Día del Maestro
Ser maestro, lo he mencionado en múltiples ocasiones, es una vocación, no una profesión; es una misión, no una ocupación, por la alta responsabilidad que tiene de transformar con imaginación y conocimiento a los individuos y a la sociedad; son los orfebres del alma, los forjadores de la patria, lo cual fue comprendido e interpretado por los diputados Benito Ramírez García y Enrique Viezca Lobatón, quienes propusieron la iniciativa de Ley para crear el Día del Maestro, siendo aprobada por el Honorable Congreso de la Unión y firmada por el presidente de la república, Venustiano Carranza, el 23 de noviembre de 1917.
A partir de esta fecha, los maestros tienen un sitio de honor en el corazón de los mexicanos, ya que justipreciamos la nobleza de su profesión y sabemos además que ninguna nación moderna ha conocido la prosperidad sin antes haber preparado docentes, catedráticos y pedagogos de excelencia y construido un eficiente sistema educativo.
La historia de países exitosos de la segunda mitad del siglo XX, como Japón, prácticamente destruido después de la segunda guerra mundial o los llamados “Dragones” del sureste Asiático –Singapur, Taiwán y Corea del Sur– padecían graves problemas de subdesarrollo, han tenido como eje de su gran despliegue económico y social a los maestros y la educación.
Por ello, no es casualidad que desde épocas remotas se haya reconocido el trascendente papel del maestro como lo hizo Alfonso X, El Sabio, quien gobernó España en el siglo XII y en el texto de promulgó sus derechos, tales como el bienestar y respeto social, seguro de salud y protección familiar; o bien, en tiempos más recientes, cuando el pueblo judío de Varsovia, en Polonia, estaba siendo exterminado por los nazis, en 1943, sus líderes manifestaron: “Han de ser salvados primero que nadie, antes que los niños y las mujeres, los maestros, porque ellos son los que nos perpetuarán y los que nos librarán del holocausto, son la memoria que nos permitirá un día resucitar”.
En nuestro país, y específicamente en el Estado de México, Fray Pedro de Gante fundó la primera escuela de América, durante la Colonia.
Siglos más tarde, durante 1828, la educación cobró fuerza en nuestra entidad con el surgimiento del Instituto Literario; fue ésta una época de esplendor que dio renombre a las Instituciones educativas.
Grandes maestros, muchos de ellos no de profesión, formaron a las futuras generaciones que más tarde tendrían una participación destacada en la vida pública, como el caso del periodista cubano José María Heredia; del escritor, periodista y político Ignacio Ramírez, quien fuera maestro del célebre Ignacio Manuel Altamirano, distinguido por sus ideas liberales. El desarrollo de la pedagogía en la Unión Americana y en Europa influyó en la de nuestro país. Gabino Barreda introdujo la pedagogía positivista fundamentada en la filosofía de Augusto Comte; por otra parte, John Dewey fue el centro de atención de muchos maestros mexicanos.
Ingenieros, abogados, periodistas, escritores y poetas serían los primeros maestros del Instituto Literario y de la Normal. Creada la carrera de profesor, se dio la posibilidad de tener una formación multidisciplinaria, logrando que los alumnos tuvieran buen nivel académico.
Algunos maestros sobresalieron por sus obras escritas y por sus innovaciones pedagógicas, tal es el caso de Gregorio Torres Quintero, creador del método onomatopéyico, y de Agustín González Plata. Otros maestros también edificaron las conciencias de los alumnos que pasaron por sus manos, como Laura Méndez de Cuenca y Elisa Estrada Hernández; en otro apartado encontramos a los maestros que, con sus ideas de justicia social, lograron unificar al gremio: Noé Pérez Pioquinto y Clara del Moral.
En nuestra entidad federativa, la Ley de Educación actualmente afirma que el maestro es promotor, coordinador y agente directo del proceso educativo. Además señala:
Que las instituciones que promuevan y sostengan la educación en el Estado, deben proporcionarle al mentor todos los medios que le permitan realizar eficazmente su labor y que contribuyan a su constante perfeccionamiento, actualización y en general fortalezcan su ejercicio profesional.
La educación que impartan en el Estado, los organismos descentralizados, así como particulares, prosigue, debe contribuir al desarrollo integral del individuo, para que ejerza plenamente sus capacidades humanas; deben fortalecer la conciencia del nacionalismo y de la soberanía, el aprecio por la historia, los símbolos patrios y las instituciones nacionales, debe promover, mediante la enseñanza de la lengua nacional, el español, un idioma común para todos los mexicanos, sin menoscabo de proteger y promover el desarrollo de las lenguas indígenas.
Debe infundir la práctica de la democracia, el valor de la justicia, la observancia de la Ley; fomentar el conocimiento y estimular la innovación científica y tecnológica; impulsar la creación artística; estimular la educación física y la práctica del deporte; crear conciencia sobre la preservación de la salud, la planificación familiar, el respeto a la dignidad humana, el aprovechamiento racional de los recursos naturales y la protección al medio ambiente. Son, entre otros, los principios rectores sobre los que se basa la educación de los mexicanos y mexiquenses, así lo dice la Ley.
En 2010, el Sindicato de Maestros al Servicio del Estado de México les rindió un gran homenaje a través de la publicación del libro
el cual es una joya bibliográfica que ustedes deben de leer.
*(Secretario académico de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística del Estado de México)