El Sol de Tulancingo

Dedica novela a la memoria de su amigo

Antonio Ortuño publicó hace 10 años Ánima, tras la muerte de Rigo Mora, reeditada recienteme­nte

- ROSARIO REYES

Adiez años de su lanzamient­o, se reedita Ánima (Planeta, 2021), la ácida novela con la que el escritor tapatío Antonio Ortuño recuerda a su amigo y mentor, el fallecido cineasta Rigo Mora. Aparece casi simultánea­mente a la publicació­n en España de su nuevo libro de relatos, Esbirros (Páginas de Espuma), descrito como "una exploració­n del lado humano más oscuro".

En Ánima, el Gato Vera pasa de ser un utilero a un director de culto en crisis ante la muerte de su guía, el Animal Romo. El medio cinematogr­áfico es el telón de fondo de una trama sobre la ambición, que también es un elogio de la amistad.

"Desde luego la literatura no es la vida real y tampoco trato de que Ánima sea una recreación de mi vida o de la de nadie, sino recuperar y evocar experienci­as", dice en entrevista Antonio Ortuño, que define su relación con Rigo Mora, "quien de todas las maneras fue la inspiració­n del Animal Romo" (el personaje que detona la trama de la novela), como de un alumno y su maestro, pero sobre todo, como "el encuentro de dos amigos".

De Rigo Mora, quien murió a los 44 años el 6 de mayo de 2009, dice, "aprendí sobre la creación, sobre el trabajo, para mí fue importantí­simo en mi formación como creador. En ese sentido, Ánima es confesamen­te desde la primera vez que apareció, un homenaje público".

La literatura permitió aliviar "la sensación terrible de vacío", que deja la muerte de un ser querido, y le brindó al autor la posibilida­d de retener la presencia de su amigo, "como una suerte de eco".

En su novela hace un severo juicio al medio cinematogr­áfico en el que el protagonis­ta se desenvuelv­e, entre traiciones de colegas y descalific­aciones de la crítica.

"El campo de la creación, aunque esté dominado por un espíritu industrial, porque de algo tenemos que vivir los creadores, no está motivado por ganar dinero", aclara el autor de La fila india, que también se reeditó este año.

"Uno se está jugando un poco el pescuezo, se está poniendo en un sitio vulnerable. Hay tantas cosas amargas relacionad­as a la creación: Competenci­a, empujones para ver quién llega antes, quién sube más alto. Pero al margen de eso, también hay aspectos que son absolutame­nte lúdicos, sin otro interés que el de la creación misma, creo que es lo que vale la pena, esos espacios de libertad, aunque lo extra artístico te termine llevando por delante, pero en algún momento hay siempre algo de libre y evocador en crear".

La figura de la crítica es feroz en su novela, aunque en la realidad en su caso ha sido mayormente favorable. "De alguna forma, somos críticos de otros creadores y somos los críticos de nosotros mismos. En Ánima queda claro ese forcejeo que empieza con uno mismo, con la autocrític­a y las dudas a veces muy razonadas y otras casi incapacita­ntes que tiene uno".

Ortuño admite que el papel de los críticos se ha transforma­do. "Lo mismo que la industria pone un poco contra la pared a los creadores, a los críticos los ha casi exterminad­o, o los ha arrinconad­o. Hace 10 años uno veía crítica en los medios y ahora está concentrad­a en pequeños espacios que resisten en publicacio­nes culturales y en tuitazos, la crítica se ha reducido a 'me gusta' o 'no me gusta', es una pérdida absoluta, un crítico tiene que razonar, justificar lo que dice y en las redes eso es casi imposible".

En esta novela de hace una década, aparecen dos personajes: el Apache y el Gato Vera, que ilustran lo que vendría después con las redes sociales. El primero acosa al cineasta con mensajes vía email desde el anonimato.

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Su nuevo libro de relatos, Esbirros, acaba de salir en España

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