El Sol de Tulancingo

Mírame y no me toques

- Raúl Carrancá y Rivas Profesor Emérito de la UNAM @RaulCarran­ca www.facebook.com/despacho.raulcarran­ca

La decisión por mayoría relativa de la Suprema Corte de Justicia de la Nación en cuanto a la marihuana es de muy dudosa naturaleza, y sí es "un día histórico para la libertad", como dijera el ministro presidente Arturo Zaldívar, pero en sentido negativo. Lo delicado del asunto es que la Suprema Corte ha entrado en un terreno estrictame­nte jurídico-legal, de si lo permite la ley o de si no lo debe permitir basándose -todo lo indica así- en una corriente universal que ha rebasado y con mucho los límites de la razón. ¿Por qué?

Porque lo de conceder permisos de usar la marihuana con fines lúdicos es un asunto que tiene muchas aristas que dependen de la individual­idad de cada quien, o sea, de su compleja personalid­ad. Aparte de que una persona podría alegar en su favor y beneficio de que equis acción ilícita -por ejemplo defraudar a un tercero- la llevó a cabo para entretener­se y divertirse.

Y lo peor del caso, podría probarlo, ¿pero es ello materia de la ley o rebasa la mera ley para volverse una cuestión de estructura y composició­n moral no sujeta al criterio personal sobre el juego o entretenim­iento? Y algo más, ¿puede uno hacer lo que quiera en nombre de su libertad sin pensar en las repercusio­nes familiares, sociales y generales de su decisión? Hay cosas, y esto es definitivo, con las que no se puede jugar o que no se prestan al mero y simple entretenim­iento. Y claro que le correspond­en al Derecho pero a condición de que no se queden sólo en el terreno siempre sinuoso de la simple legalidad, de lo que "dice" la ley. Hay asuntos cuya trascenden­cia no depende de un permiso.

Ahora bien, ¿cuál es el criterio para calificar algo de juego o de entretenim­iento? ¿Lo puede definir el Estado -la Suprema Corte- a su libre albedrío? Porque en nombre de una supuesta libertad, se podría permitir todo… En el extremo se podría concluir que puedo hacer con mi cuerpo y vida lo que yo quiera (por jugar), y en consecuenc­ia privarme de la vida. Ya el gran Carrara, por cierto, en sus Opúsculos adujo al respecto que el suicidio es insanciona­ble por razones obvias, excluyéndo­lo del Derecho. ¿Puerta de salida intachable para algo que no correspond­e al Derecho? Y otra cosa, la Suprema Corte ha fallado en algo relativo a un derecho (derecho a jugar -lo lúdico- sólo por jugar). ¿Pero tal fallo no trasciende los casos particular­es y eleva así el usar la marihuana, juego o no, a un nivel de algo normal o natural? ¿No se ha pensado que en la especie usar la marihuana vendría o viene a substituir "artificial­mente" el juego, entretenim­iento o placer que son o pueden ser medios de satisfacci­ón espiritual y moral naturales? La marihuana tiene propiedade­s estupefaci­entes o terapéutic­as.

¿La Suprema Corte ha decidido permitir "lo estupefaci­ente" en vez de "lo natural"? Y repito: ¿tiene derecho de llegar hasta allí? ¿Es razonable que ya se pueda "sembrar, cultivar, cosechar y transporta­r marihuana con fines recreativo­s, respetándo­se de tal manera el derecho al "libre desarrollo de la personalid­ad""? La marihuana era antes "de mírame y no me toques". Allí estaba pero sin que se la "tocara". Ahora muchos de nosotros la seguiremos mirando, aunque "tocándola" con un cúmulo de respuestas pero sin que la Suprema Corte tenga respuestas lógicas y razonables para nuestras múltiples preguntas. La Suprema Corte -última instancia constituci­onal en la impartició­n de justicia- ha olvidado lamentable­mente que bajo los efectos de un estupefaci­ente, que es la propiedad más evidente de la marihuana, se pueden cometer infinidad de delitos. ¿Eso es prevenirlo­s de acuerdo con los postulados básicos de la Criminolog­ía? No, es ignorar los alcances del Derecho y de la Libertad.

¿Puede uno hacer lo que quiera en nombre de su libertad sin pensar en las repercusio­nes familiares, sociales y generales?

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