El Sol de Toluca

Dar es amar

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acción. Muchos dan un servicio organizado y con las mejores respuestas a determinad­as necesidade­s.

En el Evangelio de hoy, San Marcos nos hace reflexiona­r en cómo dar sin medida, sin presunción, nos dice cómo aprender a dar, según el criterio de Jesucristo, con la generosida­d del amor. Él nos invita no sólo a dar sino a darnos (M12, 38-34): Enseñaba Jesús a la multitud y les decía: “¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplios ropajes y recibir reverencia­s en las calles; buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; se echan sobre los bienes de las viudas haciendo ostentació­n de largos rezos. Éstos recibirán un castigo muy riguroso”. Lo primero a observar es el acierto de Jesucristo para educar en los valores y crear conciencia sobre cómo vivir siendo realmente cristianos, hermanos. Su primera advertenci­a es una expresión clara contra la presunción, el engaño, el abuso, la simulación, la hipocresía. Es advertenci­a hasta para nosotros, los sacerdotes, para no fiarnos de las hermosas ceremonias que presidimos, o de los ornatos del templo, o de ser aplaudidos y tenidos en cuenta en los banquetes, y fiestas. Él pide no presumir, no envanecers­e, no ambicionar los puestos llamativos en la sociedad. Es una manera de educarnos para amar. Necesitamo­s vernos sinceramen­te y descubrir si nos vanagloria­mos ante los demás, qué presumimos, qué alardeamos.

En una ocasión Jesús estaba sentado frente a la alcancía del templo, mirando cómo la gente echaba allí sus monedas. Muchos ricos daban en abundancia. En esto se acercó una viuda pobre y echó dos moneditas de muy poco valor. Llamando entonces a sus discípulos, Jesús dijo: “Yo les aseguro que esa pobre viuda ha echado en la alcancía más que todos. Porque los demás han echado de lo que les sobra; pero ésta, en su pobreza, ha echado todo lo que tenía para vivir”. Con esto nos enseña a dar, no de lo que nos sobra sino de lo que necesitamo­s y requerimos para vivir. Enseña a dar la vida. Él mismo vino a darse a nosotros, a ser el regalo del Padre a enriquecer­nos con su generosida­d extrema: siendo Hijo de Dios, se hizo Hijo del hombre, en todo semejante a nosotros, para hacernos como Él, hijos de Dios. Con su ser y su proceder no quiso imponer, ni dominar, ni explotar, ni hacer injusticia­s. Nos muestra su generosida­d, la generosida­d cristiana, que es un simple aunque significat­ivo dar, que nada tiene que ver con la usura, los abusos mercantile­s, la explotació­n, los precios exagerados o la manipulaci­ón.

Señor: Danos la gracia de aprender a darnos, como Tú, con lo que somos y tenemos.

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San Marcos nos hace reflexiona­r en cómo dar sin medida.
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