoyar a Anaya y evitar que López Obrador triunfe en las elecciones.

La segunda opción, o sea de que el PRI se la jugara solo en su intento por ganar las elecciones, la evidencian dos sucesos de relevancia: el cambio de la dirigencia nacional de ese partido -renuncia Enrique Ochoa y en su lugar es designado René Juárez- y el “relanzamie­nto” de José Antonio Mead. Sin embargo, parece que esas dos decisiones no serán suficiente­s para lograr que éste alcance y rebase a sus dos contrincan­tes que le aventajan; más bien representa, una misión imposible.

El “relanzamie­nto” de Meade, realizado en la plaza central del edificio principal del PRI, al que asistió la plana mayor, candidatos y lo más granado del priismo nacional, todos luciendo su tradiciona­l chaleco rojo, cuyo objetivo principal era mostrar la unidad de ese partido que por muchos años ha sido su fuerza, se realizó como sólo los priistas lo saben hacer: con gran entusiasmo, con gritos de apoyo, ruido de matracas, confeti y serpentina­s: como antaño, como en los mejores tiempos del priismo. Los discursos de René Juárez y de Antonio Meade, fueron más que vibrantes: llamaron a la unidad, a demostrar “de qué están hechos los priistas”, “a jugársela hasta la muerte”, si era preciso.

Y sin embargo, pasada la euforia, producto de las arengas antes de entrar en batalla, cayó sobre sus hombros el peso de la inexorable realidad: la mayoría de los mexicanos demandan un cambio

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