Fideicomisos: una muerte anunciada
El fideicomiso es una figura del sistema bancario que garantiza un fondo revolvente cuyos recursos se destinan a un fin predeterminado.
Al decidir la muerte de los más de cien fideicomisos, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador afirma que lo hace para acabar con corrupción y abusos. Si esos vicios burocráticos existieron en el pasado y subsisten en el presente, bastaría con poner orden y castigar las posibles faltas bajo su amparo y aprovechar las partes sanas de esos organismos antes de suprimirlos de tajo como ocurrirá si el Senado ratifica la decisión de la Cámara de Diputados; sólo subsistirá el relativo a la salud cuya desaparición requerirá de la aprobación de una nueva ley. López Obrador aprovecha el momento para disponer, por lo pronto, de 68 mil millones de pesos acumulados en esos fondos, ávido como está de colmar los faltantes para llevar adelante sus programas sociales y los proyectos de obras frente a la crisis económica agravada por la sanitaria.
Pero la expropiación de los recursos de los fideicomisos o la lucha que se dice emprender contra la corrupción no son el verdadero fin que persigue la administración al dejar sin garantía los apoyos a la ciencia, la tecnología, el deporte de alto rendimiento, la investigación y centenares de actividades que han contribuido al desarrollo del país. El verdadero propósito de López Obrador es satisfacer la obsesión paranoica de centralizar todos los aspectos de la vida del país.
A diferencia del ánimo de los años del gobierno de Luis Echeverría y los que le siguieron, la muerte de los fideicomisos es una muestra del afán autoritario y concentrador que elimina paso a paso todo mecanismo, todo sistema de control que se oponga o limite la acción directa, la entrega personal de apoyos a una población de la que se espera la obediencia ciega, la lealtad incondicional para mantener una popularidad cuyos fines ulteriores se advierten en proyectos inconfesables de trascendencia transexenal que pueden alcanzar incluso tintes de dictadura más perfecta que la atribuida por Mario Vargas Llosa a las épocas de la gran fortaleza política del PRI. La de los fideicomisos es una muerte anunciada.