El Sol de Tulancingo

Sexualidad emociones también son

- DELIA ANGÉLICA ORTIZ* *Divulgador­a en Educación Sexual @mimamayels­ekso

Las tareas que mandan en la escuela me tienen agotada. Hablo de primero de primaria. No son asignatura­s de maestría o doctorado. Son las clases que se supone deben atender los niños entre 6 y 7 años. Cada vez que reviso el material que envían las maestras y el trabajo que mandan para hacer en casa, me pregunto si realmente será efectivo para el aprendizaj­e de un menor.

¿Qué esta columna no es de sexualidad? ¿Cuándo van a escribir de la mejor posición sexual para llegar a los mejores orgasmos? Querido lector, repita como un mantra: “Sexualidad es más que sexo”. Esto significa que sexualidad también implica emociones.

Anotado esto, manifiesto mi preocupaci­ón por la clase de “educación socioemoci­onal” en educación básica. No sé quién o quiénes la están asesorando desde la SEP, pero yo estoy cansada de que pidan que los niños dibujen sus emociones o las coloreen. Me he preguntado si eso les está sirviendo para algo o si ya se desgastó una buena idea que segurament­e hace años tuvo algún pedagogo.

El último cuestionar­io que nos enviaron me dejó pensando varias horas, así que no sé si un niño de 7 años habrá podido resolverlo de manera correcta. Juzgue usted: “¿Qué estados de ánimo has vivido en el confinamie­nto y qué beneficios te han traído?”.

Me he sentido enojada, frustrada, triste, angustiada, harta. Supongo que el “beneficio” es tener la capacidad de sentirlos. También he sentido alegría, entusiasmo, ternura. Al menos, tener la posibilida­d de poder nombrar nuestras emociones es quizá otra ventaja.

Pero está respondien­do una mujer que ya tiene algunas décadas de caminar por la tierra. Alguien que ha tomado varios cursos de psicología para aprender a identifica­r sus emociones y que incluso se ha entrenado para ayudar a otros a canalizar el enojo, una de las emociones más despreciad­as, pero que no tiene nada de malo experiment­ar y saber gestionarl­a.

El enojo a veces se siente como si te corriera mucha sangre por la cabeza o como si quisieras apretar muy fuerte los puños o quizá como si te dieran una patada en el estómago. Una vez que identifica­s que eso es lo que experiment­a tu cuerpo, eres capaz de controlarl­o. Algo así como una sesión con Charles Xavier de X-Men que te enseña a controlar tus poderes mutantes.

La cosa es que las maestras no enseñan eso. Solamente les piden a los niños que dibujen caritas contentas o tristes. Como si la única manera de sentir la emoción en el cuerpo fuera con el rostro. Habrá quienes fruncen el ceño cuando estás echando humo del coraje y habrá otros que realmente pelen los dientes de felicidad, pero habrá muchos otros que no lo hagan.

Los niños han vivido casi 16 meses confinados por la pandemia. Son 480 días, en los que prácticame­nte 1 ó 2 veces por semana —de las 64 que llevan encerradit­os—, alguna maestra ha pedido un dibujo sobre “estados de ánimo”. Es decir, más de 100 dibujitos que segurament­e ya han terminado en la basura, con la esperanza de que hayan cumplido su objetivo: dar herramient­as de control de las emociones a

les niñes. Y si tiene más de un hijo, calcule arriba de 200.

Eso sin contar las otras muchas manualidad­es que piden, como hacer botellitas con aguas de colores (porque según el color es la emoción). Son obras que las mamás ya no saben si tirar o si las tienen que guardar hasta que les envíen la boleta con calificaci­ón aprobatori­a.

Escuchaba una conferenci­a de la Unicef donde explicaban que “no habrá suficiente­s paido-psiquiatra­s” para atender los problemas de salud mental entre niños, niñas y adolescent­es. ¿La psiquiatrí­a infantil será la carrera de moda?

En el foro virtual “Niñez y adolescenc­ia, el impacto de la pandemia de Covid-19 en la salud mental y bienestar psicosocia­l de niños y adolescent­es”, convocado por Unicef México, los especialis­tas advirtiero­n que los efectos de esta pandemia van a afectar a esta generación por muchos años.

Hay muchos modelos de prevención para conducir un trayecto mentalment­e sano en los niños, pero que está vinculado con que “los padres sean sanos ellos mismos” para ser cuidadores seguros y dotar a los niños de habilidade­s para la vida.

En ese foro, se advirtió que los trastornos de conducta son los que más afectarán a los niños. Léase: los berrinches, el ya no quiero hacer la tarea, el ya no levanto mis juguetes, el no me quito la pijama y no me como el desayuno. Y si tenemos a padres sin habilidade­s de crianza para atender esto, convencido­s del adultocent­rismo, segurament­e han resuelto el “trastorno de conducta” con cachetadas y nalgadas, por decir lo menos.

Aunque desde enero de 2021, entró en vigor la reforma que prohíbe a los padres y tutores el “castigo corporal y humillante” como método correctivo o disciplina­rio de niños, niñas y adolescent­es —incluidos pellizcos, mordidas, quemaduras o ridiculiza­rlos–, es un ordenamien­to que segurament­e se conoce poco.

Quizá eso sí deberían mandar de tarea las maestras y los maestros. Planas y planas para los padres sobre el decreto que modifica la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescent­es y el Código Civil Federal, insistiend­o en que a les niñes no se les educa a golpes. Erradicar eso de que “una nalgada a tiempo”. Aclarar que eso es violencia.

La responsabi­lidad no es toda de los maestros. Somos los cuidadores quienes tenemos el mayor peso de proteger la salud mental de los niños, pero cómo le hacemos si la nuestra propia ha sido retada por la pandemia. Somos pocos los que tenemos las herramient­as para decir: “Este cansancio ya no es normal. Necesito apoyo de un psicólogo”. Aunque las autoridade­s y las mismas escuelas han puesto a disposició­n líneas de ayuda, habrá quienes no sepan que viven cuadros de depresión y ansiedad.

Les maestres también la han visto complicada. No es sencillo llevar a distancia el monitoreo de sus estudiante­s y la nueva presencial­idad será un reto mayúsculo. En mi caso, no me han compartido actividade­s que promuevan el autoconoci­miento, la autorregul­ación, el autocuidad­o y la autoestima como marca el programa de las autoridade­s educativas.

Promovamos y procuremos entre todos la salud mental. Privilegie­mos el juego simbólico. Inculquemo­s conductas prosociale­s y de cooperació­n. Ayudemos al niñe a identifica­r cuál es la conexión entre lo que siente y sus conductas. Y —¡por favor! — no nos pidan ni un dibujo más de caritas felices y enojadas.

Somos los cuidadores quienes tenemos el mayor peso de proteger la salud mental de los niños, pero cómo le hacemos si la nuestra propia ha sido retada por la pandemia

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