La peligrosa miopía del “círculo rojo”
Cuando llegan
los tiempos electorales comienza a darse un fenómeno característico y en el que pareciera que todo el mundo habla del tema, a veces, incluso, utilizando lenguaje que se vuelve común, pero que puede tener distintas connotaciones en su uso y “traducción” político-español, español-político; los conceptos brotan en el lenguaje común y se transforman en lo que cada quien entiende, quiere entender o le conviene entender de ellos.
Eso pasa, por ejemplo, cuando se habla del cada vez más popular “círculo rojo” un concepto que muchas veces se utiliza para referirse a personas que se encuentran cercanas a los grupos de poder pero que también identifica, en términos de comunicación política, a quienes se mantienen bien informados sobre estos temas, que tienen la capacidad de distinguir entre la información de calidad y los datos escandalosos pero poco valiosos, por ejemplo.
Quienes forman parte del “circulo rojo” no se quedan sólo con el primer impacto informativo, sino que van más allá, acostumbran consultar varias fuentes, contrastar datos, dan muestras de desconfianza sobre aquello que les ha llegado o se han enterado y difícilmente creen algo como una primera instancia sino que lo cuestionan y se documentan hasta tener cierto grado de certeza de cómo están ocurriendo las cosas para, entonces sí, contar con un punto de vista y una opinión propios.
En contraparte al “círculo rojo” se encuentra el “círculo verde”, otro segmento más alejado de los grupos de poder político y que también hace referencia, en términos informativos a quienes no le dan mayor importancia a estar informados de esos temas, más bien, se quedan con la primera impresión, se creen todo lo que encuentran en los medios de comunicación o en las redes sociales y difícilmente cuestionan los dichos o lo que se les presenta como hechos, por lo que son más proclives a caer en las trampas de las fake news y todas su variantes.
De manera general se considera que el
“círculo rojo” es mucho más reducido que el “círculo verde”. En el rojo se encuentran (nos encontramos) los periodistas, los políticos y algunos grupos empresariales y sindicales, normalmente aglutinados en cámaras o gremios y más específicamente aún, sus líderes. En el verde la gran mayoría de la ciudadanía, grupos de personas que solo se interesan por la política en tiempos electorales y eso, si acaso, los integrantes de los gremios o sindicatos, pero no en un nivel de liderazgo sino de “masa”, algunos ni siquiera votan, no encuentran mayor interés o beneficio en la participación de estos temas porque no los ven ni cercanos ni reales.
Y aquí se encuentra el meollo del asunto. Algo que últimamente hemos podido notar en el contexto social es que el “círculo rojo” y el “círculo verde” viven realidades total y absolutamente distintas pero, más aún, cada uno con ideas muy interesantes respecto a la realidad del otro.
El “círculo rojo”, por ejemplo, como parte de la clase gobernante se ha dado condiciones de vida que le permiten acceder a modos de vida que son muy distintos a los del grueso de la población (el “círculo verde”) así, entonces, la realidad y su percepción es totalmente distinta: mientras para unos, por ejemplo, una deuda de 30 mil pesos sería una pesada carga que tendrían que arrastrar haciendo muchos sacrificios por, al menos, varios meses para salir de ella; para los otros puede ser el gasto que se hizo el fin de semana o, incluso, el pago hecho en una sola exhibición por uno sólo de los accesorios que usa en su vestir cotidiano como relojes, zapatos o vestimenta.
Pese a esta disparidad de realidades, el “círculo verde” se construye imágenes de