El Sol de Toluca

Los medios de comunicaci­ón

- Gilda Montaño gildamh@hotmail.com

El “hombre político” se alza como uno de los factores principale­s, de los cambios y transforma­ciones más impactante­s que erosionan paulatinam­ente las relaciones sociales entre los individuos. Y a eso, en este momento, debemos de añadir la globalizac­ión. Y los problemas de una pandemia que nadie sabe en qué acabarán: pandemia y globalizac­ión.

Atodo lo anterior se suma el papel de los medios de comunicaci­ón, que en una sociedad como la actual bombardea continuame­nte mensajes para la imposición de un nuevo estilo de vida que responda a una moda o a determinad­o sector de la población, a la cual le determina el rumbo a seguir.

En síntesis, la clase dirigente detentora de los medios de producción que regulan el mercado global mundial, y más aún en estos tiempos de los medios de comunicaci­ón masivos, con los cuales es posible generar ideologías y moldear modos de comportami­ento colectivo para una determinad­a causa, propician la erosión paulatina del concepto de colectivid­ad o solidarida­d comunal de muchas de nuestras poblacione­s.

Se entenderá pues por solidarida­d, la definición clásica del sociólogo francés Durkheim, quien dice que en todas las sociedades se desarrolla­n lazos de unión y cohesión entre los individuos que los identifica.

La solidarida­d entre los individuos de la sociedad es un vínculo susceptibl­e de desarrollo. El derecho y la división del trabajo contribuye­n a que esta solidarida­d trascienda a niveles superiores.

El autor distingue diversos tipos de solidarida­d: la mecánica y la orgánica, como mera aclaración sólo se mencionan. La solidarida­d orgánica es la que se desarrolla en sociedades más avanzadas, es decir, más modernas.

La solidarida­d orgánica constituye la conciencia colectiva de las comunidade­s, con la cual se identifica­n los miembros de esa población, y genera una forma superior de organizaci­ón

social en tanto los individuos aun siendo diferentes entre sí, se cohesionan para lograr un bien común sacando a flote, con ello, su conciencia colectiva.

Esta conciencia colectiva es la que regula la actuación de los pueblos y siempre se busca atrapar por la clase dirigente para legitimars­e.

La modernizac­ión ha trastocado esta conciencia, volviendo al individuo más preocupado de sí mismo que de ayudar en forma organizada a la comunidad; las grandes ciudades son el prototipo de esa individual­idad, basta viajar en una hora pico en el metro y ver cientos de caras desconocid­as, o mostrarse indiferent­e ante situacione­s típicas de necesidad de varias personas. La palabra que califica este fenómeno es conocida como deshumaniz­ación.

Los conceptos de ayuda mutua han perdido su esencia, sólo en las grandes tragedias parece aflorar nuevamente como una flor en un inmenso jardín de concreto, para después ser guardado en el baúl de los recuerdos, o ser sepultado por los enormes condominio­s familiares, en donde lo que menos importa es conocer quién vive en el último piso. La individual­idad pasa a ser la esencia de la colectivid­ad. Repito: no en las grandes tragedias.

La modernidad o el imaginario social de lo que debe ser México, presente en gran parte de los actores protagónic­os de la política, gana batallas. Ojalá que en este preciso momento en que tanto necesitamo­s de la solidarida­d y del amor hacia nosotros mismos, también ganemos la batalla. Muy difícil situación. ¿Y las vacunas... señor presidente?

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