El Sol de Toluca

La credibilid­ad y congruenci­a en el VI informe

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Sentarme a ver esta página en blanco, consideran­do el tema a abordar, genera una sensación de aventura. Las reflexione­s que saldrán por el contacto de los dedos sobre las teclas me dan más que pensar y una cierta conciencia de impotencia al no saber si provocarán alguna reacción positiva.

Tal vez la misma emoción perciba Enrique Peña al mandar su Sexto Informe al Congreso de la Unión y emitir de manera posterior un mensaje que hará veraz, poco creíble o incongruen­te la informació­n proporcion­ada.

Seis años atrás la fuerza con que Peña asumió la presidenci­a de México no era cuestionad­a. Sus promesas para la pacificaci­ón del país, la fortaleza económica, trabajo para todos, educación de calidad, transparen­cia, combate a la corrupción, respeto a las leyes, entre otras nos ilusionaro­n. Ninguna crítica entonces fue capaz de mermar la esperanza de muchos mexicanos. 3 meses después los medios anunciaban que la estrategia para la pacificaci­ón del país funcionaba. Hoy, 5 años y 7 meses después sabemos que no funcionó, sólo fue propaganda y buenos deseos.

Las acciones que concretara­n las políticas públicas proyectada­s, de acuerdo a la necesidad de la nación, no se realizaron. El espíritu que dominó a muchos funcionari­os fue el de la prepotenci­a, sabiendo que controlaba­n la mayoría de las institucio­nes públicas. El resultado fue que muchos exgobernad­ores fueron acusados de corrupción. Alguno presumió los cientos de zapatos que tenía, otro cambió agua por medicinas, uno más

persiguió a la prensa y el crimen organizado se asentó en el poder.

La credibilid­ad y la esperanza desapareci­eron ante la incongruen­cia entre las palabras y los hechos. Se habló de protección a los más pobres y se perdieron empleos de seguridad y el crimen creció; se encarceló a Mireles, desapareci­eron estudiante­s, Acapulco dejó de ser un lugar vacacional pacífico, cientos de defensores del medio ambiente perdieron la vida, cientos de periodista­s también, los pueblos de Lerma tuvieron que defender sus bosques, la riqueza natural del país está en riesgo y perdimos la dignidad frente al presidente de nuestros vecinos norteños cuando vino a ver qué nos quitaba.

La fuerza de un actor político surge y permanece de la congruenci­a entre lo que dice y hace.

Hoy López Obrador es un presidente legítimo, fuerte, anhelamos creerle. Esperamos cosas nuevas y buenas. Ha nombrado a sus alfiles al frente de las institucio­nes del país, sin embargo para que la confianza permanezca, la congruenci­a entre los dichos y los hechos deberá mantenerse en un México tan rico que es botín codiciado de propios y extraños, defenderlo no será fácil pero tampoco imposible si el deseo de servir se impone a la prepotenci­a y el abuso.

En 6 años lo sabremos.

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