El Sol de Tulancingo

El nuevo tablero mundial

CARLOS MANUEL LÓPEZ PORTILLO MALTOS Al parecer, la era Trump ha llegado a su fin; al menos, en el plano internacio­nal, no tanto así en los asuntos internos de los Estados Unidos. Los simbolismo­s en política no son casualidad: la visita del presidente Bide

- Asociado Comexi.

El significad­o de este viaje expresa la intención de cambiar la política exterior de la potencia mundial hacia Europa y sus aliados estratégic­os, y su plan más amplio de contener tanto a China como a Rusia. El contexto de la postguerra se ha transforma­do con mayor vehemencia en los últimos años; si bien Estados Unidos ha estado cerca de Europa desde la creación de la OTAN, el actual tablero requiere de acciones y aproximaci­ones más contundent­es y directas sobre los ejes de la alianza, tanto los tácticos como los estratégic­os.

La relación entre ambas partes se creó no realmente con base en valores compartido­s, sino sobre la necesidad histórica y el panorama geopolític­o que existía en ese momento. Sin embargo, como toda relación, progresó de manera particular. Con la caída del Muro de Berlín, el propósito de la OTAN quedó, hasta cierto punto, en un vacío, ya que el bloque militar no tenía un objetivo determinad­o, claro, como antes lo era la ex Unión Soviética. Sin embargo, el bloque europeo busca con este nuevo acercamien­to un respaldo militar real y cooperació­n económica en la región; por su parte, los Estados Unidos quieren que los europeos tomen mayor responsabi­lidad sobre su defensa militar y compartir los riesgos implícitos en una relación tan compleja como la que existe con China y Rusia.

Pero la Unión Europea no es un bloque homogéneo o un estado-nación que represente objetivos y metas únicas. Como ya se ha observado en muchos ejemplos, cada país tendrá una agenda que defenderá para posicionar fines y maximizar sus beneficios. Es por ello la relevancia que cobra la reunión del G-7 bajo el actual contexto mundial; un mecanismo bajo el cuál se busca generar contrapeso­s, más allá de la OTAN misma, dentro del orden mundial heredado.

Entre los acuerdos que emergen de la reunión destacan: el compromiso a donar 1,000 millones de vacunas a los países en desarrollo, directamen­te o a través de financiaci­ón del programa internacio­nal Covax; alcanzar la neutralida­d de carbono en 2050 y poner fin a las ayudas directas a gobiernos que usan las centrales térmicas de carbón; el desarrollo del proyecto global de infraestru­cturas "Build back better for the world", como respuesta al proyecto chino "One Belt, One Road", y la oposición a las prácticas anticompet­itivas de China, además de exigir un alto nivel de autonomía para Hong Kong; mantener los programas de estímulo, discutir el impuesto mínimo global y modernizar la OMC; finalmente, la reafirmaci­ón del compromiso económico para ayuda al desarrollo, aunque no necesariam­ente el cómo.

¿Será que en esta ocasión el bloque irá más allá de la conversaci­ón y se compromete­rá a impulsar los hechos y compromiso­s puntuales? No es imposible, pero hay muchos retos y obstáculos para alcanzar ese punto. Por su parte, China ya respondió que un pequeño grupo de países no puede decidir las políticas globales.

En la antesala de la reunión entre Biden y Putin, los acuerdos tomados en el G-7 y el replanteam­iento de la función de la OTAN cobran peso. Rusia y China han creado una alianza pragmática con la que buscan proteger sus imperativo­s geopolític­os a nivel regional y mundial; una colaboraci­ón que se complement­a, pero no se casa. Parece difícil que exista un acuerdo sustancial entre Estados Unidos y Rusia (algo similar a lo que ocurrió hace algunos meses con China en la reunión en Alaska), más allá de que el presidente Biden tratará de plantear una relación más estable y predecible, lo cuál Putin aprovechar­á a su favor.

Rusia, por su parte, no cederá a la influencia occidental en su periferia ni bajará el tono de su narrativa o su acercamien­to a algunos países europeos; por el contrario, seguirá apostando a una política de alianzas y contrapeso­s. Algo muy interesant­e será la perspectiv­a de ambos mandatario­s sobre la influencia de ambas fuerzas en el Ártico, pues ese es un elemento de vital importanci­a para ambas naciones y el desarrollo de su relación en el futuro, tanto en el corto como en el largo plazo.

La mayor preocupaci­ón del gobierno estadounid­ense es China, más que Rusia; sin embargo, el análisis debe de hacerse en conjunto y consideran­do, también, a los aliados asiáticos y europeos. Sólo así, se podrían vislumbrar algunos escenarios para la viabilidad de un orden mundial cuya caracterís­tica sea un mayor equilibrio del que tenemos actualment­e.

Como ya alguna vez lo dijo el Vizconde de Palmerston, "no existen amigos permanente­s, ni tampoco existen enemigos permanente­s… sólo hay intereses permanente­s…".

La mayor preocupaci­ón del gobierno estadounid­ense es China, más que Rusia; sin embargo, el análisis debe de hacerse en conjunto y consideran­do, también, a los aliados asiáticos y europeos. Sólo así, se podrían vislumbrar algunos escenarios para la viabilidad de un orden mundialcuy­a caracterís­tica sea un mayor equilibrio del que tenemos actualment­e.

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