El turismo no volverá a ser igual
La pandemia del Covid-19 hizo que esta industria se replantee, así como sus beneficios y costos para las ciudades que viven de ella
Cuando el Covid llegó a la mayoría de las ciudades, estas se vaciaron, y los residentes, acostumbrados al ruido y la basura permanentes dieron la bienvenida a la nueva tranquilidad. Para muchos, la pandemia fue una especie de bendición disfrazada.
La situación ofreció una oportunidad rara, si no única, de abordar los problemas persistentes del turismo. Desde cómo las personas llegan a los destinos hasta cómo se gestiona éste dentro de las ciudades que inunda, sin mencionar la forma en que se distribuyen sus beneficios y costos a las comunidades locales, la carga del sobreturismo ha sido una preocupación durante mucho tiempo.
Durante años, se nos ha dicho que el turismo debe ser sostenible, sin mucho consenso sobre cómo es el turismo sostenible. Mientras tanto, el Covid ha visto que el término "resiliencia" se ha convertido en un recurso para los conocedores de la industria y los formuladores de políticas. Pero, ¿qué es exactamente el turismo resiliente? ¿Y puede hacer que nuestras ciudades sean más responsables social y medioambientalmente? ¿Puede hacerlos algo mejor para vivir?
Concebida ampliamente como la capacidad de manejar la adversidad, la resiliencia es una cualidad esencial para enfrentar la incertidumbre y el cambio, el estrés y la conmoción. A medida que avanzan las tendencias, la resiliencia no es nueva. Fue la palabra de moda ambiental del año de la revista Time en 2013.
Desde entonces se ha convertido en uno de los tropos dominantes en el debate contemporáneo sobre todo, desde estudios insulares y psicología infantil hasta la reducción del riesgo de desastres urbanos.
Por supuesto, la pandemia ha paralizado prácticamente el turismo mundial. En 2020, se realizaron mil millones de viajes internacionales a destinos turísticos menos que en 2019. Se amenazaron hasta 120 millones de puestos de trabajo. Entonces, pensar en cómo esta industria, que anteriormente respaldaba uno de cada diez empleos en todo el mundo, podría hacer frente al estrés y el impacto del Covid-19 no es algo malo.
Sin embargo, tanto los geógrafos críticos como los sociólogos políticos han advertido que el concepto de resiliencia corre el peligro de convertirse en una noción tan vacía como la de sostenibilidad. Tiene sus raíces en el pensamiento ecológico y de ingeniería, en el que se refiere a la capacidad de volver a la normalidad, a un estado de equilibrio, después de un período de adversidad. Sin embargo, los críticos argumentan que, en el mundo social, no nos ocupamos de estructuras de equilibrio, sino de un flujo constante.
En una ciudad no existe un estado normal al que regresar. Y los afectados por los peligros naturales, una megaciudad costera propensa a las inundaciones, por ejemplo, eran vulnerables para empezar. Por tanto, volver a un estado original es tan indeseable como imposible. En cambio, las ciudades se adaptan.
En términos más generales, el pensamiento de resiliencia se considera intrínsecamente conservador. Con el énfasis que pone en recuperarse, subraya las soluciones reactivas y de corto plazo. Estos distraen de la necesidad de abordar las causas fundamentales de los principales desafíos, como el cambio climático.
Tampoco es una teoría tan inofensiva como parece. Cuando los políticos insisten en que invertir en una ciudad más resiliente es de sentido común, a menudo minimizan los problemas de poder y desigualdad. Nueva Orleans es un buen ejemplo. La reconstrucción después del huracán Katrina en 2005 tuvo un costo social enorme, cuando la ciudad privilegió la ganancia económica sobre las necesidades de las comunidades marginadas.
No obstante, la resiliencia es un concepto elástico y se asocia cada vez más no solo con la capacidad de recuperarse después de un revés, sino también de rebotar hacia adelante, hacia un estado nuevo y mejor. El eslogan del gobierno del Reino Unido "Reconstruir mejor" se ha convertido en el mantra de una miríada de ambiciones posteriores a Covid, en particular con respecto al turismo.
En general, los gobiernos parecen más interesados en volver a la normalidad que en pensar en cuánto turismo podemos permitirnos realmente. Los llamamientos para proponer un modelo más justo y menos explotador han tenido, en el mejor de los casos, una respuesta política silenciosa. Cualquier intento tiene que ir más allá de la recuperación económica a corto plazo y abordar la huella de carbono del sector turístico y sus injusticias y dilemas éticos.
La situación
ofreció una oportunidad de abordar los problemas del turismo. Desde cómo las personas llegan a los destinos hasta cómo se gestiona éste dentro de las ciudades que inunda