Ganó la elección, pierde el gobierno Hoy, hace
dos años, ganó la elección, ahora parece haber extraviado la orientación política de la sociedad, no encontrar el timón, estárcele nublando la visión, en pocas palabras: perder el gobierno. Afirmar lo anterior no es un juicio de valor, ni siquiera una opinión, sino una descripción basada en datos, en hechos, y respaldada por la percepción de un grupo de la sociedad, ciertamente todavía minoritario, pero cada día más grande e influyente.
Los resultados económicos, políticos y sociales del gobierno federal en turno son negativos, todos. Económicamente duele repetirlo, México decrece, pierde la confianza de los inversionistas, queda al garete sin su otrora motor: los ingresos petroleros y la empresa emblemática que fuera orgullo nacional hoy son un lastre, lo que quiera que se haga con ella, resultará sumamente costoso en una cifra de más de nueve dígitos, sin que se hayan consolidado las otras fuentes energéticas previstas por la muy importante reforma en el tema que, lejos de ser impulsada, es abiertamente bloqueada por las autoridades, sin que parezca importarles la implicación económica y, sobre todo, el desastre ecológico que implica insistir en usar fuentes de energía sucias. Por si fuera poco, se pierden empleos, y todo eso, incluso antes de la pandemia por Covid-19, la cual llegó para dejar sin ingresos y sin esperanza, total o parcialmente, a 12 millones de nosotros.
Políticamente el Ejecutivo federal difícilmente podría haber creado un panorama más adverso, todas las reformas constitucionales, legales, decisiones de gobierno y medidas administrativas que definen lo que el presidente ha llamado la 4T, están en duda jurídica, cuestionadas por contravenir el orden legal y hasta los Derechos Humanos en procesos jurisdiccionales, en espera para que la Suprema Corte de Justicia de la Nación resuelva, de modo que la espina dorsal de todo el proyecto de gobierno se tambalea con altas probabilidades de caerse, como ya ocurrió
esta semana con el llamado por la prensa “Decreto Nahle”. Y como si no fuera suficiente, el presidente usa su más poderosa herramienta de comunicación para descalificar a periodistas, reporteros, comunicadores y medios informativos, pero no dice casi nada de los delincuentes que asolan al país entero; al hacerlo, no sólo se aleja de los medios de comunicación, sino que se separa de la más sensible preocupación de la sociedad. Y en la misma ruta del aislamiento, en dicho espacio de comunicación repite los estereotipos y trabas culturales, suyas y de buena parte de la sociedad, que tanto han dañado a las mujeres, ese sector de la sociedad en buena medida lo apoyó, y que ya no reconoce en él y su gobierno, al aliado que se necesita para construir una sociedad más igualitaria entre mujeres y hombres.
Socialmente, la realidad es implacable e inapelable: Si el Producto Interno Bruto tiene una caída de más de 6%, y la tasa de desempleo sigue en aumento -como ya se mencionó, ambos fenómenos iniciados antes de la pandemia y agudizados por ella- “México podría perder los logros que obtuvo en materia de pobreza entre 2008 y 2018”, advirtió el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval).
A dos años de la última elección presidencial, es necesario cobrar conciencia de que para eso y por eso es indispensable cuidar a las instituciones y proteger nuestro orden legal, con ellas es posible que, aunque el gobernante extravíe el rumbo, el país no pierda dirección.