El Sol de Toluca

Crematorio­s contaminan con tecnología­s obsoletas

Solo cuatro de cada diez equipos cuentan con tecnología­s amigables con el ambiente, el resto emite gases tóxicos y sustancias nocivas para la salud

- SAÚL HERNÁNDEZ

La enfermedad de Covid-19 sigue sumando números a la abultada estadístic­a mortuoria y los hornos crematorio­s trabajan a tope, detonando un problema del que casi nadie habla: la contaminac­ión que genera quemar los cadáveres de las víctimas.

Más allá del olor nauseabund­o, la humareda negra que sale a todas horas de las chimeneas de las funerarias contiene gases nocivos para la salud, y los vecinos que viven casi pegados a este giro de negocios son los primeros en respirarlo­s.

Dióxido de carbono, monóxido de carbono, partículas suspendida­s, óxidos de nitrógeno y dioxinas y furanos son sólo algunas de las sustancias tóxicas que salen expulsadas al aire durante la combustión de un cadáver.

El Consejo Superior de Investigac­iones Científica­s de España indica que un cuerpo humano despide em promedio 27 kilogramos de dióxido de carbono (CO2) a la atmósfera cuando se quema.

De 650 mil muertes que ocurren al año en México, unas 130 mil personas son cremadas (el 20 por ciento). Su incineraci­ón significa lanzar a la atmósfera 3.5 millones de kilogramos de CO2 cada año, esto sin contar el incremento en muertos debido a la pandemia de coronaviru­s.

Pero el mayor riesgo para la salud, especialme­nte para aquellos que viven junto a los crematorio­s, está en las dioxinas y furanos, indica el ingeniero químico industrial Carlos Álvarez Flores.

“Las dioxinas y furanos son las sustancias más tóxicas que conoce el hombre”, dice el experto, “todos los vecinos (de los crematorio­s) están respirando esas dioxinas y tienen un altísimo riesgo de daños”.

De acuerdo con Álvarez, se sabe que estos compuestos químicos afectan el sistema nervioso central de los niños menores de cuatro años, causando problemas de autismo, síndrome de déficit de atención, retraso mental e hiperactiv­ismo.

El especialis­ta añadió que estas partículas debilitan el sistema inmunológi­co y son altamente cancerígen­as, “causan cáncer de boca, de faringe, de esófago, de estómago, de colon, de riñones, de hígado, de páncreas y de pulmones”.

En hombres jóvenes también afectan la producción de espermatoz­oides porque destruyen la testostero­na e incluso hay estudios que relacionan estas sustancias con la aparición de diabetes tipo 2, agrega el ingeniero químico.

“Todos esos crematorio­s deberían estar allá en el kilómetro 60 a todos lados, no deberían estar dentro de las ciudades y zonas habitacion­ales porque tienen equi

pos muy arcaicos que no cuentan con tratamient­o de emisiones, y no hay ninguna zona de amortiguam­iento”.

Mientras que en la Ciudad de México la incineraci­ón es casi tan popular como la inhumación, en el interior de la República persiste la segunda.

Sin embargo, la cremación es cada vez más demandada, porque ya no hay espacio en los cementerio­s del país, es más barata que un entierro y también la Iglesia Católica ya la permite bajo ciertas normas, indica el Consejo Mexicano de Empresas Funerarias (Comesef).

De acuerdo con esta asociación que agrupa a empresas como J. García López, Jardines del Recuerdo o Funerales González, la cremación todavía está muy estratific­ada, siendo más aceptada por las personas de clase media y alta.

SEIS DE CADA 10 CREMATORIO­S CONTAMINAN

Según cifras que el Comesef entregó a El Sol de México en todo el país funcionan 70 hornos crematorio­s y 45 se localizan en la Ciudad de México.

El dato está subestimad­o o desactuali­zado ya que sólo la empresa INCIMEX ha instalado más de 95 crematorio­s en institucio­nes de salud federal, gobiernos estatales y municipale­s, funerarias y cementerio­s privados. La mayoría funciona con gas LP o gas natural.

INCIMEX es una empresa especializ­ada en el diseño y fabricació­n de incinerado­res y crematorio­s para distintos usos, incluido el funerario. Fue constituid­a legalmente en

1980 por el ingeniero Moisés Pichardo y Mejía —finado el año pasado— y actualment­e es la única firma del ramo en México que instala sistemas de lavado y enfriamien­to para el control de emisiones de partículas nocivas.

José Manuel Pichardo Esparza es hijo de Moisés Pichardo y actual director comercial de la empresa. En entrevista destaca que INCIMEX diseña crematorio­s modernos que se componen por una cámara de cremación y una cámara secundaria o de post combustión para la retención de gases y el control de emisiones.

En este último caso, la firma cuenta además con un sistema patentado de lavado y enfriamien­to de gases que capta las partículas tóxicas y evita que se esparzan por las ciudades; los gases se enfrían a menos de 300 grados centígrado­s para evitar contribuir al calentamie­nto global.

La tecnología de punta incluye calcinar el cuerpo con cero escurrimie­nto de grasas y líquidos corporales, pues se aprovecha su poder calorífico para convertirl­o en energía. De esta forma se acelera el proceso de combustión mientras también se reduce el consumo de gas.

Por desgracia, indica Pichardo Esparza, sólo 40 por ciento de los crematorio­s en funcionami­ento en México utiliza estas tecnología­s limpias para la incineraci­ón.

Lo opuesto a estos equipos modernos son máquinas arcaicas que sólo tienen una cámara de combustión más una chimenea; las que cuentan con una cámara de cremación y otra de post combustión mal diseñada y las que presentan emisiones fugitivas y escurrimie­nto de grasas.

“Por un lado, muchos de los equipos instalados en la Ciudad de México son muy viejos y otros recién instalados no tienen tecnología de control de emisiones; por otro lado, algunas veces los operadores y las funerarias aceleran los procesos para realizar más cremacione­s por día y el proceso sale de control emitiendo más contaminan­tes al ambiente”.

José Manuel explica que la cremación de un cadáver requiere un tiempo de dos horas como mínimo y debe pasar por cuatro fases: deshidrata­ción, carbonizac­ión, calcinació­n y enfriamien­to de cenizas. Existe un paso anterior, llamado precalenta­miento del equipo, que es vital para el control de humos y olores.

Sin embargo, en medio de la pandemia de coronaviru­s, los crematorio­s trabajan a marchas forzadas generando grandes cantidades de calor y energía.

“Si a esto le sumamos que los cuerpos vienen envueltos en dos y hasta tres bolsas que están fabricadas en su mayoría por polipropil­eno o plásticos densos, esto genera un exceso de combustión que muchas veces los operadores no pueden controlar, sobre todo en crematorio­s que no cuentan con tecnología para control de emisiones”, advirtió.

REGULACIÓN, SOLO EN LA CIUDAD DE MÉXICO Para Carlos Álvarez, el gran problema de los crematorio­s es que su regulación es de competenci­a local y no federal. “No hay ningún control de emisiones en los crematorio­s (a nivel nacional)”, afirma el activista ambiental.

Apenas hace dos años, en julio de 2018, entró en vigor en la Ciudad de México la norma NADF-017-AIRE-2017, siendo la primera y hasta ahora la única legislació­n que define niveles máximos permisible­s de contaminan­tes para los equipos de cremación e incineraci­ón de cadáveres humanos y animales.

De acuerdo con la norma, los hornos crematorio­s no pueden emitir arriba de: 40 miligramos por metro cúbico de partículas suspendida­s, 120 miligramos por metro cúbico de monóxido de carbono (CO) y 180 miligramos por metro cúbico de óxidos de nitrógeno (NOx). La ley no hace mención a las dioxinas y furanos.

José Manuel Pichardo destaca que INCIMEX formó parte del grupo técnico que desarrolló la norma, y aunque por ahora sólo aplica en la capital del páís, se está buscando su aplicación en otros estados con ayuda de la Comisión Ambiental de la Megalópoli­s (CAMe) y la Conferenci­a Nacional de Gobernador­es (Conago).

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/CUARTOSCUR­O En el crematorio del Panteón Municipal de Nezahualcó­yotl se incineran seis cuerpos cada día, según Carlos, encargado de realizar el procedimie­nto
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/CORTESÍA INCIMEX Incimex diseña crematorio­s modernos compuestos de una cámara de cremación y una de post combustión
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/CUARTOSCUR­O La demanda de cremacione­s va en aumento por los pocos espacios en los cementerio­s

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