Maestros que partieron
En esta semana fuimos invitados al acto de entrega de premios y reconocimientos a los triunfadores del certamen de literatura Sor Juana Inés de la Cruz 2018 que el Estado de México, a través del Consejo Editorial de nuestro estado, convoca anualmente desde el 2009.
Me llamó la atención y me dio gusto ver que la mayoría de los premiados fueron jóvenes creadores. Y. . . mi memoria voló hacia mis maestros, los que ya partieron y que dejaron honda huella en mi quehacer literario. Recordé las palabras de Carmen Rosenzweig sobre este oficio tan ingrato y tan querido por aquellos que se dejan atrapar por las letras y la palabra escrita, cito: “Escribir es tierra de todos para cultivo, constante y difícil. Es aventura rigurosa de riesgo, cuántos los sabemos, pero que al llamarla es para caer a su amor, y no dejar en desierto sus posibilidades”.
Rosenzweig es de las pocas escritoras incluidas en la antología de Antonio Alatorre, es una de las “Siete cabritas” de Elena Poniatowska, la de huella firme en el “Territorio de Leonas”. Como sucede siempre con aquellos seres que se nos adelantaron y que sentimos su ausencia, recordar sus cafés platicaditos en que compartía sus experiencias, vivencias y anécdotas, con sus maestros, Juan Rulfo y Juan José Arreola, a éste lo apreciaba sobre manera, cuando supo que ya estaba muy mal de salud, tomó un avión a Guadalajara y lo fue a visitar, a rendirle homenaje al maestro que la enseñó. Sus compañeros Elena, Elenita Poniatowska, inseparable de Carmensota, en un tiempo; Fernando Del Paso, a quien vimos recorriendo su exposición de dibujos en el Museo José María Velasco de su brazo, sujetando el ayer. A los triunfadores que fueron jóvenes un día y pasaban a su revista Rehilete a dejar una colaboración para ser publicada, como hacía Carlitos, Carlos Fuentes que en una presentación de uno de los libros de José Pascual Buxó, la abrazaba, era su Carmencita de años atrás. Y qué decir de Leonardo Nierman, el exitoso pintor, quien colaboraba con sus trabajos para algunas ediciones de la revista, con el que se fue a desayunar chilaquiles y abandonar el salón en un acto al que estábamos convocadas.
Una valiosa experiencia el conocerla y disfrutar de su amistad, en donde la literatura estaba siempre presente, Carmen merecía descansar y lo dejó dicho en sus versos: Al apagarme me voy / con mi reguero de luz / a otra parte / al desprenderme descanso.