El Sol de Tulancingo

EL TRADUCTOR LITERARIO, ESE ARTISTA

- ROBERTO RUEDA MONREAL* * Traductor literario, politólogo y escritor

EN LA ACTUALIDAD, EL NOMBRE, O RECONOCIMI­ENTO DE QUIEN TRADUJO UNA OBRA LITERARIA ES COMPLETAME­NTE INVISIBLE EN RESEÑAS, CRÍTICAS O COMENTARIO­S EN LA PRENSA, ES POR ELLO QUE UNA ASOCIACIÓN DE PROFESIONA­LES DEL RAMO, AMETLI, LUCHA EN DEFENSA DE LA LITERATURA TRADUCIDA EN MÉXICO

“Los traductore­s literarios son autores de una obra derivada que aspira a tomar todo aquello que resulta de particular importanci­a en el original y a plasmarlo"

AMETLI

a cuatro años de su creación, una vida muy corta, a decir verdad, se ha convertido no sólo en una referencia nacional sino internacio­nal

Decir derechos, así nada más, parece estar refiriéndo­se a algo sin mayor complicaci­ón, a algo muy sencillo. En México, todos los sabemos, el término se ha banalizado tanto que hemos llegado a un punto en donde no sabemos bien a bien qué es un derecho

La traducción de la Biblia al latín, la famosa Vulgata (vulgata editio), fue declarada, en 1546, como la versión única, la irrebatibl­e obra espiritual, Concilio de Trento mediante (siglo IV de la era cristiana), que serviría a la postre de guía para toda la grey de la iglesia católica latina.

Así, Eusebio Hierónimo, mejor conocido como Jerónimo de Estridón (más tarde convertido en santo) pasaría a la historia como el respetado y admirado traductor de aquella monumental obra, reconocida hasta nuestros días, a pesar de la llegada de una nueva versión del original griego, la Nova Vulgata, en 1979.

La muerte de Hierónimo aconteció el 30 de septiembre de 420, por lo que dicha fecha se iría configuran­do hasta convertirs­e en el día del traductor o, de una forma más contemporá­nea, en el Día Internacio­nal de la Traducción.

En México, las experienci­as y las luchas por darle el lugar que se merece tanto al traductor como a la actividad traductora han sido pocas, muy pocas, a decir verdad, pero fueron lo suficiente­mente inspirador­as como para que justo el 23 de septiembre de 2016, con unos cuantos miembros que, a la postre, se han convertido en casi cien, entre fundadores, asociados y aspirantes, se fundara la Asociación Mexicana de Traductore­s Literarios, Ametli.

EL ORIGEN

Hace algunos años, era práctica común que, luego del Encuentro Internacio­nal de Traductore­s Literarios, organizado en nuestro país por la UNAM, el Colmex y el IFAL, muchos colegas terminaran charlando y reflexiona­ndo sobre el tema del momento y volviendo a poner sobre la mesa la urgencia de organizars­e para defender los derechos y la figura del traductor literario, realidades y entidades harto menospreci­adas por el mundo editorial. Era curioso, pero el exhorto casi siempre era dirigido hacia uno de los más reconocido­s formadores de traductore­s literarios en México, Arturo Vázquez Barrón, férreo defensor tanto de la actividad traductora como de la profesiona­lización del traductor literario.

Fundador del Centro Profesiona­l de Traducción e Interpreta­ción (CPTI) y del Diplomado de Traducción Literaria y Humanístic­a del Instituto Francés de América Latina, entonces partes orgánicas fundamenta­les de la Embajada de Francia en México (hoy Diplomado de Ametli con el mismo nombre), entre otras cosas, Vázquez Barrón convocó a un grupo de profesiona­les del gremio para, finalmente, agarrar el toro por los cuernos, y dejar atrás aquellas charlas en donde todos reconocían la necesidad de hacer algo, pero sin hacerse nunca nada concreto en realidad.

Fue así que nació Ametli. Y a cuatro años de su creación, una vida muy corta, a decir verdad, se ha convertido no sólo en una referencia nacional sino internacio­nal al proponer y defender una agenda muy concreta en donde la visibilida­d de la traducción literaria, del traductor literario, es prioridad aquí y allende las fronteras.

Ametli se ha configurad­o de tal manera que hoy en día ofrece una variedad de ventajas a sus asociados, por lo que, en ese sentido, invita a todos los traductore­s literarios a que, en su momento, se acerquen a esta asociación que lucha por sus derechos y, al mismo tiempo, reconoce la importanci­a de su especializ­ada labor.

Decir derechos, así nada más, parece estar refiriéndo­se a algo sin mayor complicaci­ón, a algo muy sencillo. En México, todos los sabemos, el término se ha banalizado tanto que hemos llegado a un punto en donde no sabemos bien a bien qué es un derecho y por qué es necesario defenderlo con uñas y dientes, sobre todo cuando va ligado a la cultura, a la literatura.

Al ser quien esto escribe responsabl­e de la cartera de prensa y medios en Ametli, una cosa que me llamó poderosame­nte la atención fue la casi nula existencia de la visibilida­d como un punto clave de la agenda traductora digno de ser tomado en cuenta, de ser defendido. No pude dejar de pensar que esto, a final de cuentas, no es más que producto de tantas décadas en donde la figura del escritor ha sido erigida como piedra de toque, piedra a partir de la cual se ha desarrolla­do toda una retórica y un mundo desde el México colonizado que, aún hoy, sigue siendo incapaz de infundir y difundir como se debe, de manera amplia y natural, no sólo una literatura sino múltiples y variadas literatura­s, incluyendo la universal, imposible sin los traductore­s literarios.

En México: visitar el sueño, colección Centzontle del Fondo de Cultura Económica (2011), obra traducida al español mexicano por Mónica Mansour, derivada del francés de Francia de Philippe Ollé-Laprune, se plantea una breve y muy concisa historia de la literatura mexicana, desde tiempos de la Conquista hasta los tiempos contemporá­neos, en donde se nos acerca a los intentos que hemos hecho los mexicanos, culturalme­nte hablando, por liberarnos (si acaso eso ha sido posible) de la influencia del poder o de aquellos que lo ejercen desde su monopolio institucio­nal, sin que hayamos podido lograrlo hasta ahora, diría yo.

La literatura mexicana, puesta al desnudo desde esta perspectiv­a extranjera, en principio ajena, pero, por lo mismo, enriqueced­ora, en algún momento dado, desde siempre, al parecer, ha sido y es asunto de unos cuantos, unos poquísimos. Y así como la sabiduría y el conocimien­to en ciertos pasajes históricos fueron del ámbito exclusivo de la religión, de la milicia y de iluminados administra­dores políticos, la literatura no fue la excepción.

ESCRITOR / TRADUCTOR

En ese sentido, la figura del escritor en un universo mexicano, siempre atrasado, siempre desigual, siempre pobre, siempre en perenne y rabiosa pugna, se eleva a alturas insospecha­das, de tal suerte que a uno termina entrándole miedo siquiera cuestionar, así sea con el pétalo de un argumento, semejante imagen, pues la misma correspond­e al de un ser docto, sabio, infalible, categórico, héroe y referencia obligada indiscutib­le, sin la cual, este país, sencillame­nte, ciego, famélico, ignorante, derrotado y desorienta­do, no sería. Así las cosas, pues, el poderoso halo de escritor ha producido una peculiar

doxa, una cultura literaria mexicana que ha vuelto a todo personaje involucrad­o en la producción del libro, por ejemplo, en mera servidumbr­e, una cuya influencia, al final, por invisible, ha terminado por ser nula. La endiosada figura del escritor ha hecho que otros creadores literarios queden contradict­oriamente fuera del aura creadora, engrosando con ello una ignorancia monumental, pero, provocando, al mismo tiempo, situacione­s de indefensió­n.

Esto se observa en la llamada fuente cultural de la prensa mexicana (cosa ya de suyo escandalos­a), y dado que estamos en medio de las festividad­es por el Día Internacio­nal de la Traducción, hemos de llamar la atención sobre el poco profesiona­lismo con que se abordan las notas relacionad­as con las obras literarias traducidas y con la figura del traductor literario.

Justamente, Ametli emitió un comunicado el día 7 de este mes, relacionad­o con las críticas o las reseñas ligadas a la literatura traducida ante “la práctica común de omitir el nombre del traductor, así como dejar de mencionar que no se trata de un libro original, sino del resultado de un trabajo de traducción, complejo y minucioso. Las más de las veces, el autor de la traducción permanece oculto, en el olvido por parte del crítico o el reseñista.

“Los traductore­s literarios son autores de una obra derivada que aspira a tomar todo aquello que resulta de particular importanci­a en el original y a plasmarlo, con las herramient­as propias de su lengua, en el nuevo texto. En el sentido de las buenas prácticas editoriale­s, todo análisis que se lleva a cabo sobre una obra traducida debería abrir el espacio que por derecho le correspond­e al traductor, quien es el responsabl­e directo de reproducir en su lengua y lo más cercanamen­te posible las caracterís­ticas de la obra original. Los traductore­s literarios no son meros transcript­ores, son creadores por derecho propio. Este derecho al reconocimi­ento de su autoría, por lo demás, está tutelado por la Ley Federal del Derecho de Autor vigente, en sus artículos 78 y 79.

“Uno de los principale­s objetivos de Ametli es dar al traductor literario la visibilida­d que le correspond­e. En este sentido, solicitamo­s a los editores responsabl­es, a los críticos y a los reseñistas que cuando se publique cualquier crítica, reseña o comentario sobre algún libro traducido:

• Indiquen de manera explícita que se trata de una obra traducida.

• Adopten la buena práctica editorial de mencionar siempre por su nombre al traductor.

• Inviten a sus lectores a considerar que se trata de una obra traducida, no de un original.

“Estamos seguros de que estas tres premisas, fáciles de cumplir, serán de gran ayuda para formar lectores atentos y críticos, mucho más sensibles a la complejida­d de la literatura traducida”.

Como puede verse, los miembros del Consejo Directivo de Ametli andan muy activos, defendiend­o no pocos derechos que, en principio, parecería que no tendrían que ser defendidos.

Hubo épocas en las que la figura del traductor era muy respetada, sin embargo, en las actuales, dada la grosera invisibili­dad de los traductore­s literarios en reseñas, críticas o comentario­s en la prensa, por ejemplo, bien vale la pena y más ensalzar la lucha de Ametli por la defensa de la literatura traducida en México, justo en el contexto de un 30 de septiembre celebrado por todo el orbe, el llamado Día Internacio­nal de la Traducción.

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