El Sol de Toluca

En el año del cometa

Ese lejano tiempo, en mi terruño fue evocado en 1947. La gente mayor lo traía a flor de labio. Muchas veces escuché decirlas. Dudaba la edad que tenían las campanas de su pueblo.

- selata@hotmail.com

Un grupo ciudadano se había comprometi­do renovarlas. Eso provocó conversa entre mujeres grandes que discutían su antigüedad. -“Onde vaste a crer Conchita, que van a fundir las campanas porque suenan como bote de hoja lata".

-"Yo ni me doy cuenta Mariquita, con eso de que estoy sorda, ya no oigo ni cuando doblan. Quen sabe cuántos años tengan. Dice él -refiriéndo­se a su maridoque en el año del cometa ya estaban. Su tata le platicaba que las subieron cuando Juáre murió. La verdá, no se sabe de cuándo son".

Mi pueblo, como los de México, fue superstici­oso.

Los hombres grandes recordaban el astro errante como mensajero del fin del mundo. Su presencia en el firmamento causó pánico.

Le atribuían males, tragedias. ¡Va a traer desgracias! Si choca su cola con la tierra, será el fin de los tiempos, decían.

En el año del cometa, se asustaron. No era equívoco su temor. En noviembre de 1910 empezó la revolución; luego vendría la gripa y más tarde “lambre”. Todo eso vivieron los almoloyens­es grandes que conocí.

Tenían presente que el profesor Santos Cárdenas, cuando chamacos, les decía: Hace cuatro siglos, el emperador Moctezuma II lo vio una madrugada. Los sabios le advirtiero­n que era un mal agüero; que llegaría una calamidad: Llegaron los españoles.

Apareció en mayo de 1910. Causó miedo. Se le atribuyero­n tragedias. Con todo eso, fue inmortaliz­ado por literatos, periodista­s, tipógrafos.

Don Agustín Yáñez lo llevó al terreno literario. En su libro "Al filo del agua", narra el impacto que causó la revolución de 1910 en el pueblo de Nochistlán.

José Guadalupe Posada, en placas de zinc y madera, lo buriló. Ilustró páginas de periódicos y hojas que contenían corridos.

En Paraguay, como en México, ocasionó temor.

Augusto Roa Bustos, en “Hijo de hombre”, narra este fragmento.

“El viejo Macario Francia, del pueblo de Itapé, cuando el cometa estuvo a punto de barrer la tierra con su cola de fuego, cuenta la historia de su sobrino Gaspar Mora. En guaraní le decía 'yvaga-ratá'. En español 'fuego en el cielo'; aludiendo la idea de la destrucció­n del mundo según el Génesis guaraní”.

En Itapé, 35 años después de 1910, se gestó una revolución agraria. Como en México, se escuchó la proclama “Tierra y libertad”. El gobierno asesinó a los rebeldes.

Sólo escapan los versos de un “compuesto” equivalent­e a nuestro corrido. El mensú canta: "anivé angana, che compañero/ ore korazo reikyti asy”/. No más, no más compañero/ rompas cruelmente nuestro corazón…/.

Por el Chaco, Paraguay y Bolivia, tienen una guerra. Un arbitraje resolvió el problema.

“El terrible Cometa Halley”, que vi en 1986; sin causar pavor, aparecerá en 2061.

Y las campanas del templo de mi pueblo tendrán 44 años. En 2017 fueron fundidas.

Tenían presente que el profesor Santos Cárdenas, cuando chamacos, les decía: Hace cuatro siglos, el emperador Moctezuma II lo vio una madrugada. Los sabios le advirtiero­n que era un mal agüero; que llegaría una calamidad: Llegaron los españoles. Apareció en mayo de 1910. Causó miedo. Se le atribuyero­n tragedias. Con todo eso, fue inmortaliz­ado por literatos, periodista­s, tipógrafos.

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