Su Majestad, la ficción
En ocasiones dan ganas de hacer un texto ingenuo, más que uno sentimental. Me explico: Orhan Pamuk, Premio Nobel de Literatura 2006, define en términos de creación a lo ingenuo como lo que surge de forma espontánea y a lo sentimental lo que es reflexivo, estructurado. El escritor nacido en Estambul, toma a su vez esta idea de Friedrich Schiller (1759- 1805). En fin, no entremos en detalles que no es el caso.
El punto central radica en que hay contenidos que invitan a lo ingenuo y a lo sentimental. Da oportunidad al espectador, de fluir y dejarse llevar pero también de pensar y analizar. Para nadie es una revelación que la televisión, la de paga en cualquiera de sus formas, vive un momento interesante. The Crown (Peter Morgan) es un claro ejemplo de lo anterior. ¿Qué come que adivina?, se puede ver por Netflix.
Serie tendencia en redes, benditas como decían los clásicos, cada que estrena temporada, ya lleva cuatro, cuenta la vida y el reinado de Isabel II. Personaje fundamental del siglo XX y lo que llevamos de este y que es mucho más vitriólico y complejo de lo que los tabloides fifí como el Hola nos venden.
En la serie tres actrices han interpretado este papel: Claire Foy como una joven que se enrudece por el cargo y el peso de la corona, Olivia Colman ya como una monarca en el ejercicio de todo su poder y próximamente Imelda Staunton en los zapatos de una matrona semi dura agobiada por los problemas de Estado, su mala relación con la Tatcher (una soberbia Gillian Anderson) y los problemas que le dan sus bobones y frívolos hijitos.
El relato se divide en dos aspectos: lo histórico y lo popular. Ya en anteriores entregas he citado esta teoría que es de Umberto Eco. Histórico ya que a lo largo de las temporadas se ven diferentes momentos fundamentales del devenir del siglo XX y a Isabel II como eje, en lo popular entra la ficción y la narrativa de consuelo, es decir, los ricos también lloran. La intimidad de los palacios nunca tiene desperdicio.
La narrativa de la serie, es decir su centro, va en dos vías; por un lado una ligera clase de historia, no exenta de un punto de vista cuidadoso sin ser conservador y un sabroso culebrón en la mejor tradición del melodrama convencional. La televisión por excelencia vaya. Completan el elenco entre muchos otros –ineludible el lugar común de la frase- , un sólido cuadro de actores: John Lithgow como un decadente y paternal Churchill, Elena Bonham Carter en plan de madurona , amargada y parrandera princesa Margarita y como el cada más hígadazo Felipe de Edimburgo Matt Smith y Tobias Menzies.
Tal vez no sea la tendencia esta semana la serie, pero seguro formará parte de la historia de la tv. Los avatares de los monarcas siempre funcionan a nivel de narrativa. Desde la creación más convencional, Jean Pleady y su tetralogía sobre la reina Victoria hasta lo más acabado y excelso de la literatura universal como Noticias del Imperio (Fernando Del Paso). Pero en esta ocasión, la tv como mensajero de las entrañas del poder. Por cierto quiero acabar así: Hoy vino el mensajero a traer noticias del Imperio.