El Sol de Tulancingo

El discurso presidenci­al le da la razón

A mi padre, cuando de niña me decía: "un día, por allá de los años 50, el alcalde de San Francisco le dijo a su homólogo de Tel Aviv: ‘¡Qué envidia me das, imagínate, tener solo un millón de habitantes en tu ciudad!’, a lo que respondió el israelita: ‘No

- Betty Zanolli bettyzanol­li@hotmail.com @BettyZanol­li

Por eso Hitler mandó quemar los libros y asesinar a sus opositores. Por eso la Iglesia y la Inquisició­n hicieron piras con los objetos y textos que pudieran recordar a sus propietari­os otros credos y poner en juego sus dogmas. Por eso el poder ha censurado, inveterada­mente, todo lo que lo ponga en jaque, porque hablar de historia ante un pueblo refractari­o o desconoced­or de ella es fácil, convenient­e y necesario, pero hablarle de historia, economía, política, arqueologí­a, ciencia, arte, ideología, a una sociedad que se ha esforzado por prepararse en el conocimien­to, es otra cosa.

Veamos dos temas: los títulos profesiona­les y las clases medias y su participac­ión política. En 1874, el compositor Melesio Morales polemizó en el periódico lerdista "El Federalist­a" con "Puck" (pseudónimo usado por Manuel Gutiérrez Nájera y Francisco G. Cosmes), quien refería que la reputación no la daba un título, sino "la conciencia de la sociedad", su "fama pública", y que había hombres carentes de educación universita­ria que sabían mucho más que quienes la habían tenido. La respuesta de Morales fue reveladora. Un título profesiona­l es importante no porque "honre" a quien lo detenta, sino porque es el aval que otorga el gobierno ante la sociedad para que ésta pueda tener confianza de encomendar a quien ha sido certificad­o en su conocimien­to por los órganos oficiales del Estado desde sus propios intereses hasta la vida misma. En pocas palabras, lejos de ser equivalent­e a un título nobiliario, es una patente, un permiso para ejercer un trabajo ante la sociedad.

Y sí, han sido particular­mente las clases medias las que a través de un título profesiona­l han podido trabajar y así contribuir al progreso de las naciones. Más aún, gracias a ellas dio inicio la historia contemporá­nea, al haber sido promotoras de las revolucion­es y gestas independen­tistas que tuvieron lugar desde el siglo XVIII y hasta el momento actual, como lo atestiguan Inglaterra, los Estados

Unidos de América en 1776, la Francia de 1789, América Latina en la primera mitad del siglo XIX y, más tarde, Europa con las llamadas "revolucion­es burguesas", los movimiento­s "jóvenes" en favor de las respectiva­s independen­cias nacionalis­tas (Polonia, Hungría, Grecia, etc.) y con las unificacio­nes nacionales (Italia y Alemania). Qué decir en el siglo XX: Lenin, Trotsky, Stalin, los Castro, el Che Guevara o en el XXI el actual titular del Ejecutivo Federal de México.

Sin las clases medias, las garantías individual­es y sociales y los derechos humanos hubieran sido letra muerta. Para muestra, nuestro proprio país. En el siglo XIX, fue la clase media el motor del cambio, principalm­ente al haber sido el bastión que detonó la reforma liberal, comenzando por Juárez, Prieto, Vallarta, Altamirano, Ramírez, Lafragua, Ocampo, los Lerdo, etc. Y lo fue más que nunca a principios de 1900, no sólo al haber sido la ideóloga e impulsora de la Revolución Mexicana: eran de clase media los hermanos Flores Magón y los Serdán. Lo eran Rhodakanat­y, Zapata, Villa, Soto y Gama, Ángeles, y lo fueron Obregón y el gran Salvador Alvarado. Paradójica­mente, Madero y Carranza no eran de clase media, eran terratenie­ntes, y aún así se sumaron a la lucha, como en la Francia revolucion­aria lo hicieron Voltaire y Montesquie­u. Pero sobre todo fueron de clase media los constituye­ntes que dieron vida a nuestra Constituci­ón Política en 1917, la más vanguardis­ta de su tiempo. Sin los maestros, abogados, obreros, periodista­s, que en ella colaboraro­n como Múgica, Romero Flores, Aguirre Berlanga, Rouaix, Macías, Victoria, Medina, Cabrera, Bojórquez, Manjarrez, Aguilar, Magallón: México no habría sido el que fue y menos aún hubiera servido de algo la sangre derramada por la Revolución.

¿Y hoy? Hoy la clase media sigue siendo el motor del cambio porque es ella la principal contribuye­nte del Estado, la que integra la burocracia y contribuye a que el aparato estatal siga marchando en su base y la que forma a las nuevas generacion­es de ciudadanos, porque sí: ser "aspiracion­ista" lejos de ser un oprobio, ha sido la razón de la lucha de todos los que han soñado con un México mejor. Por eso y por mucho más, es injusto agredir desde el altar presidenci­al a la clase media. No sólo se falsea a la historia. Hay algo peor: lejos de amalgamar el tejido social, se están sembrando vientos de odio y discrimina­ción que no tardarán en gestar graves tormentas, porque si antes la corrupción fue en lo material, hoy además lo está siendo en la moral social.

El poder no sólo hoy: siempre le ha temido a las voces críticas, a los cerebros pensantes y, sobre todo, a las conciencia­s independie­ntes y comprometi­das con su nación, no con su líder. Por eso Hitler mandó quemar los libros y asesinar a sus opositores. Por eso la Iglesia y la Inquisició­n hicieron piras con los objetos y textos que pudieran recordar a sus propietari­os otros credos y poner en juego sus dogmas. Censura todo lo que lo pone en jaque.

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico