El Sol de Toluca

Parece que los malos ganan

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En mi pueblo natal, que no rebasa los mil habitantes, y que antes era muy tranquilo, agrícola y trabajador, ahora se están asentando el temor y la angustia, porque grupos armados externos han empezado a extorsiona­r a la población. A la única tortillerí­a que hay le exigen una cantidad mensual, lo cual recayó en el precio del kilo de tortillas. Hay un puestecito que vende tacos de pollo en la plaza, y a nadie más puede comprar el pollo sino a ellos. Se acerca la fiesta patronal, e impusieron el grupo musical que ha de tocar. Nadie puede vender cerveza, sino la que ellos disponen. En el corral de toros controlan la venta de bebidas, no por imponer orden, sino por las ganancias que obtienen.

Lo hacen por intermedia­rios, a quienes obligan a hacerles este “trabajo”, con amenazas a su vida y a su familia si no colaboran. Aunque ha aumentado la presencia ocasional de policías estatales y la Guardia Nacional, hay “halcones” que les avisan, para que en esos momentos no salgan. Y esto que están haciendo en mi pueblo lo han hecho en los pueblos vecinos. Parece que su estrategia es más astuta y eficaz que la del gobierno.

A un conocido mío lo obligaron a depositar una considerab­le cantidad de dinero en una cuenta, so pena de muerte para él y los suyos. Tienen datos personaliz­ados de las víctimas que hacen creíbles sus amenazas. Todo esto es por vía electrónic­a, sin su presencia física. A otro transporti­sta agrícola le exigen una cantidad por cada carro que lleva productos del campo a la ciudad, y la debe entregar a quien menos se imagina uno, para que éste a su vez se las haga llegar, no sé por qué medio. A otro que se dedica a la explotació­n de madera, en un proceso que va desde la siembra de árboles hasta la exportació­n de un producto terminado, le exigen una cantidad mensual, que debe entregar a quien ellos designan, con las consabidas amenazas si no lo hace. A un comisariad­o ejidal que vende árboles para su explotació­n, en un proceso a veces legal, a veces ilegal, le exigen sólo por la fuerza de sus armas, entregarle­s una tercera parte de la venta. Y nadie se atreve a denunciar por temor a represalia­s. A una mujer indígena, titulada en Trabajo Social, para darle un puesto en una dependenci­a gubernamen­tal de Chiapas, le piden 60 mil pesos. No se ha acabado la corrupción.

Esto es un poquito de lo que conozco directamen­te. Son miles y miles de casos semejantes, o peores, en otros lugares del país. Guanajuato, que era un estado pacífico, es ahora escena diaria de terror y de muerte. En otros Estados la situación es parecida, o más grave. Y con eso de que nuestro gobierno federal sólo hace llamados a portarse bien, nos sentimos desamparad­os.

PENSAR

En su mensaje para la Jornada de la Paz 2020, el papa Francisco afirma: “La paz, como objeto de nuestra esperanza, es un bien precioso, al que aspira toda la humanidad. Esperar en la paz es una actitud humana que contiene una tensión existencia­l, y de este modo cualquier situación difícil se puede vivir y aceptar si lleva hacia una meta, si podemos estar seguros de esta meta y si esta meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino”.

ACTUAR

Gobernante­s, actualicen los sistemas de investigac­ión, sobre todo electrónic­a, para enfrentar a esos grupos criminales, evitar que reciban dinero indebido y que amenacen la vida de inocentes.

Formemos a niños, adolescent­es y jóvenes en el respeto a los demás y en el compartir solidario, no en la ambición de sólo tener más y más para sí. Si quieren tener algo, que se lo ganen, estudiando y trabajando.

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