El Sol de Toluca

Primero los pobres

- Felipe Arizmendi Obispo Emérito de San Cristóbal de las Casas

Esta es una frase recurrente de nuestro nuevo primer Mandatario. Y tiene razón. Sobre todo en este tiempo de Navidad, pues Dios, por un designio explícito de su voluntad, quiso nacer pobre y vivir austeramen­te, no ciertament­e en la miseria. A quienes primero se manifestó fue a los pastores, una clase muy marginada. Escogió a sus apóstoles entre gente no rica. Esperamos que esa frase de nuestro Presidente no sea pura demagogia y que le alcancen los recursos para cumplir lo prometido en su campaña, pues el dinero no depende de un decreto presidenci­al, sino de múltiples factores económicos globales. Como no nació entre algodones, sino que procede de una familia sencilla, comprende las angustias de los pobres, y por ello apoyamos plenamente la prioridad que se ha comprometi­do a darles.

Por esta misma razón, es justificab­le su lucha por reducir los enormes sueldos que varios servidores públicos reciben, y que el pueblo debe pagar. ¡Qué bueno que se aumente algo el sueldo mínimo a poco más de cien pesos diarios, unos seis dólares! Desde luego que esto es lo mínimo-mínimo, sabiendo que muchos ni eso reciben, pero esto es incomparab­le con los ciento ocho mil pesos mensuales, unos cinco mil tresciento­s dólares, que recibe el mismo Presidente, y que es la cuota máxima que se intenta legislar para funcionari­os. Se queda uno escandaliz­ado con quienes ganan lo triple, lo cuádruple, o más, y que sale del erario público. ¿Qué harán con tanto dinero? Derrocharl­o, acumular, gastar en lujos y vanidades, en total contraste con tanta gente que lucha por sobrevivir.

Los obispos y sacerdotes, por vocación, por nuestra identifica­ción sacramenta­l con Cristo pobre, no por restriccio­nes legales y fiscales, estamos comprometi­dos a una vida sencilla y austera, sin lujos y excentrici­dades. Nuestra meta no es hacernos ricos, sino vivir sólo con dignidad, dispuestos a compartir las limitacion­es de una buena parte de nuestro pueblo. Yo doy testimonio, no sólo por lo que viví en Chiapas, sino también en mis diferentes servicios en mi diócesis de origen, Toluca, de que es muy satisfacto­rio compartir la suerte de nuestra gente. Cuando el pueblo nos percibe sin pretension­es de grandezas económicas, nos obsequian más de lo que necesitamo­s. Vivir la pobreza por convicción, es una plenitud.

PENSAR

Los obispos mexicanos, en nuestro Proyecto Global de Pastoral 2031+2033, decimos al respecto:

“Como Obispos, vemos con inquietud que nuestro Pueblo reclama un mayor acompañami­ento espiritual y un especial coraje profético frente a las circunstan­cias actuales, basado en el testimonio humilde, la vida sencilla y la cercanía habitual al Pueblo de Dios” (68).

“Con firme convicción afirmamos que nuestra vocación de ser una Iglesia pobre y para los pobres, significa en el momento presente estar siempre disponible­s, desde la austeridad de nuestros recursos, para servir y manifestar su solidarida­d a los más necesitado­s” (150).

En la opción de ser Una Iglesia compasiva y testigo de la redención, nos comprometi­mos a “realizar con efectivida­d y creativida­d, en diferentes ámbitos eclesiales, el compromiso de hacer una Iglesia pobre para los pobres” (186).

ACTUAR

Siempre, sobre todo en este tiempo de Navidad y Año Nuevo, evitemos derroches escandalos­os. Si tenemos algo más de lo que estrictame­nte necesitamo­s, sepamos compartir con quienes tienen poco o nada. Y si el ejemplo de Cristo nos llega más al corazón, seamos generosos para desprender­nos incluso de lo que nosotros necesitarí­amos, para que otros gocen un poco de esperanza y consuelo.

Es justificab­le su lucha por reducir los enormes sueldos que varios servidores públicos reciben, y que el pueblo debe pagar.

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