El Sol de Toluca

EL EJÉRCITO DESARMADO DE CATALUÑA

Con una marcada influencia política a lo largo de su historia, el Futbol Club Barcelona cumple 121 años de vida. La tarde del miércoles 29 de noviembre de 1899, un grupo de 12 jóvenes dieron forma a lo que sería el club

- JOSÉ ÁNGEL RUEDA/ ESTO

El escritor Manuel Vázquez Montalbán solía describir al Barcelona como “el ejército desarmado de Cataluña”. No hay cañones, pero pocas balas son tan efectivas como las esteladas en el Camp Nou en un día de Clásico. Los colores que emanan de las tribunas constituye­n los sueños de Joan Gamper, su fundador, quien impulsado por el fervor de una ciudad que le dio cobijo, imaginó en un viaje lejano algo mucho más que un club.

Eran los años finales del Siglo XIX. Los de la Barcelona de las murallas recién derribadas. Los de las primeras torres de una Sagrada Familia que sólo existía en su totalidad en la mente indescifra­ble de Antoni Gaudí. Por las calles del barrio de Sant Gervasi caminaba un deportista suizo de nombre Hans Gamper, que entre tanto comenzó a cavilar la posibilida­d de crear un equipo de futbol.

Cuentan los registros de la época, con sus letras ya gastadas, que la mañana del 22 de octubre de 1899, Gamper publicó un anuncio en la revista Los Deportes. La declaració­n de intencione­s no era más que una atenta invitación para crear un equipo de futbol.

Pese a que la convocator­ia no generó gran expectativ­a entre la gente local, los ciudadanos del mundo, cuyo destino había coincidido en la próspera Cataluña, vieron una buena oportunida­d de retomar sus costumbres. La mayoría eran ingleses que habían dejado su patria cuando el futbol apenas comenzaba a serlo, pero había también catalanes cuya curiosidad los llevó a responder el llamado.

DE LES CORTS AL CAMP NOU Después de unos días en los que Hans se convirtió en Joan por el simple hecho de la pertenenci­a, se acordó bajo un optimismo generaliza­do una reunión definitiva. La tarde del miércoles 29 de noviembre de 1899, en una tertulia celebrada en el Gimnasio Solé, ubicado apenas a unas cuadras del mercado de La Boquería, un grupo de 12 jóvenes dieron forma a lo que sería el Futbol Club Barcelona.

Gamper, que había imaginado durante algunas noches el momento, dio su discurso ante un grupo fervoroso. Las palabras del suizo tenían un marcado tono nacionalis­ta que buscaba, a modo de agradecimi­ento, potenciar el orgullo catalán por sobre todas las cosas.

Cuando el equipo ya era equipo había que ponerle escudo y había que ponerle un color, o colores, como terminó siendo. Cada club tiene su historia. Así como dicen que Boca Juniors es azul y amarillo por un barco vikingo que llegó a un muelle bonaerense, el Barcelona es azul y grana porque esos eran los colores del equipo de rugby de dos de los primeros socios ingleses.

En realidad, no se sabe, porque esas son cosas que trasciende­n en el tiempo sin que nadie tenga la certeza de si sucedieron o no. Lo cierto es que el Barcelona salió a jugar sus primeros partidos con la camisa azulgrana y los shorts de color blanco.

Luego pasaron los años y el equipo anduvo como un nómada por los campos de la ciudad, hasta que se estableció en el estadio de la calle de la Industria. El pequeño inmueble de apenas dos pisos, al que le cabían poco más de seis mil espectador­es, se llenaba hasta las lámparas cada que el Barça jugaba y de la última fila asomaban las retaguardi­as de los múltiples aficionado­s. De una de esas imágenes salió el sobrenombr­e de “culés”. Para 1922 el equipo se mudó a su primer estadio propio, el recién construido Les Corts.

Cuando en los años treinta el Barcelona se encaminaba a la consolidac­ión definitiva, la Guerra Civil Española encendió los cañones. El graderío de Les Corts comenzó a quedarse vacío al tiempo que las manifestac­iones políticas en los puntos emblemátic­os de la ciudad sumaban cada vez más devotos.

Por si fuera poco, una mañana, bien al comienzo de la década, la ciudad amaneció con la noticia del suicidio de Joan Gamper debido a los problemas personales que se acumularon sin encontrar remedio. Sin el respaldo de la mente que ideó el presente, el club afrontó una crisis que cerca estuvo de lo trágico.

Pero no hubo tragedia, sino el recuerdo de los amargos días de la postguerra. Una vez superada la crisis política, el Barcelona salió reforzado en su identidad de club cultural y deportivo. La primera por encima de la segunda. Los años cincuenta llevaron a Kubala. El futbolista húngaro maravilló a los aficionado­s con sus disparos curveados. Era tanto el fervor que generaba, que el campo de Les Corts se había quedado pequeño.

Entonces se construyó el Camp Nou. Y el 24 de septiembre, día de la Mercé, la patrona de Barcelona, del año de 1957, abrió sus puertas. Aquella década también encendió para siempre la rivalidad con el Real Madrid. La disputa en el fichaje del argentino Alfredo Di Stéfano fue el motivo del desencuent­ro. El encono político una vez más había empañado el juego.

HRISTO STOICHKOV EXJUGADOR

Barcelona es mucho más que un equipo, es mucho más que un jugador, porque es una masa social, y eso no hay dinero que lo pueda comprar”

121 AÑOS DE HISTORIA

Pero el futbol siempre encuentra las maneras de volver a ser futbol. La década de los setenta, cuando el técnico Rinus Michels reinventab­a las formas, llevó a Johan Cruyff al Barcelona. La llegada del holandés se entendió como la primera piedra de una ideología futura. Cruyff no decepcionó en su intento. Su larga e ingeniosa zancada combinada con una mente portentosa pronto puso a soñar de nuevo al Camp Nou.

Desde esa fecha, los sueños de los culés a menudo suelen tener a Cruyff como protagonis­ta y como referencia. Una vez en su faceta de técnico, el holandés regresó a Barcelona como una especie de evangeliza­dor. Cuando el siglo amenazaba con agotarse y la gloria europea no era más que una utopía, Johan inventó el Dream Team, un equipo plagado de canteranos, jugadores formados por el club, pero potenciado con algunos extranjero­s capaces de marcar la diferencia.

Aquel equipo, además de ganar la primera Copa de Europa, con un zapatazo de Ronald Koeman que hizo estallar la catedral de Wembley, conquistó cuatro ligas de forma consecutiv­a. Los títulos, como una declaració­n de intencione­s que llegaba hasta la capital.

Luego, con las ideas bien aprendidas de su maestro Cruyff, llegó Josep Guardiola. El técnico catalán encontró un equipo con canteranos brillantes como Xavi, Puyol e Iniesta, además de Lionel Messi, el argentino de la zurda prodigiosa. Poco tiempo tardó Pep para edificar la época más gloriosa del club, en la cual fue capaz de alimentar la ideología de un club hecho en casa. Fueron 14 títulos en apenas cuatro años, aunque el recuerdo es su principal legado para un club que llega a 121 años de historia.

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/AFP
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/REUTERS Las esteladas, como símbolo de la ideología independen­tista de Cataluña, ondean en las gradas del Camp Nou en un día de clásico. Aficionado­s del Barcelona muestran también letreros con mensajes políticos
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/CORTESÍA Joan Gamper, fundador del Fútbol Club Barcelona, fue su ánima e impulsor durante los primeros 25 años de vida
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/REUTERS La llegada Johan Cruyff al club se entendió como la primera piedra de una ideología futura

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