Esperar al final
Casi todos los humanos quisiéramos saber el futuro, cuál será nuestro destino, qué vamos a experimentar y conseguir en esta vida y en la otra, si estamos cumpliendo lo que nos corresponde o no, si nos estamos preparando de verdad para nuestro futuro eterno. Es una curiosidad muy explicable, porque todos tenemos aprecio de nuestro ser y nuestro hacer, nuestra vida y nuestro futuro, la felicidad, salud y bienestar de los nuestros: todos intentamos el éxito y la felicidad, la experiencia de éxito, la adquisición de lo que nos ilusiona y buscamos como expresión de nuestra realización positiva. Cualquiera que sea nuestra visión, Jesús nos señala lo verdaderamente importante, según nos lo expresa San Marcos (1, 3-90):
Jesús dijo a sus discípulos: “Velen y estén preparados, porque no saben cuándo llegará el momento. Así como un hombre que se va de viaje, deja su casa y encomiendan a cada quien lo que debe hacer y encarga al portero que esté velando, así también velen ustedes, pues no saben a qué hora va a regresar el dueño de la casa: si al anochecer, a la medianoche, al canto del gallo o a la madrugada. No vaya a suceder que llegue de repente y los halle durmiendo. Lo que les digo a ustedes. Lo digo para todos: permanezcan alerta”. Velar y estar preparados ¿qué nos significa en la realidad de nuestra vida hoy?: Velar; Nos indica esa atención cuidadosa de todas las circunstancias y signos de la nueva venida del Señor que se nos va manifestando al paso por nuestra existencia. No podemos desconocer la realidad de esta epidemia que se ha acendrado en la humanidad y nos está llamando a reconocer el lenguaje divino que siempre es constructivo y en proceso de realización del Reino de Dios para vivir la eterna felicidad. Cada uno tenemos nuestra propia tarea, nuestro destino, un sector para desarrollar aquellas acciones que con miras a la realización de los planes de Dios, siempre amorosos y siempre para nuestro bien, nos llama a cada uno según nuestra realidad personal. Nos ha llamado a un cuidado personal familiar y de todas las relaciones cercanas en que vivimos, en concreto nos dice cómo cuidarnos responsablemente y así cuidar a los demás, siguiendo las prescripciones sanitarias. El permanecer en el hogar no es encerrarnos en una cárcel o en un manicomio, ni a fastidiarnos unos a otros, dejar de comprendernos, ignorar las necesidades del otro, aumentar el aislamiento y la falta de colaboración.
El significativo viajero que nos ha dejado en su casa y nos ha encomendado nuestra tarea a cada uno según nuestra realidad, oportunidades y capacidades, no dice claramente cómo es tiempo de que formemos familias mejores, más valiosas, sólidas, felices, con principios muy firmes e ideales trascendentes para conseguir el bien de toda la comunidad.
Por supuesto a todos nos pide velar, como le pidió al portero. No se trata de una tarea ligera, sino de una permanente actitud de vigías que necesitamos guardar, para no dormirnos y dejar para mañana lo que necesitamos para hoy cumplir nuestra responsabilidad en la vivencia y construcción de Reino. A todos nos indica no dormirnos, no descuidarnos, sino realizarnos siempre en ese plan en el que nos quiere ver comprometidos, como fieles colaboradores de su proyecto, de la tarea salvados de Jesucristo.
“Señor, concédenos la gracia de velar siempre, de mantenernos alerta, con fidelidad, amor, entrega y eficacia, realizando tu proyecto, construyendo tu Reino para lograr la eficiencia que quieres de nosotros, los continuadores de la misión salvadora de Cristo.