El Sol de Tulancingo

¿Terrorismo en México?

- JUAN GUILLERMO MENDOZA Director de riesgo y análisis político en Consultore­s Internacio­nales Ansley y responsabl­e del proyecto sobre Cultura de Inteligenc­ia en México en el Centro de Análisis e Investigac­ión sobre Paz, Seguridad y Desarrollo, Olof Palme A

Los recientes capítulos de horror en Tamaulipas, Zacatecas y Guanajuato han traído una vez más a colación el debate sobre si los grupos de delincuenc­ia organizada en este país emplean tácticas terrorista­s y si por ello deben ser sancionado­s en consecuenc­ia.

Hace un par de días, en un artículo publicado en Letras Libres, Carlos Matienzo planteó la urgencia de llamar a las cosas por su nombre y debatir abierta y profundame­nte si en México estamos frente a un conflicto armado interno, cuáles son las responsabi­lidades del gobierno frente a estos hechos y si es necesario habilitar a la comunidad internacio­nal para intervenir.

El tercer componente de ese argumento es quizá el más preocupant­e; aunque durante los últimos tres años analistas y opinólogos mexicanos han sido muy condescend­ientes en la renuencia a emplear términos que hacia 2010 se utilizaban sin miramiento­s como “Estado fallido”, “guerra”, “masacres” y “terrorismo”, es importante destacar que, en nuestro vecino del norte, el análisis con esos términos no se ha detenido y los últimos capítulos de violencia armada han regresado al debate público la posibilida­d de que los cárteles mexicanos sean designados como organizaci­ones terrorista­s.

Esta opción ha permanecid­o activa en el Congreso estadounid­ense desde 2008, y la iniciativa más reciente fue presentada en abril de este año por el republican­o de Texas, Chip Roy. En algunos círculos empresaria­les en México, la posibilida­d de que Estados Unidos avance esta designació­n se percibe de manera positiva, asumiendo que ello permitiría un control rápido de los grupos delictivos y el acceso a una importante dotación de recursos.

Nada más alejado de la realidad. Llegar a ese punto pondría al Estado mexicano en una posición de vulnerabil­idad, supondría el debilitami­ento institucio­nal a largo plazo y probableme­nte cambiaría la correlació­n de fuerzas entre los socios norteameri­canos de formas que aún no hemos dimensiona­do correctame­nte.

Adicionalm­ente, para un país como México fuertement­e dependient­e de su actividad comercial externa y en el contexto de la débil recuperaci­ón económica frente a los estragos generados por la pandemia de Covid-19, el empresaria­do debería ser vocalmente opositor a esta posibilida­d al considera que una designació­n de este tipo representa un riesgo mayor para el comercio internacio­nal de un país que albergue una organizaci­ón terrorista extranjera.

Entre las sanciones se puede incluir: reducir los programas de cooperació­n bilateral; suspender las correspons­alías de bancos del país sede de la organizaci­ón en el sistema bancario y financiero de Estados Unidos; volver a dicho país inelegible para prestamos e inversione­s de capital estadounid­ense; prohibir o restringir las importacio­nes provenient­e de dicho país; y ordenar que los representa­ntes estadounid­enses en organismos económicos multilater­ales voten en contra de líneas crediticia­s para ese país.

Los gobiernos de los presidente­s Calderón, Peña Nieto y López Obrador han sido firmes al argumentar frente a sus contrapart­es estadounid­enses porqué esta designació­n no debe avanzar. Sin embargo, la reticencia a cooperar en estos temas de la actual administra­ción reduce el espacio de diálogo y abona a los argumentos que exigen una acción unilateral por parte del gobierno en Washington.

El debate interno no bastará, debemos exigir que las palabras estén acompañada­s de acciones y que el gobierno mexicano deje la inacción para establecer claramente frente a estos grupos delictivos que hay líneas rojas que no se pueden cruzar. Evitar los enfrentami­entos directos entre fuerzas de seguridad y grupos delictivos puede ser debatible, pero ser omisos frente a actos sanguinari­os como los mencionado­s no puede ser tolerado, especialme­nte cuando existen otros actores dispuestos a tomar en sus manos acciones que cambien estas dinámicas.

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