Los libros de texto
Si al actual gobierno federal no le importa darles la atención médica necesaria y oportuna a los niños con cáncer, mucho menos va a pensar en ofrecerles una educación de calidad.
Sus objetivos no son los de impulsar uno de los principales temas pendientes, el único que podría ayudar a forjar un país mejor si se desarrollaran correctamente las capacidades intelectuales de las nuevas generaciones.
Muestra de ello lo vemos en una más de sus diarias ocurrencias, ahora al pretender reelaborar en apenas dos semanas 18 libros de texto del nivel primaria, entre los cuales se encuentran los de las asignaturas de español, ciencias naturales, historia y geografía.
Los especialistas en la materia han expresado su preocupación, no sólo por la ausencia de verdaderos expertos, sino por tratarse de algo hecho con prisas, sin la metodología, ni los tiempos de estudio requeridos y, sobre todo, con el riesgo de convertirse en una herramienta encauzada al adoctrinamiento de los estudiantes en caso de incorporarse los “otros datos”, como de hecho ya lo anticipó el propio señor de palacio, al hablar de sus pretensiones de lograr con esto un cambio de mentalidad y acusar que los “teóricos de los oligarcas” han cambiado los libros para olvidar la historia.
En días pasados, varios de los evaluadores manifestaron su inconformidad por los problemas presentados durante el proceso, como por ejemplo las deficiencias técnicas y de logística, dudas sin resolver, tardanza en la entrega de materiales, exclusión de grupos de trabajo y hasta videos con fallas de audio.
Estas personas, debido a las medidas de austeridad, no recibirán remuneración alguna y solamente se harán acreedores a una simple constancia, mientras el polémico funcionario responsable del proyecto tiene asignado un sueldo mensual bruto cercano a los 127 mil pesos, según los datos publicados.
Sin duda, la situación pone de manifiesto la manera de entender la formación de la niñez mexicana por parte de una administración bastante limitada desde el punto de vista ético y racional. Es decir, con tal de imponer ideologías fracasadas y obsoletas, se hacen a un lado las prioridades de atender el grave problema de la deserción escolar; de mejorar el sistema pedagógico ante la pobreza de los aprendizajes en casa; de revisar y adecuar la planificación para el regreso a las clases presenciales; de cuidar los derechos constitucionales de millones de alumnos, y de rescatar del abandono y el deterioro los miles de espacios educativos.
El asunto no es menor, y por eso docentes y autoridades debieran participar de manera activa, ante la necesidad de evitar los contenidos inapropiados o inexactos, e incluso la pérdida de ciertos principios en la edad temprana. La instrucción básica no puede depender de las ideas absurdas de gobiernos populistas y antidemocráticos, empeñados en fomentar la ignorancia y hacerla depender de las limosnas provenientes de los perversos programas asistenciales.
Toda política educativa debe nutrirse de los insumos más valiosos, humanos y materiales, encauzados a formar mujeres y hombres libres, críticos e independientes, capaces de impulsar el desarrollo y generar en su entorno los indispensables modelos de congruencia y dignidad.
Si se pierden de vista o se menosprecian estas cualidades y nos dejamos dominar por los políticos ineptos y enfermos de poder, la esperanza de llevar a México a condiciones superiores de cultura, progreso y bienestar quedará reducida a la de aquellos pueblos tercermundistas que muy poco o nada tienen para lograrlo.